sábado, 13 de julio de 2019

(Día 882) Garcilaso dice que lo que le costó la vida a Pizarro fue su tolerancia con los almagristas. La reacción chulesca de Antonio Picado a sus provocaciones dio más impulso al motín.


     (472) Sigue hablando Inca Garcilaso del caldo de cultivo en el que fue fermentando el plan del asesinato de Pizarro: “Los consejeros del Marqués, sabiendo de aquellos tratos y conciertos, le insistían en que castigase aquellos motines quitando la vida a los cabecillas y desterrando del reino a los demás. El Marqués, como era de tan buena condición, respondía que dejasen a aquellos cuitados, pues harta mala ventura tenían viéndose pobres, vencidos y corridos. Y así, confiando en la paciencia del Marqués, Don Diego y los suyos le iban perdiendo la vergüenza tanto, que algunas veces pasaban delante de él sin quitarse las gorras, y sin hacerle ningún acatamiento. Entre otras cosas que hicieron, la más desvergonzada fue que una noche ataron tres sogas en la picota de la plaza (lugar de los castigos públicos), una la tendieron hacia la casa de Antonio Picado, secretario de Marqués, otra a la del doctor Juan Blázquez, que era Alcalde Mayor, y, la tercera, a la casa del mismo Marqués. Lo que fue una soberbia y desvergüenza que bastaban para que, con las mismas sogas, los ahorcaran a todos ellos. Mas la nobleza de la condición del Marqués los disculpaba, diciendo que los dejasen porque  ya tenían bastante con su desventura. Y los almagristas, en lugar de aplacarse, se desvergonzaron y se indignaron cada vez más”. La tolerancia de Pizarro le va a costar la vida. Nunca se sabrá si, con mano dura, le hubiese ido mejor.
     A pesar de su actitud rebelde, y de haber acordado matar a Pizarro, los almagristas estaban indecisos porque se enteraron de que iba a llegar Cristóbal Vaca de Castro enviado por el Rey. El cronista nos descubre que ese encargo se había producido por los datos que había traído a España un honrado conquistador (del que tanto hemos hablado): “Supieron que Diego de Alvarado, que había venido a España para acusar a los Pizarro, había conseguido un juez para la causa. Pero también supieron que el poder que el juez llevaba era muy limitado, ni para castigar a nadie ni para destituir al Marqués, sino para hacer una información y traerla a España, para que Su Majestad pronunciara el castigo que se había de hacer. En su confusión, acordaron esperar a ver cómo procedía el juez”. Pero lo que no ‘supieron’ fue que, si mataban a Pizarro, Vaca de Castro se iba a convertir automáticamente en Gobernador.
     Esa actitud de aplazamiento se fue al traste por la dinámica de las provocaciones. La desafiante rebeldía de las sogas amenazantes colocadas en la picota de la plaza tuvo una imprudente respuesta: “La espera de los de Almagro se trocó en cólera, ira y saña por un mal hecho de Antonio Picado, secretario del Marqués. Como los almagristas habían puesto las sogas en la picota, y una de ellas le amenazaba a él, sacó puesta en su gorra una medalla de oro muy rica con una higa esmaltada, motejándoles de cobardes. De lo cual se afrentaron e indignaron tanto aquellos bravos soldados, que determinaron ejecutar la muerte del Marqués sin aguardar la llegada del juez”. Fue el disparo de salida. Los almagristas perdieron toda discreción. Ocurrió, como vimos, que uno de ellos le confesó a un sacerdote lo que iban a hacer, y este se lo comunicó a Pizarro. En la versión de Inca Garcilaso, aunque mantuvo la calma, el Marqués tomó la precaución de no salir de casa. Y todo se precipitó trágicamente.

     (Imagen) De vez en cuando, surgen personajes raros y olvidados que tuvieron una fuerte y valiosa personalidad. Como BLAS VARELA, un mestizo peruano nacido en 1545, y el primero en ser ordenado sacerdote en Perú (en el Cuzco, el año 1574), tras haber ingresado en el seminario de los jesuitas cuando llegaron a aquella zona, en fecha tan tardía como 1568. Tuvo grandes similitudes con INCA GARCILASO DE LA VEGA. Su padre fue el capitán Luis Varela, y su madre, Francisca Pérez, quien, a pesar de su nombre como bautizada, era una princesa inca. Blas y Garcilaso coincideron en su educación bicultural, pero, al parecer, se mostró más radical en la denuncia de los abusos que sufrieron los nativos. Y veremos que eso le creó problemas. Los dos fueron bilingües e insaciables investigadores de la historia de su tierra, icluida la de la ocupación española. Blas vino a España para publicar sus trabajos, pero casi toda su obra se perdió estando en Cádiz cuando, en 1596, fue saqueada la ciudad por los ingleses. Y, curiosamente, lo único que se salvó lo incluyó después Inca Garcilaso en su popia obra (citando su origen), gracias a que se lo entregó el padre Pedro Maldonado de Saavedra después de morir Blas en 1597. Con base o sin ella, su memoria fu ultrajada. Los jesuitas le abrieron un proceso que lo tuvo diez años en la cárcel. Se le acusó de actos deshonestos. Otros dicen que la verdadera razón fue de tipo sociopolítico, por haber hecho en sus escritos afirmaciones muy agresivas contra el mal trato y los grandes sufrimientos que padecieron los indígenas bajo la dominacion española. El  caso es que lo ocurrido con Blas Varela trajo como consecuencia que, pocos años después, los jesuitas decidieran unánimemente, y para siempre, prohibir el ingreso de mestizos en sus seminarios.



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