(469) Los de Chile subieron a la sala dando gritos: “Martín de Bilbao
llegó a la cámara donde estaba el Marqués, y Juan Ortiz de Zárate, con una
alabarda, le dio una herida o dos, siendo él (Zárate) herido malamente. Algunos habían dicho que este Juan Ortiz
de Zárate avisó a los de Chile que el Doctor Blázquez los quería prender por
orden del Marqués, pero, por lo que hizo, se colige que era mentira. Francisco
Martín de Alcántara estaba a la puerta de la cámara con su espada, y se retrajo
a la recámara donde estaba el Marqués, su hermano, para ayudarle y morir con
él. Estaban con el Marqués dos pajes mancebos, el uno llamado Vargas y el otro
Cardona, e, con su espadas en las manos, se pusieron al lado de su señor. Los
de Chile, a grandes voces, pugnaban por entrar para matarle. Viendo que no podían entrar, y que hacía ya gran rato
que estaban allí, usaron de un ardid mañoso (y verdaderamente miserable), y fue echarle donde estaba el Marqués
a uno de ellos por fuerza. Y así, a un Diego de Narváez (el tonto útil), con grandes empujones que le dieron, le hicieron
entrar dentro, y el Marqués le dio tales golpes, que murió de ellos. Los de
Chile entraron dentro de rondón, y Martín de Bilbao y otros descargaron sus
golpes en el capitán que nunca se cansó de descubrir reinos e conquistar
provincias, y que había envejecido en el servicio del Rey. El Marqués, después
de haber recibido muchas heridas, sin mostrar falta de ánimo, cayó muerto en
tierra nombrando a Cristo nuestro Dios. Quedó tendido en el suelo el cuerpo del
generoso Capitán, adornado del ser que requería un tan famoso español como él
fue”.
Añade Cieza algunos datos complementarios: “Fue su muerte a las once del
día, a veintiséis días del mes de junio, del año mil quinientos cuarenta y uno.
Gobernó desde la villa de Plata hasta la ciudad de Cartago, que hay más de
novecientos leguas; no fue casado; tuvo, en señoras de esta tierra, tres hijos
y una hija; cuando murió, tenía sesenta y tres años y dos meses. Fueron muertos
asimismo su hermano Francisco Martín de Alcántara y los dos pajes, Cardona (otros lo llaman Escandón) y Vargas, y
fueron heridos malamente Don Gómez de Luna, Gonzalo Hernández de la Torre,
Hurtado y Francisco de Vergara”.
Lo que podríamos llamar un ‘magnicidio’, ya se había consumado. Luego vino una riada de
acontecimientos, desencadenando una inestabilidad social que Cieza nos va
contando de un tirón, casi sin coger aliento. Habrá que resumirlo de la manera
más clara posible. Naturalmente, imperó el miedo, aunque los más valientes se
decantaron sin tapujos como almagristas o pizarristas. Hubo muchos que
cambiaron de chaqueta y colaboraron con los conspiradores, por oportunismo o
por simple miedo a perder la vida. Todo irá encajando hasta desembocar en una
lucha militar cuando entre en acción el enviado del Rey, el licenciado
Cristóbal Vaca de Castro.
(Imagen) El cacereño PEDRO ÁLVAREZ HOLGUÍN (de quien ya hemos hablado), siempre
fiel a Pizarro, fue tan caballeresco y cumplidor de su palabra, que peleó
contra él en las Salinas porque, apresado antes por Almagro, le juró que no
escaparía. Tras el asesinato de Pizarro, fue nombrado Justicia Mayor del Cuzco
por Vaca de Castro, y condenó a muerte al huido Almagro el Mozo, muriendo después los dos luchando el uno
contra el otro en la batalla de Chupas. Los historiadores suponen que fue el
Mozo quien dirigió el asesinato de Pizarro, pero dudan de su intervenión
personal. Holguín va más lejos: lo asegura. Le envió el 18 de agosto de 1541 al
Rey una de las primeras cartas que le llegaron con la trágica noticia, y en
ella lo deja claro (resumo el texto): “Como a todos es notorio, Don Diego de
Almagro, el hijo del Adelantado Don Diego de Almagro, ya difunto, después de
haber juntado mucha gente en la Ciudad de los Reyes, ayudándose unos a otros y teniendo
pospuesto el temor de Dios y de Su Majestad, fueron con mano armada un día del
pasado mes de junio a la posada del Marqués Don Francisco Pizarro. El dicho Don
Diego de Almagro e otros, mandados por él, entraron donde estaba el Marqués Don
Francisco Pizarro, e le dieron muchas cuchillas y estocadas, hasta que le
mataron. Y mataron asimismo a Francisco de Chaves, a Francisco Martín de Alcántara,
hermano del Marqués, a sus pajes e criados, y a las personas que con él se
hallaban y les quisieron resistir”. Impresiona ver de qué forma tan trágica
murió uno de los más grandes de las Indias, FRANCISCO PIZARRO, como le ocurrirá
pronto a Diego de Almagro el Mozo, y, más tarde, a Gonzalo Pizarro, el último
hermano que quedaba en Perú. Lo más triste fue que las tres desgracias llegaron
como consecuencia de sus propios errores.
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