(461) Las noticias volaban, y a Pizarro le mandaron mensajes
tranquilizadores “de cuán cortos poderes llevaba Vaca de Castro, y de que no
tuviese ningún recelo, pues iba más para darle favor que para que, por su
causa, le viniese algún deshonor”. En Panamá le hizo la inspección judicial al
doctor Robles y lo suspendió en su cargo de oidor. Iba con prisas Vaca de
Castro, y partió desde Panamá hacia Perú lo antes posible. Lo hizo el día 18 de
marzo de 1541.
Cieza no se muerde la lengua a la hora de criticar los errores y las
injusticias que cometían los de Pizarro con los vencidos, fomentando su
resentimiento. Los almagristas eran entonces los parias de Lima: “No veían ya
la hora de ver en el reino a Vaca de Castro, para pedir justicia sobre la
muerte que se había dado al Adelantado Don Diego de Almagro. Pasaban muy
grandísima necesidad, y el Marqués en ninguna cosa remediaba su fatiga”. Fue,
además, injusto y mezquino con el hijo de Almagro : “Le dio Pizarro a Francisco
Martín de Alcántara (su hermanastro por
parte de madre) una encomienda de indios, quitándosela a D. Diego de
Almagro el Mozo, que la había heredado. Cosa, por cierto, muy mal hecha, y no
conforme al merecimiento que Don Diego, por respeto a su padre, tenía y
merecía, pues tanto en este reino había trabajado y servido al Rey. E, como de
ella se proveía su casa de maíz y de otras cosas necesarias, sintieron la falta
en tal manera, que daba compasión oír lo que el mozo D. Diego decía, e cómo se
quejaba de la crueldad del Marqués. Juan de Rada, que había sido criado de su
padre, buscaba todas las formas de sustentar a D. Diego y a los que le acompañaban,
pues andaban muy pobres. Sin embargo, Pizarro, para hacer amigos a algunos de los
almagristas, les ofreció a los capitanes Juan de Saavedra, Cristóbal de Sotelo
y Francisco de Chaves darles encomiendas de indios con que pudiesen vivir a su
placer, pero ellos hacían de tal promesa burla, diciendo que antes querían
morir de hambre que tener que comer de su mano”. Es fácil equivocarse con este
Francisco de Chaves porque hubo otro del mismo nombre (los dos eran de
Trujillo), y se suelen confundir sus biografías. El más importante fue aquel
que, como conté en su día, murió en 1541 junto a Pizarro cuando fue asesinado.
Este que aparece ahora murió poco después, en 1542, y tuvo una vida complicada
por su difícil carácter: siendo almagrista, los propios hombres de Diego de
Almagro el Mozo lo ejecutaron.
Cuenta Cieza que los almagristas decidieron entonces que fueran a
recibir a Vaca de Castro D. Juan de Montemayor y Juan de Baeza vestidos de
luto, para que les restituyese lo que les habían quitado y fueran castigados
sus enemigos por la traición que cometieron al matar a Almagro. Dice también
que no fue cierto que, según se rumoreó, estuvieran entonces dispuestos Diego
de Almagro y Juan de Rada a matar a Vaca de Castro si no atendía a sus
peticiones. Pero sí decidieron que, “si entendiesen que Vaca de Castro venía
con propósito de dar favor al Marqués, se proveyeran de armas y buscaran
algunos amigos para defenderse de quien quisiera enojarlos. E luego partieron
estos dos (Montemayor y Baeza) para
hacer lo que decimos. E, aunque recibió pena el Marqués al saber que Vaca de
Castro venía, lo disimulaba cuerdamente, e daba a entender que se holgaba con
su venida”.
(Imagen) Voy a meter casi con calzador a otro personaje porque, para variar,
llegó a santo en aquellas atormentadas tierras de las Indias. Tiene en común
con Vaca de Castro que los dos eran de Mayorga (Valladolid), y, aunque no
pudieron verse en Perú, sabrían el uno del otro. Se trata de SANTO TORIBIO DE
MOGROVEJO Y ROBLEDO. Nació en 1538. Estudió Leyes en Salamanca, logrando un
gran prestigio por sus conocimientos y por su honradez. Coincidió en esto con
el extraordinario VASCO DE QUIROGA, uno de los españoles más admirables que
actuaron en México. Y tuvieron en común otra rara experiencia. Sin ser curas,
Vasco fue escogido como obispo, y, Toribio, como arzobispo. Para hacerlo posible,
los ordenaron sacerdotes previamente. Toribio llegó a Perú en 1581 para ocupar
la sede vacante de Lima, por fallecimiento en 1575 del primer arzobispo, el
prestigioso Jerónimo de Loaysa. Toribio tenía, además, madera de santo. Y al
viejo estilo rocoso. Los seis años pasados sin la autoridad arzobispal, habían
dado origen en Lima a muchos abusos. Contra diversas resistencias y
zancadillas, fue poniendo orden y volcándose en los más desfavorecidos, los
indios. De forma hiperactiva, no perdía un segundo en sus labores. Decía que
“nuestro gran tesoro es el momento presente, y Dios nos tomará cuenta de cómo
hemos aprovechado el tiempo”. Se volcó en los enfermos durante una terrible
epidemia de peste. A base de recorrer enormes y agotadoras distancias, hizo una
inmensa labor pastoral. Cuando tenía 68 años, cayó gravemente enfermo, pero
siguió su recorrido hasta que no pudo más. Tras dejar en testamento sus bienes
para sus criados y para los pobres, falleció el día 23 de marzo de 1606 (Jueves
Santo) en la ciudad de Zaña. Diríamos que el Domingo de Pascua resucitó y subió
a los Cielos.
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