(474) Pizarro y sus pocos fieles se decidieron a atacar: “Salieron con
él su hermano Francisco Martín de Alcántara y dos pajes, ya hombres, el uno
llamado Juan de Vargas, hijo de Gómez de Tordoya, y el otro Alonso Escandón,
los cuales salieron sin proteccion porque no tuvieron tiempo de tomarla. El
Marqués y su hermano se pusieron a la puerta, y la defendieron valerosamente.
Los rebeldes mataron al hermano del Marqués. Uno de los pajes se puso en su
lugar, y defendieron la puerta tan varonilmente, que los enemigos temían que,
si duraba mucho la pelea, vendría socorro para el Marqués y los matarían a
todos tomándolos en medio. Juan de Rada y otro de los compañeros arrojaron
adentro de la puerta a Narváez para que el Marqués se cebase en él, y pudiesen
entrar los demás. Así sucedió, pues el Marqués recibió a Narváez con una
estocada y con otras heridas que le dio, de lo que murió pronto. Entraron los
demás, y los unos fueron hacia el Marqués, y los otros hacia los pajes, los
cuales murieron peleando como hombres, y dejaron malheridos a cuatro de los
contrarios. Viendo solo al Marqués, fueron todos contra él, se defendió mucho tiempo como quien era,
saltando de unas partes a otras, manejando la espada con tanta fuerza y
destreza, que hirió malamente a tres de sus contrarios, pero como eran tantos y
su edad ya pasaba de los 65 años, se fatigó de manera que uno de sus enemigos
se le acercó y le dio una estocada por la garganta, de lo que cayó en el suelo
pidiendo confesión a grandes voces. Hizo una cruz con la mano derecha y puso la
boca sobre ella, y, besándola, expiró el famoso sobre los famosos Don Francisco
Pizarro”.
No lo tuvieron fácil los almagristas, porque resultaron bastantes de
ellos heridos y murieron cuatro. Cuando se supo en Lima que habían conseguido
matar a Pizarro, salieron enseguida a la calle los amigos de arrimarse al sol
que más calienta. Unos doscientos almagristas se encargaron de desarmar a todos
los partidarios de Pizarro: “Salieron los matadores con las espadas sangrientas,
y Juan de Rada hizo subir a caballo a Don Diego de Almagro el Mozo para que
fuera por la ciudad diciendo que en el
Perú no habría ya otro Goberndor ni Rey que mandara sobre él. Después de
saquear la casa del Marqués, de Gonzalo Pizarro y de Antonio Picado, obligó
Juan de Rada al cabildo a recibir como Gobernador a Don Diego. Luego se mataron
a algunos criados y servidores del Marqués, y era gran lástima oír los llantos
que las mujeres de los muertos y robados hacían”.
No faltó mucho para que profanaran el cadáver de Pizarro: “Al Marqués lo
llevaron unos negros a la iglesia casi arrastrando, y nadie los osaba enterrar
hasta que Juan de Barbarán (los negros
eran esclavos suyos), vecino de Trujillo, que había sido criado del
Marqués, y su mujer (María Lezcano),
sepultaron a él y a su hermano lo mejor que pudieron, con licencia previa de
Don Diego de Almagro el Mozo. Fue tanta la prisa que se dieron, que apenas
tuvieron tiempo para vestirle el manto de la Orden de Santiago, ni ponerle las
espuelas al estilo de los caballeros de la orden, porque fueron avisados de que
los almagristas venían a cortar la cabeza
del Marqués para ponerla en la picota”.
(Imagen) JUAN DE BARBARÁN SAN PEDRO, nacido el año 1501 en (Toledo), llegó a las Indias en 1520.
Estuvo primeramente en Nicaragua y Panamá, pero en 1531 fue a Perú con la tropa
de Belalcázar para unirse a Pizarro. Intervino en la derrota de Atahualpa,
tocándole parte del enorme botín. Fue el primero en conseguir (año 1539) que el
Rey le otorgara un escudo por estas hazañas (el de la imagen). En él aparece un
volcán, probablemente en alusión a sus andanzas por la sísmica Nicaragua. Hubo
siempre una buena sintonía entre él y Pizarro, quien le mostró mucha estima y
le confió cargos de confianza, como el de Alcalde de Lima. Se casó con una
brava mujer, MARÍA DE LEZCANO, teniendo los dos el coraje y la decencia de
enterrar con suma rapidez el cadáver de Pizarro para que no fuera profanado. Él
murió cuatro años después (en 1545), probablemente luchando contra Gonzalo
Pizarro, pues su hijo no tuvo ningún problema para que el gran Pedro de la Gasca
respetara su herencia. Pero el mismo La Gasca intervino más tarde en otro
incidente muy desagradable y difícil de entender. La viuda de Barbarán, María
de Lezcano tuvo, al parecer, un gesto desafiante con Ana de Velasco, la
aristocrática esposa de otro grande, Alonso de Alvarado. Le disputó su lugar
preferente en la iglesia. Alvarado cedió a las presiones de su también
irascible mujer, y ordenó a sus criados que le dieran a María una cuchillada en
el rostro y le cortaran el pelo (algo muy humillante). Lo incomprensible fue
que, hecha la avería, La Gasca, gran admirador de Alvarado, le sometió a juicio
por denuncia de la agraviada, y resultó condenado muerte. Tal disparate no tuvo efecto, y se
quedó en una sanción económica. Total: dos gigantes de las Indias se vieron
enredados en una riña por los piques de dos damas que no se tragaban. No
contenta con el resultado, María de Lezcano, en 1552, vino a Epaña “a informar
de aquellos agravios e injusticias”.
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