jueves, 18 de julio de 2019

(Día 886) Mientras Pizarro luchaba bravamente contra sus asesinos, varios amigos suyos corrieron para ayudarle, pero llegaron tarde. Después del crimen, los almagristas obligaron al Cabildo de Lima a aceptar a Diego de Almagro como Gobernador.


     (476) Viene a cuento hacer una reflexión sobre las circunstancias que hicieron posible el asesinato de Francisco Pizarro. Fueron muchas las variables que lo podían haber evitado, pero todas se entrelazaron de manera trágica para llegar al desastre final. Cieza, con su inquebrantable lógica providencialista, diría que Dios lo quiso así, y que Pizarro murió por sus pecados.       
     Cuando Hernando pizarro partió para España, ya le advirtió que tomara muchas precauciones con los almagristas. Él no era tan confiado, y su valía militar se lo habría puesto muy difícil. Aunque también es verdad que su carácter altivo y duro no era lo mejor para mantener un clima de paz. Quienes fueron a matar al Gobernador eran solo trece, y daban gritos simulando ser muchos más. Cometió un error gravísimo Francisco de Chaves al abrirles el portón a los asesinos, creyendo que podría aplacarlos. También terminarían fracasando si casi todos los acompañantes de Pizarro no hubiesen huido. Fue tan brava la reacción de Pizarro, que sus enemigos, aterrorizados porque no tardarían en llegar sus soldados, solo consiguieron entrar a su cámara empleando la cruel treta de lanzar a empujones a uno de los amotinados, al que el viejo luchador mató de una estocada. Y él habría podido prolongar la pelea, si no fuera porque le faltó tiempo para sujetarse bien la protección de su cuerpo. Unos cuantos leales, nada más enterarse de lo que ocurría, fueron rápidamente a la casa de Pizarro para defender su vida, pero todas la fatalidades anteriores pecipitaron los acontecimientos, y, cuando llegaron, ya lo habían matado.
     Dicho lo cual, sigamos con la historia. Consumado el asesinato, sus autores pusieron en marcha el siguiente paso del plan previsto. Nos despedimos ahora del cronista Inca Garcilaso de la Vega y tomamos de nuevo el texto de Cieza: “Después de que los almagristas recogieron todas las armas, y apresaron a los que tenían por sospechosos, poniéndolos bajo vigilancia, D. Diego y la mayoría de sus capitanes se retiraron a sus posadas, y el capitán Cristóbal de Sotelo (siempre tan prudente) vino adonde estaba Don Diego, asombrado al saber que tan presto y con tanta facilidad hubiesen matado al Marqués, y deseando que se hubiera esperado hasta la venida del juez (Vaca de Castro), porque ese había sido siempre su parecer. Vuelto ya a su casa Don Diego de Almagro, consideraron Juan de Rada y los de su confianza que había que pedir a los del Cabildo que lo recibiesen como Gobernador, para que tuviese el reino legalmente hasta que, sabida por Su Majestad la justa venganza que había tomado de la muerte de su padre, le hiciese merced de reconocerlo como tal. Mandaron que se reuniesen los Regidores y Alcaldes, y que recibiesen a Don Diego de Almagro como Gobernador”.       
       Cuando lo oyeron, los del Cabildo consideraron que, dada la situación, aunque era un error, resultaría un mal menor aceptarlo: “Y al fin fue recibido por Gobernador, y quitaron las varas a los Alcaldes ordinarios e se las dieron a Peces y  Martín Carrillo, y como Teniente de Gobernador fue nombrado Cristóbal Sotelo. Juan de Rada era el que gobernaba a Don Diego de Almagro e le decía lo que había que hacer”.

     (Imagen) Hagamos justicia a CRISTÓBAL DE SOTELO. Qué poco se conoce de él (aunque fue muy estimada su siempre correcta y valiente actuación en las Indias). En los archivos parece una sombra casi borrada por el tiempo. Ya vimos anteriormente que era zamorano y que llegó a Perú bajo el mando de Belalcázar. Se unió a Diego de Almagro y se mantuvo siempre en su bando porque era un hombre cabal, poco amigo de las dobleces. En la batalla de las Salinas, logró subir a la grupa de su caballo a un pariente suyo llamado Hernando de Sotelo, pero no pudo salvarlo porque un arcabuzazo de los pizarristas lo mató, y a él lo hirió seriamente. Tras la derrota, Almagro fue ejecutado, pero con Sotelo no se tomaron represalias, quizá porque su nobleza de carácter infundiera un respeto general.  Lamentó en su día el asesinato de Pizarro, pero, siempre leal, continuó sirviendo a las tropas almagristas capitaneadas por el hijo de Almagro. Al morir Juan de Rada, el Mozo nombró dos capitanes generales, García y Sotelo, quien, sabiendo que duplicar el mando supremo era un disparate, renunció al puesto. En un fracaso militar de García, asumió la capitanía el Mozo y nombró maese de campo a Sotelo. Después García, ya irritado por este nombramiento, solicitó permiso para una misión y el Mozo se lo negó por haberle convencido Sotelo de que, en ese viaje, iba a crear muchos problemas con los indios. Surgieron otros roces, y ‘el broncas’ García Alvarado terminó odiando a muerte al Mozo y a Sotelo, a quien logró matar. El Mozo simuló estar en calma, pero, sabiendo que era el segundo en la siniestra lista de García, le preparó una celada y acabó con su vida. Lo que nunca sabremos es si el sensato CRISTÓBAL SOTELO, de seguir viviendo, hubiera permanecido rebelde a la Corona, sacrificándolo todo por los almagristas.



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