(470) Sigamos el relato: “Muerto Francisco Pizarro, los agresores
salieron gritando que el tirano había muerto. El secretario Antonio Picado, que
durante la noche se había ocupado en danzar y en otros pasatiempos de mancebo,
cuando lo oyó, tuvo gran congoja, y, temeroso, se fue a las casas del tesorero
Alonso de Riquelme, donde se puso debajo de las cortinas de una cama; el doctor
Juan Blázquez se había ido a esconder al monasterio de Santo Domingo”. Quien
afeó publicamente lo hecho fue Gómez de Alvarado, y Juan de Rada le obligó a
que se metiera en una iglesia.
No faltó quien valientemente evitara la profanación del cadáver:
“Algunos de los de Chile quisieron sacar el cuerpo del Marqués arrastrando, para
ponerle en el rollo de la plaza, y, por ruego del obispo de Quito (García Díaz Arias) y de otros, se dejó
de hacer. Juan de Barragán y su mujer, y el secretario Pedro López de Cazalla,
natural de Llerena (el primo de Cieza),
tomaron en un paño blanco el cuerpo del Marqués, y, con mucha prisa, lo
llevaron a la iglesia, y, como mejor pudieron, hicieron un hoyo, en el cual le
pusieron”. No menciona a Inés Muñoz, la mujer de Francisco Martín de Alcántara,
hermanastro de Pizarro, pero parece cierto que ella también intervino en
sepultar a los dos difuntos a toda prisa.
Y, títere o no, empezó el gran protagonismo de Diego de Almagro el Mozo.
Fue una auténtica huida hacia delante, porque los cabecillas sabían que no
tenían otra salvación posible: “Don Diego vino acompañado de todos los
principales, e se aposentó en las casas del Marqués, y sus amigos engrandecían
lo que se había hecho, diciendo que él y no otro había de ser el Gobernador”.
El pillaje fue general: “Se recogieron todas las armas, caballos e
arcabuces que había en la ciudad. Y se hicieron algunos insultos e atrocidades,
como en tiempos tan calamitosos se suelen hacer. Robaron en las casas del
Marqués, de Francisco Martín y de Antonio Picado. Al tiempo en que mataron al
Marqués, estaban visitando a Francisco de Godoy Diego de Agüero, Jerónimo de
Aliaga, Rodrigo de Mazuelos, Diego Gavilán, Rivera e otros, los cuales, oído el
ruido, se habían ido a armar para defenderle, mas, cuando acudieron, fue tarde
e no aprovechó su ayuda. Juan de Rada, García de Alvarado, Francisco de Chaves
y otros determinaron prender a los vecinos, y así lo hicieron con el licenciado
Benito Suárez de Carvajal, el factor Illán Suárez de Carvajal, su hermano, el
capitán Diego de Agüero, Jerónimo de Aliaga, Rodrigo de Mazuelos, Diego Gavilán
y algunos otros, a los cuales llevaron a la iglesia, donde ya estaba Gómez de
Alvarado (es curioso que los apresaran
allí, siendo un lugar con protección de sagrado)”.
También hubo una acción sacrílega que le asombra a Cieza: “Los frailes
del monasterio de la Merced, pensando que los de Chile harían más daño en la
ciudad, sacaron el Santísimo Sacramento, verdadero Dios nuestro, para que, por
la debida reverencia, se tuviese respeto para no matar ni robar. Pasó por
aquella calle el capitán Francisco de Chaves e hizo una cosa tan fea y de mal
cristiano, que me asombro de que los demonios no le llevaran a su poder. Al ver
salir a los frailes con el Corpus Domini, sin hacer ningún acatamiento ni
reverencia a Dios, con poco temor de su deidad e menosprecio de los religiosos, dando una manotada, les
mandó que se volviesen a su iglesia”.
(Imagen) Hubo hombres cobardes cuando asesinaron a Pizarro. También los
hubo leales y valientes. Algunos murieron por quedarse a su lado para
defenderlo. Otros se armaron y corrieron para ayudarle, pero llegaron tarde a
su casa. A estos, los almagristas los encerraron en la iglesia. Allí estuvieron
esperando, con buena lógica militar, que les cortaran la cabeza, pero se impuso
la sensatez y quedaron libres. Uno de ellos era DIEGO GAVILÁN GONZÁLEZ. Había
nacido hacia 1515 en Guadalcanal (Sevilla). Un vecino suyo, Pedro de Ortega
Valencia, en 1568, bautizó con ese nombre la isla del Pacífico que descubrió
(famosa por su importancia estratégica en la 2ª Guerra Mundial). Diego Gavilán
tuvo siempre una lealtad inquebrantable a los Pizarro, cosa bien rara en la deriva
amedrentada entre bandos por parte de muchos capitanes durante las guerras
civiles. Ni siquiera titubeó cuando ser pizarrista suponía rebelarse contra el
Rey. Y así, jugando demasiado fuerte, perdió la guerra siendo aliado de Gonzalo
Pizarro, a quien le cortaron la cabeza. Y sin embargo, una vez más protegieron
los dioses a Diego Gavilán. Fue duramente castigado, pero salvó la vida. Lo
condenaron a servir tres años en galeras y le confiscaron sus bienes. Después,
quizá huyendo del castigo, acentuó su rebeldía, y luchó en la tropa de
Francisco Hernández Girón contra la Corona. Entonces (año 1554) se le pierde la
pista. Pero encuentro dos datos curiosos. En 1573, una hija suya fue
cofundadora del convento de la Concepción de Lima con la maravillosa Inés Muñoz
(la cuñada de Pizarro, de la que ya hemos hablado). Además, en la iglesia de Huamanga
(Perú), consta una fecha exacta y reveladora de que las aventuras de DIEGO
GAVILÁN siguieron palpitando, aunque nos sean desconocidas: murió el 6 de marzo
de 1577. Fue un milagro que viviera tanto.
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