(487) Luego el cronista saca una leccion moral sobre la fragilidad del
éxito, y sobre el error de recurrir a malos asesores. Nos muestra primeramente
el gran poder que tuvo Antonio Picado bajo la sombra de Francisco Pizarro, a
quien casi tenía hechizado: “Al otro día por la mañana, le sacaron de la cárcel
en una mula sin silla y con un crucifijo en las manos, yendo por las calles
acostumbradas pidiendo perdón a todos. Hemos de mirar cuán vano es el ser de
este mundo, y cómo se consume el mandar y el desear tener tesoros y crecer en
honra y dignidad. El Picado a quien se vio tan galano, tan adornado de arreos,
tan rico de tesoros, tan privado del Gobernador y tan absoluto en el mandar,
vedlo ahí cómo todo ello lo dejó, e le dan muerte pública, habiéndole
atormentado. Como Dios se muestra tan recto en su juicio, quiso que Picado
muriese de esta suerte, pues nunca aconsejó al Marqués cosa que fuese acertada
ni que le conviniese. Una de las pricipales causas de que los gobernadores de
estos reinos (Pizarro y Almagro)
hayan tenido tan malos fines, ha sido la de fiarse de criados simples, astutos,
maliciosos y más deseosos de conseguir dineros y favorecer a sus amigos, que de
aconsejar a sus señores lo que les conviene e lo que son obligados a hacer. Y
los vivos y los que hayan de venir a gobernar sírvanse de criados virtuosos y
que no tengan vicio grave, y así acertarán, porque, de otro modo, les ocurrirá
lo que les ha ocurrido a los demás”.
Cieza generaliza las malas consecuencias de elegir equivocadamente a los
consejeros, pero en sus palabras deja claro el pésimo concepto que tenía del
poderoso Antonio Picado. Termina su reflexión mostrando su triste final: “Después
de que hubieron pregonado la causa por la que mataban al secretario Antonio
Picado, le cortaron la cabeza y lo enterraron en Nuestra Señora de la Merced”.
Aunque sabían que Vaca de Castro, el representante del Rey, estaba a
punto de llegar, pizarristas y almagristas se preparaban para la guerra: “Don
Diego de Almagro mandó a Don Alonso de Montemayor que fuese a las ciudades de
Huamanga y Cuzco para juntar y proveerse de armas. Llegó noticia a Lima de que
Alonso de Alvarado, al conocer la muerte del Marqués, había juntado la gente
que tenía, la que estaba en Huánuco con Pedro Barroso y los soldados que se
encontraban en Moyobamba con Juan Pérez de Guevara, y, con todos ellos, pensaba
hacerse fuerte hasta que Vaca de Castro entrase en el reino, y que había alzado
bandera de lealtad al Rey”. Comenta Cieza que, al saberlo, los almagristas se inquietaron
mucho, pero “sus principales capitanes no tenían voluntad de dar la batalla,
sino que, en el caso de que Su Majestad no perdonase la muerte del Marqués, su
intención era meterse en el interior de las provincias de Chile”. Y hace otra
reflexión invocando el sentido común: “Verdaderamente, entre estos había caballeros tan determinados
y soldados tan osados, que, si la emulación no carcomiera entre ellos sus
mismas entrañas, con deseo de superar los unos a los otros o verse muertos,
ellos destacarían fuera de este reino, porque, quedándose en él y teniéndolo en
tiranía, no se les podría perdonar el castigo que Dios y el mundo suelen dar a
los que se envuelven en este título y
hacen atrocidades”.
(Imagen) Asesinado Pizarro, sus partidarios y los almagristas se
prepararon frenéticamente para luchar entre ellos. Junto a Perálvarez Holguín,
quien capitaneaba a los pizarristas era el extraordinario Alonso de Alvarado,
uno de los pocos que no oscilaban, como las veletas, a favor del viento
dominante. Con suma rapidez, había conseguido reunir en Chachapoyas a la gente
que tenía en Moyobamba (a 250 km) y en Huánuco (a 700 km). En la imagen se ven
las tres ciudades subrayadas en rojo, y también, como referencia, la ciudad de
Lima. Chachapoyas, fundada por el propio Alonso de Alvarado en 1538, cuenta
actualmente con 30.000 habitantes. Moyobamba, que tiene hoy 50.000 habitantes,
quedó asentada el año 1540 por el capitán Juan Pérez de Guevara, a quien le
había confiado la misión Alonso de Alvarado. Huánuco (200.000 habitantes en
censos recientes) fue establecida, inicialmente, por Gómez de Alvarado, quien tuvo
una relación cambiante con los almagristas y los pizarristas. Batalló junto a
Almagro en las Salinas. Tras la derrota, no le castigaron porque fue uno de los
que habían evitado que le cortaran la cabeza a Hernando Pizarro. A eso se debe
que Francisco Pizarro le confiara crear la ciudad de Huánuco. Pero Gómez siguió
tonteando con Almagro el Mozo. Por eso nos cuenta Cieza que, quien le trajo a
Alonso de Alvarado los soldados desde allí, fue el capitán Pedro Barroso. Lo
que no consiguió digerir el estómago de Gómez de Alvarado fue el asesinato de
Pizarro, y, volviendo definitivamente al bando pizarrista, luchó en la batalla
de Chupas (año 1542) contra el Mozo, que fue derrotado y ejecutado. Da la
casualidad de que también murieron ese mismo año (de enfermedad) GÓMEZ DE
ALVARADO y su glorioso hermano (aplastado por un caballo) PEDRO DE ALVARADO.
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