MUERTE DE PIZARRO
(464) Cieza va a entrar de lleno a narrar los acontecimientos del asesinato de
Pizarro. Se lamenta de que los hechos no le dejen ni un momento de respiro,
teniendo siempre su narración empapada de atrocidades. Hace hincapié en que Don
Francisco Pizarro no merecía destino tan trágico, subrayando la grandeza de sus
logros en Perú, y los enormes sacrificios que le exigieron, pero no se olvida
de que así de injusta fue la muerte que le dieron a Diego de Almagro. Por lo
que cuenta, se ve claramente que todo estaba decidido antes de la visita de
Rada a Pizarro. Aquel momento sentimental y el regalo de las naranjas fueron
más bien la emoción de intuir que el
desastre estaba próximo. Todo indica que los de Diego de Almagro el Mozo ya
habían sentenciado a Pizarro. Y que saben ahora que el momento de ejecutarlo ha
llegado. Lo prueba el hecho de que, tras el día de San Juan, decidieron no
esperar más. El desencadenamente fue la ya próxima llegada de Vaca de Castro.
Así comenzó la tragedia: “Pasado el día de San Juan (24 de junio de 1541), Juan de Rada habló
con D. Diego el Mozo, e le dijo que había oído decir que ya llegaba Vaca de
Castro, y que se comentaba que venía de España sobornado con los dineros que el
Marqués había enviado, y, además, que sospechaba que el Marqués los quería
matar, e que, para librarse de lo uno y de lo otro, había decidido anticiparse
e matar al Marqués, vengando la muerte del Adelantado D. Diego de Almagro”.
En el discutible tema de las responsabilidades del Mozo en asunto tan
tremendo, Cieza, ya de entrada, lo deja al margen de la decisión, pero no se
puede saber con certeza lo que ocurrió: “Don Diego era muy mozo, virtuoso e de
gran presunción (autoestima); para
descender de padres tan humildes, tenía grandes pensamientos, y no le faltaba
corazón para acometer cualquier hazaña, mas era tan muchacho, que no tenía edad
para gobernar gente ni ser capitán. Respondió a Juan de Rada que, antes de que
determinase nada, que pensase bien lo que iba a hacer”. (Tampoco era tan joven
Diego, y menos para aquel tiempo: tenía 19 años).
Ese mismo día se reunió Rada con varios compañeros para llegar a una
decisión consensuada. A la mayoría le pareció bien matar a Pizarro, pero
intervino Cristóbal de Sotelo, “diciendo que no lo hiciesen hasta que viniese
Vaca de Castro, y que, si no hiciese justicia recta, inclinándose al bando del
Marqués, los matasen a los dos; y, por las razones que dio Sotelo, se dejó por
entonces de hacer lo que ya tenían determinado”. Hay algo que resulta
sorprendente. Se puede entender que, si estuvieran solos y perdidos en aquella
lejanía de las Indias en una situación tan angustiosa, decidieran matar a
Pizarro. Pero la llegada del representante del Rey, debería haberles quitado
por completo de la cabeza lo que tenían pensado, decidiera lo que decidiera.
Para llegar a tal extremo de osadía, tenían que estar absolutamente
desesperados.
(Imagen) Le he dedicado ya dos imágenes al navarro Juan de Rada, pero no
estará de más ampliar detalles sobre él, ya que su protaganismo en el asesinato de Pizarro fue central. Por ser
el villano de esta tragedia, la Historia le ha olvidado injustamente, ya que
hizo grandes cosas en las Indias. Nació, de familia noble, en Obamos (Navarra)
el año 1587. Partió muy joven para las
Indias, y formó parte de las tropas que conquistaron Cuba bajo las Órdenes del
luego Gobernador Diego Velázquez de Cuéllar. En aquel ambiente, conoció a
Hernán Cortés, quien, teniéndolo a su servicio en la conquista de México, dijo
de él que “era un hombre apasionado, sincero, recto y soñador”. Más tarde llegó
a Perú con las tropas de Pedro de Alvarado, y, cuando este dejó allá su
ejército, Juan de Rada empezó a colaborar con Diego de Almagro. Se dice que
intentó que no fuera ejecutado Atahualpa, y que vino a España para suplicarle
al Rey que lo indultara. Volvió a Perú sin conseguirlo, y fue entonces cuando
se corvirtió en la mano derecha de Diego de Almagro, al ir a su lado en la
terribe campaña de Chile. En algún momento, Almagro comentó: “Mis penalidades
fueron bonanzas en comparación con las que padeció Don Juan de Rada”. Como
vimos, el sinventura Almagro, derrotado en Las Salinas, fue ejecutado sin
piedad por Hernando Pizarro. El triste anciano dispuso en su testamento que se
ocupara Juan de Rada de su hijo, quien, según dice el cronista Gonzalo
Fernández de Oviedo (que los conoció bien), lo respetó como si fuera su padre.
La veteranía y la edad de Rada, 53 años, le facilitó su misión, aunque Almagro
el Mozo no pudo contar con él en la guerra que le costó la vida, la de Chupas,
porque murió antes quebrantado por viejas heridas.
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