martes, 9 de julio de 2019

(Día 878) Con valentía arrolladora, entraron los conspiradores en la casa de Pizarro. Cieza menciona a los que estaban con él, y que reaccionaron cobardemente la mayoría.


     (468) Cieza detalla la lista:  “En el patio de la casa del Marqués Pizarro estaban Lozano, su maestresala, Antonio Navarro, y Hurtado, su criado. Estaban con él en la sala, solamente con espadas, Francisco Martín de Alcántara (hermanastro de Pizarro por parte de madre), el capitán Francisco de Chaves, D. Garci Díez, obispo de Quito (durante un tiempo, confesor de Pizarro), el doctor Juan Blázquez, el veedor García de Salcedo, Luis de Rivera, Juan Ortiz de Zárate, Alonso de Manjarres, Don Gómez de Luna, el secretario Pedro López de Cáceres, Francisco de Ampuero, Rodrigo Pantoja, Diego Ortiz de Guzmán, el capitán Juan Pérez, Alonso Pérez de Esquivel, Hernán Núñez de Segura, Juan Enríquez el Viejo, Gonzalo Hernández de la Torre, Juan Bautista Mallero, Hernán González y algunos criados del Marqués e de los que con él estaban”.  
     Mientras hablaba Pizarro con el obispo de Quito, su paje Diego de Vargas (hijo de Gómez de Tordoya), que había visto que llegaban los almagristas, entró gritando a voces lo que pasaba. Y allí se presentaron: “Los conjurados alcanzaron pronto los patios, y Jerónimo de Almagro hirió malamente a Hurtado, criado del Marqués. Lozano, su maestresala, se mostró animoso contra ellos, mas, siendo él solo, poco aprovechaba su ánimo, y, por intercesión de Diego Méndez, no lo mataron”.
     En contraste con la valentía de los almagristas, la reacción de muchos de los que estaban con Pizarro fue vergonzosa, porque, a pesar de ser tan numerosos como los atacantes, huyeron dejando de lado toda dignidad, y la fidelidad a su Gobernador: “Los que estaban con el Marqués se retiraron a la sala, y, con mucha cobardía, la mayoría de ellos huyeron feamente. El doctor Juan Blázquez (ya mencioné su cobardía), con su vara de justicia, se arrojó por una ventana que daba a la huerta, e lo mismo hizo el veedor García Salcedo, y otros iban con tanto miedo, que les parecía que los de Chile ya descargaban sus espadas sobre ellos. Algunos se metieron entre las camas y debajo de los aparadores”.
     Pizarro y sus fieles se prepararon para lo peor: “El Marqués y Francisco Martín, su hermano, D. Gómez de Luna, y Vargas y Cardona, sus pajes, se metieron en la cámara que estaba más adentro para armarse. Francisco de Chaves, Diego Ortiz de Guzmán, Juan Ortiz de Zárate, Pedro López de Cazalla y Bartolomé de Vergara, con algunos que no huyeron, estaban en la sala turbados y no sabían qué hacer. El Marqués, con ánimo valeroso, se vistió unas corazas e tomó una espada ancha que le sirvió en el descubrimiento (de Perú). Habían cerrado la puerta de la sala, y los de Chile subían por la escalera. El capitán Francisco de Chaves salió de donde se había metido con el Obispo, e mandó que abriesen la puerta, y, aunque le dijeron que mejor estaba cerrada, pues pronto vendría algún socorro, insistió en que se abriese. E, abierta, se encontró con Juan de Rada y con los otros, a los cuales, con mucha humildad, les dijo: ‘Señores, no tengáis conmigo el enojo que traéis contra el Marqués, pues yo siempre fui vuestro amigo’. No le respondieron palabra los delanteros, y, al volver Juan de Rada la cabeza a los que venían detrás, Arbolancha le dio una estocada mortal, de la que luego el capitán Francisco de Chaves cayó dando arcadas con la muerte, y fue rodando hasta el patio”.

     (Imagen) Cieza nos va a contar que, entre los que resultaron heridos defendiendo a Pizarro, estaba JUAN ORTIZ DE ZÁRATE. ¡Qué gran personaje! Nació en Orduña (Vizcaya) el año 1515. Fue tío de Juan de Garay, el definitivo fundador de Buenos Aires. Era un hiperactivo, con carácter duro, de extraordinaria valentía, oportunista, poco fiel, y, sin duda, sumamente hábil, porque burló a la muerte muchas veces. Llegó a Perú en 1534. En los inicios, sirvió a Diego de Almagro, luchando contra Pizarro en la batalla de las Salinas. Tras la derrota, fue apresado y luego liberado. Ya vimos qe entonces Hernando Pizarro lo incorporó a la durísima expedición de Pedro de Candía por los Andes. Su nueva lealtad a los Pizarro le duró hasta que el viejo trujillano fue asesinado. Luchó luego como almagrista contra Vaca de Castro, y volvió a perder. Entonces Gonzalo Pizarro lo condenó a muerte, pero logró escapar; se unió a sus enemigos, batalló contra él y perdió de nuevo. Nunca más se dedicó al chaqueteo. Fue para siempre fiel a la Corona, sabiendo que era la baza más segura. Y acertó. Después de la victoria definitiva del gran Pedro de la Gasca (en cuyas tropas se alistó), residió en Las Charcas (zona chilena), donde fue regidor y uno de los vecinos más ricos. El Rey le concedió en 1569 la Gobernación de Río de la Plata. La imagen muestra un pequeño párrafo del documento oficial, donde se le obliga a que funde poblaciones “metiendo en Río de la Plata 500 españoles, de los cuales 200 han de ser oficiales de todo género y labradores que cultiven (la tierra)”. Durante el largo viaje marítimo, fallecieron muchos de hambre. JUAN ORTIZ DE ZÁRATE murió en la que fue llamada ‘ciudad sin ley’, Asunción (Paraguay), el año 1576, dejando su fortuna a Juana, la hija que había tenido con la princesa inca Leonor Yupanqui.



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