martes, 23 de julio de 2019

(Día 890) Explicación de por qué los indios mataron a fray Vicente de Valverde y a otros españoles. También Diego de Urbina contó el incidente. Los almagristas mataban sin piedad.


     (480) Cieza nos va aportando datos que revelan la enorme inquietud social que produjo el asesinato de Pizarro. Ya sabemos que el obispo fray Vicente de Valverde murió ese mismo año, pero ahora vamos a entender por qué: “En la Ciudad de los Reyes, los de Chile (almagristas) apresaron al doctor Juan Blázquez y lo llevaron a las casas de Antonio Picado, donde estuvo algunos días. El obispo Fray Vicente de Valverde (era hermano de Blázquez) iba a la ciudad del Cuzco muy pesaroso por saber la muerte del Marqués, y, como halló preso a su hermano (en Lima), temiendo que los de Chile le habían de matar, se metió con él y con otras personas en un pequeño navío, fingiendo que iba de caza, pero con intención de encontrarse con el presidente Vaca de Castro, y, en la isla de Puná, salieron los indios y le mataron a él, a su hermano e a otros dieciséis españoles”. Como vimos en su día, al morir Pizarro y dar con ello origen a una nueva guerra civil, hubo otro efecto inquietante: se produjo una rebelión general de los indios contra los españoles aprovechando el desbarajuste en que estaban metidos sus enemigos.
     Así se refleja en otro incidente simultáneo: “Tambien ocurrió que iban desde la costa hacia Quito veinte tratantes españoles, con mucha mercadería, y un cacique llamado Chaparra salió contra ellos y los mató a todos, tomándoles toda la mercadería que llevaban”. Su perdición sería, probablemente, que viajaban tranquilos porque hasta entonces no habían tenido ningún problema en esa ruta comercial. Hace ya tiempo que vimos una carta  que el vasco Diego de Urbina le envió al Rey contándole la explosiva reacción de los indios contra los españoles tras el asesinato de Pizarro. Él estaba al mando de la ciudad de Santiago, fronteriza con lo que hoy es Colombia, y tuvo que abandonarla con todos los vecinos para poder salvar la vida al sufrir un feroz ataque indígena. Más tarde volvió con su gente muy bien equipado, y pudo recuperar la ciudad, castigar a los indios, y dejarlos aplacados. Le contaba  también al rey la tragedia de Fray Vicente de Valverde y sus acompañantes en la isla Puná, pero la cifra de diecocho muertos que señala Cieza, la eleva él a más de treinta. No parece una contradicción, ya que, además de los que acompañaban al obispo, residían fijos en la isla otros españoles.
     Se empezaba ya a cortar cabezas con pocos miramientos: “El capitán García de Alvarado (almagrista) había apresado a Alonso de Cabrera, a Villegas, a Vozmediano e a otros que andaban alborotando con cartas contra Don Diego de Almagro por todas partes, y Juan de Rada le escribió mandándole que los matase, y García de Alvarado les cortó la cabeza en la ciudad de San Miguel, diciendo el pregón: ‘por amotinadores”. Cieza confirma lo que comenté hace tiempo: “Antonio de Orihuela, aquel que dije que venía de España con despachos para el Marqués, neciamente y sin mirar que no era tiempo de hablar, yendo a la posada de D. Diego de Almagro (en Lima), dijo algunas palabras feas que no gustaron a los de Chile. Juan de Rada fue luego a su posada y lo prendió, y, al otro día le cortaron la cabeza junto al rollo por amotinador”.

     (Imagen) Hemos hablado varias veces de FRAY VICENTE DE VALVERDE, pero ahora va a morir, y toca despedirnos de él para siempre. Nació el año 1498 en Oropesa (Toledo), de donde fueron otros dos grandes de las Indias, el heroico capitán Rodrigo Ogóñez y Francisco de Toledo, uno de los mejores virreyes de América. Los tres pertenecieron a familias aristocáticas, aunque Orgóñez sufrió la condicion de bastardo. Fray Vicente profesó como dominico y estudió en Salamanca, donde atesoró una gran cultura, porque, de acuerdo con el dicho, aquella universidad solo daba mucho al que tenía inteligencia y tesón. En las Indias mostró una valentía exepcional cuando se enfrentó cara a cara con Atahualpa en la plaza de Cajamarca, atiborrada de indios. Se rigió siempre por su conciencia, con mucha caridad, especialmente hacia los indios, pero también con el rigor de la fe, que le impedía morderse la lengua frente a los abusos de los españoles, o le obligaba a destruir los ídolos de los nativos. Fueron ambas cosas las que se conjuntaron para que tuviera una muerte atroz. Estaba en el Cuzco cuando le llegó la noticia de que Francisco Pizarro (con el que tenía un parentesco lejano) había sido asesinado. Sabiendo que aquel acontecimiento tendría un efecto devastador, partió de inmediato hacia Lima, con la esperanza de poder calmar los ánimos, pero no pudo evitar que también mataran a Antonio Picado, el secretario de Pizarro. Acusó a los asesinos desde el púlpito, y, ante sus amenazas, huyó de Lima en barco con varios españoles, entre los que iba su hermano, Juan Blázquez. Llegaron a la isla Puná, y, el 31 de octubre de 1541, los indios, que estaban en rebelión general, mataron a todos mientras oían misa, menos al obispo. Lo torturaron sádicamente, lo descuartizaron y comieron sus carnes (quizá recordando que había destruido sus ídolos).



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