miércoles, 24 de julio de 2019

(Día 891) Diego de Almagro el Mozo envió misivas presionando para que, muerto Pizarro, lo reconocieran como Gobernador. Lo aceptaron en Huamanga, y, acto seguido, lo intentó en el Cuzco.


     (481) Había otra pobre víctima en apuros: “Después de pasar esto, D. Diego y Juan de Rada tenían gran deseo de saber dónde estaba el tesoro que tenía el Marqués, e, al secretario Antonio Picado, unas veces le pedían blandamente e con amor que lo dijese, e, cuando veían que se negaba, le ponían grandes temores, diciéndole que se lo harían decir con tormentos”.
     No tardará en morir Antonio Picado, pero, de momento, Cieza nos lo deja en esa triste situación. Su relato va a ir mostrando las angustias  de quienes habían sido partidarios de Pizarro y, ahora,  donde los almagristas habían logrado el poder, se veían forzados a unirse a ellos. No era fácil resistirse a esa presión, pero algunos tuvieron la valentía de hacerlo, o huyeron cuanto antes a lugar más seguro. Diego de Almagro enviaba ofertas de cargos importantes a quienes consideraba que le serían valiosos. En ocasiones, su petición resultaba muy comprometida, porque obligaba a traicionar viejas lealtades. Yendo de camino hacia el Cuzco Vasco de Guevara, un mensajero del Mozo le había entregado una carta con propuestas para la población de Huamanga, “donde unos se holgaban en saber la muerte del Gobernador Pizarro, y a otros les pesaba grandemente”. Guevara siempre fue un fiel capitán de Diego de Almagro el Viejo, y, en este caso, aceptó el encargo de Almagro el Mozo, a quien los del Cabildo de Huamanga, sin duda orientados por Guevara, lo acataron como Gobernador. Tuvo que haber grandes reservas en la mente de Guevara, porque toda su trayectoria posterior fue de una fidelidad absoluta al Rey, contra el Mozo y contra Gonzalo Pizarro.   
     Era especialmente importante para el Mozo controlar el Cuzco. Entre otros, recibieron allí esas misivas Gabriel de Rojas y Don  Pedro de Portocarrero. Se daba la circunstancia de que la mayoría de los vecinos de la ciudad se fueron antes con el licenciado La Gama a la zona de los Chunchos para evitar que Perálvarez Holguín maltratara a los indios: “Y había en la ciudad del Cuzco más de ochenta hombres de los que estuvieron con el Adelantado Almagro en la batalla de las Salinas, por lo que, cuando supieron la noticia de la muerte del Gobernador Pizarro, se pusieron muy contentos”. Era tan comprometida la situación, que incluso el sensato Gabriel de Rojas no se atrevía a mostrar sus pensamientos: “Gabriel de Rojas aguardaba en su casa hasta ver lo que pasaba, y si D. Pedro de Portocarrero (era la máxima autoridad del Cuzco) tomaba el mando que le daba D. Diego de Almagro. Salieron luego a la plaza el Comendador de la Merced y otro fraile (porque este reino tiene otra dolencia, que es la de que los frailes son movedores de las guerras), y estos, más setenta hombres de armas, salieron dando voces para ir al Cabildo y para que se aceptasen allí las provisiones del nuevo Gobernador. Cuando lo supo D Pedro de Portocarrero, tomó sus armas y fue adonde solían hacer su cabildo. Allí se juntaron con él los dos alcaldes, Diego de Silva e Francisco de Carvajal, y los únicos regidores que estaban entonces en la ciudad, Hernando Bachicao y Tomás Blázquez”.

     (Imagen) HERNANDO BACHICAO nació en Sanlúcar de Barrameda. Es muy probable  que fuera hijo de un conquistador de Canarias del mismo nombre. Era hombre poco fiable y sanguinario, pero de gran valía militar. Vaciló, al prestar sus servicios, entre los dos bandos de las guerras civiles. Abandonó por interés a Almagro y permaneció después siempre fiel a los Pizarro, excepto una vez, y le costó la vida. Tras la batalla de las Salinas, fue nombrado por Pizarro regidor de la ciudad del Cuzco. En ese conficto, Bachicao tuvo la indecencia de acuchillar al capitán Pedro de Lerma, que yacía moribundo tras recibir muchas heridas (aunque no falleció entonces). Bachicao se convirtió en uno de los hombres con mayor protagonismo en la guerra civil capitaneada por Gonzalo Pizarro, a quien le resultó muy útil su falta de escrúpulos, para conseguirle soldados y suministros de armas y de dinero abundante que reforzaran su ejército. Como detalle corfirmatorio, se ve en un documento, del año 1546, que Pedro de la Gasca ordena que se le devuelva el cargo a un alcalde y las encomiendas de indios a varios vecinos, “que les había quitado Hernando Bachicao por no seguirle”. En el archivo de cartas que guardaba el gran Pedro de la Gasca para incriminar a los rebeldes, hay algunas que Bachicao dirigió a Gonzalo Pizarro, en las que se transparenta su espíritu chulesco. La batalla de Huarina (año 1547) fue una de las más sangrientas. A pesar de la inferioridad numérica de los pizarristas, lograron la victoria gracias a la habilidad estratégica del feroz Francisco de Carvajal, pero, en el momento más difícil, Bachicao había desertado con su tropa. Acabado el enfrentamiento, volvió con las orejas gachas. Si él era despiadado, Carvajal lo superaba: lo mató.



No hay comentarios:

Publicar un comentario