jueves, 11 de julio de 2019

(Día 880) Muerto Pizarro, amigos suyos sepultaron rápidamente el cadáver. Los almagristas apresaron después a varios pizarristas y se dedicaron a un pillaje general.


     (470) Sigamos el relato: “Muerto Francisco Pizarro, los agresores salieron gritando que el tirano había muerto. El secretario Antonio Picado, que durante la noche se había ocupado en danzar y en otros pasatiempos de mancebo, cuando lo oyó, tuvo gran congoja, y, temeroso, se fue a las casas del tesorero Alonso de Riquelme, donde se puso debajo de las cortinas de una cama; el doctor Juan Blázquez se había ido a esconder al monasterio de Santo Domingo”. Quien afeó publicamente lo hecho fue Gómez de Alvarado, y Juan de Rada le obligó a que se metiera en una iglesia.
     No faltó quien valientemente evitara la profanación del cadáver: “Algunos de los de Chile quisieron sacar el cuerpo del Marqués arrastrando, para ponerle en el rollo de la plaza, y, por ruego del obispo de Quito (García Díaz Arias) y de otros, se dejó de hacer. Juan de Barragán y su mujer, y el secretario Pedro López de Cazalla, natural de Llerena (el primo de Cieza), tomaron en un paño blanco el cuerpo del Marqués, y, con mucha prisa, lo llevaron a la iglesia, y, como mejor pudieron, hicieron un hoyo, en el cual le pusieron”. No menciona a Inés Muñoz, la mujer de Francisco Martín de Alcántara, hermanastro de Pizarro, pero parece cierto que ella también intervino en sepultar a los dos difuntos a toda prisa.
     Y, títere o no, empezó el gran protagonismo de Diego de Almagro el Mozo. Fue una auténtica huida hacia delante, porque los cabecillas sabían que no tenían otra salvación posible: “Don Diego vino acompañado de todos los principales, e se aposentó en las casas del Marqués, y sus amigos engrandecían lo que se había hecho, diciendo que él y no otro había de ser el Gobernador”.
     El pillaje fue general: “Se recogieron todas las armas, caballos e arcabuces que había en la ciudad. Y se hicieron algunos insultos e atrocidades, como en tiempos tan calamitosos se suelen hacer. Robaron en las casas del Marqués, de Francisco Martín y de Antonio Picado. Al tiempo en que mataron al Marqués, estaban visitando a Francisco de Godoy Diego de Agüero, Jerónimo de Aliaga, Rodrigo de Mazuelos, Diego Gavilán, Rivera e otros, los cuales, oído el ruido, se habían ido a armar para defenderle, mas, cuando acudieron, fue tarde e no aprovechó su ayuda. Juan de Rada, García de Alvarado, Francisco de Chaves y otros determinaron prender a los vecinos, y así lo hicieron con el licenciado Benito Suárez de Carvajal, el factor Illán Suárez de Carvajal, su hermano, el capitán Diego de Agüero, Jerónimo de Aliaga, Rodrigo de Mazuelos, Diego Gavilán y algunos otros, a los cuales llevaron a la iglesia, donde ya estaba Gómez de Alvarado (es curioso que los apresaran allí, siendo un lugar con protección de sagrado)”.
     También hubo una acción sacrílega que le asombra a Cieza: “Los frailes del monasterio de la Merced, pensando que los de Chile harían más daño en la ciudad, sacaron el Santísimo Sacramento, verdadero Dios nuestro, para que, por la debida reverencia, se tuviese respeto para no matar ni robar. Pasó por aquella calle el capitán Francisco de Chaves e hizo una cosa tan fea y de mal cristiano, que me asombro de que los demonios no le llevaran a su poder. Al ver salir a los frailes con el Corpus Domini, sin hacer ningún acatamiento ni reverencia a Dios, con poco temor de su deidad e menosprecio  de los religiosos, dando una manotada, les mandó que se volviesen a su iglesia”.

     (Imagen) Hubo hombres cobardes cuando asesinaron a Pizarro. También los hubo leales y valientes. Algunos murieron por quedarse a su lado para defenderlo. Otros se armaron y corrieron para ayudarle, pero llegaron tarde a su casa. A estos, los almagristas los encerraron en la iglesia. Allí estuvieron esperando, con buena lógica militar, que les cortaran la cabeza, pero se impuso la sensatez y quedaron libres. Uno de ellos era DIEGO GAVILÁN GONZÁLEZ. Había nacido hacia 1515 en Guadalcanal (Sevilla). Un vecino suyo, Pedro de Ortega Valencia, en 1568, bautizó con ese nombre la isla del Pacífico que descubrió (famosa por su importancia estratégica en la 2ª Guerra Mundial). Diego Gavilán tuvo siempre una lealtad inquebrantable a los Pizarro, cosa bien rara en la deriva amedrentada entre bandos por parte de muchos capitanes durante las guerras civiles. Ni siquiera titubeó cuando ser pizarrista suponía rebelarse contra el Rey. Y así, jugando demasiado fuerte, perdió la guerra siendo aliado de Gonzalo Pizarro, a quien le cortaron la cabeza. Y sin embargo, una vez más protegieron los dioses a Diego Gavilán. Fue duramente castigado, pero salvó la vida. Lo condenaron a servir tres años en galeras y le confiscaron sus bienes. Después, quizá huyendo del castigo, acentuó su rebeldía, y luchó en la tropa de Francisco Hernández Girón contra la Corona. Entonces (año 1554) se le pierde la pista. Pero encuentro dos datos curiosos. En 1573, una hija suya fue cofundadora del convento de la Concepción de Lima con la maravillosa Inés Muñoz (la cuñada de Pizarro, de la que ya hemos hablado). Además, en la iglesia de Huamanga (Perú), consta una fecha exacta y reveladora de que las aventuras de DIEGO GAVILÁN siguieron palpitando, aunque nos sean desconocidas: murió el 6 de marzo de 1577. Fue un milagro que viviera tanto.



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