jueves, 4 de julio de 2019

(Día 874) Cristóbal de Sotelo pide a los almagristas que no se precipiten. Pero se decide matar a Pizarro y a Vaca de Castro, si este viene a castigarlos.


           MUERTE DE PIZARRO

     (464) Cieza va a entrar de lleno a narrar los acontecimientos del asesinato de Pizarro. Se lamenta de que los hechos no le dejen ni un momento de respiro, teniendo siempre su narración empapada de  atrocidades. Hace hincapié en que Don Francisco Pizarro no merecía destino tan trágico, subrayando la grandeza de sus logros en Perú, y los enormes sacrificios que le exigieron, pero no se olvida de que así de injusta fue la muerte que le dieron a Diego de Almagro. Por lo que cuenta, se ve claramente que todo estaba decidido antes de la visita de Rada a Pizarro. Aquel momento sentimental y el regalo de las naranjas fueron más bien la emoción de intuir que  el desastre estaba próximo. Todo indica que los de Diego de Almagro el Mozo ya habían sentenciado a Pizarro. Y que saben ahora que el momento de ejecutarlo ha llegado. Lo prueba el hecho de que, tras el día de San Juan, decidieron no esperar más. El desencadenamente fue la ya próxima llegada de Vaca de Castro.
     Así comenzó la tragedia: “Pasado el día de San Juan (24 de junio de 1541), Juan de Rada habló con D. Diego el Mozo, e le dijo que había oído decir que ya llegaba Vaca de Castro, y que se comentaba que venía de España sobornado con los dineros que el Marqués había enviado, y, además, que sospechaba que el Marqués los quería matar, e que, para librarse de lo uno y de lo otro, había decidido anticiparse e matar al Marqués, vengando la muerte del Adelantado D. Diego de Almagro”.
     En el discutible tema de las responsabilidades del Mozo en asunto tan tremendo, Cieza, ya de entrada, lo deja al margen de la decisión, pero no se puede saber con certeza lo que ocurrió: “Don Diego era muy mozo, virtuoso e de gran presunción (autoestima); para descender de padres tan humildes, tenía grandes pensamientos, y no le faltaba corazón para acometer cualquier hazaña, mas era tan muchacho, que no tenía edad para gobernar gente ni ser capitán. Respondió a Juan de Rada que, antes de que determinase nada, que pensase bien lo que iba a hacer”. (Tampoco era tan joven Diego, y menos para aquel tiempo: tenía 19 años).
     Ese mismo día se reunió Rada con varios compañeros para llegar a una decisión consensuada. A la mayoría le pareció bien matar a Pizarro, pero intervino Cristóbal de Sotelo, “diciendo que no lo hiciesen hasta que viniese Vaca de Castro, y que, si no hiciese justicia recta, inclinándose al bando del Marqués, los matasen a los dos; y, por las razones que dio Sotelo, se dejó por entonces de hacer lo que ya tenían determinado”. Hay algo que resulta sorprendente. Se puede entender que, si estuvieran solos y perdidos en aquella lejanía de las Indias en una situación tan angustiosa, decidieran matar a Pizarro. Pero la llegada del representante del Rey, debería haberles quitado por completo de la cabeza lo que tenían pensado, decidiera lo que decidiera. Para llegar a tal extremo de osadía, tenían que estar absolutamente desesperados.  

     (Imagen) Le he dedicado ya dos imágenes al navarro Juan de Rada, pero no estará de más ampliar detalles sobre él, ya que su protaganismo en  el asesinato de Pizarro fue central. Por ser el villano de esta tragedia, la Historia le ha olvidado injustamente, ya que hizo grandes cosas en las Indias. Nació, de familia noble, en Obamos (Navarra) el año 1587. Partió muy joven  para las Indias, y formó parte de las tropas que conquistaron Cuba bajo las Órdenes del luego Gobernador Diego Velázquez de Cuéllar. En aquel ambiente, conoció a Hernán Cortés, quien, teniéndolo a su servicio en la conquista de México, dijo de él que “era un hombre apasionado, sincero, recto y soñador”. Más tarde llegó a Perú con las tropas de Pedro de Alvarado, y, cuando este dejó allá su ejército, Juan de Rada empezó a colaborar con Diego de Almagro. Se dice que intentó que no fuera ejecutado Atahualpa, y que vino a España para suplicarle al Rey que lo indultara. Volvió a Perú sin conseguirlo, y fue entonces cuando se corvirtió en la mano derecha de Diego de Almagro, al ir a su lado en la terribe campaña de Chile. En algún momento, Almagro comentó: “Mis penalidades fueron bonanzas en comparación con las que padeció Don Juan de Rada”. Como vimos, el sinventura Almagro, derrotado en Las Salinas, fue ejecutado sin piedad por Hernando Pizarro. El triste anciano dispuso en su testamento que se ocupara Juan de Rada de su hijo, quien, según dice el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo (que los conoció bien), lo respetó como si fuera su padre. La veteranía y la edad de Rada, 53 años, le facilitó su misión, aunque Almagro el Mozo no pudo contar con él en la guerra que le costó la vida, la de Chupas, porque murió antes quebrantado por viejas heridas.



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