lunes, 22 de julio de 2019

(Día 889) Almagro el Mozo trató de ganarse con una carta a Alonso de Alvarado, el cual le respondió airado. También había obligado al asustado Antonio Picado a escribirle para convencerlo.


     (479) No iba a ser fácil convencer con las cartas a los vecinos de Trujillo, porque había en la ciudad alguien peligroso: “En ese tiempo era Teniente de Almagro en la ciudad el capitán Pedro de Villafranca, e tuvo aviso de que el capitán Alonso de Alvarado había alzado bandera de fidelidad al Rey”.
     Mientras tanto, había ocurrido algo que muestra cierta ingenuidad de Diego de Almagro el Mozo y de sus hombres. Quisieron ganar para su causa al insobornable Alonso de Alvarado: “Por consejo de Juan de Rada, Cristóbal de Sotelo y otros, le escribió al capitán Alonso de Alvarado una carta muy graciosa (amable), dándole cuenta de la muerte del Marqués, de que los del Cabildo de la Ciudad de los Reyes lo habían reconocido como Gobernador, y de que en todas las demás poblaciones del reino habían hecho lo mismo. Le pedía que, pues era caballero y sabía que tuvo razón para vengar la muerte de su padre, no quisiese serle contrario, sino que se mostrase su amigo, y que, el cargo que tenía de mano del Marqués, que lo quisiese recibir de la suya, pues él deseaba acrecentarle la honra y la hacienda. Con aquella carta, le envió una provisión de Capitán e Teniente de Gobernador en aquella ciudad”.
    En el colmo del juego sucio, Almagro y los suyos se aprovecharon miserablemente de alguien que estaba en situación desesperada y que moriría pronto: “Para que el capitán Alonso de Alvarado aceptase el cargo e no cambiase de idea, como tenían en su poder al secretario Antonio Picado,  e supiesen cuán gran amigo era de Alvarado, le obligaron a que le escribiese, a gusto de ellos, una carta en la que dijera que D. Diego de Almagro había acertado en la muerte que dio al Marqués, por la ingratitud que tuvo con su padre e por la crueldad con que trataba a los de Chile, y que, pues todos los capitanes  del Marqués le habían obedecido, que hiciese él lo mismo, porque, no haciéndolo, Dios y Su Majestad serían muy deservidos, y los naturales muy fatigados. Y, además de estas cartas, escribió Juan de Rada otra, casi diciendo lo mismo, e las enviaron las cartas a la Ciudad de la Frontera, y, cuando fueron vistas por el capitán Alonso de Alvarado, recibió muy gran  enojo, respondiéndoles conforme al mal que habían hecho, e no a las palabras dulces que le escribieron”.
     Utilizaron sin ningún escrúpulo a Antonio Picado pensando que sus palabras le harían ceder a Alonso de Alvarado. Se basaba su confianza en que daban por seguro que le debía un gran favor, porque, al parecer,  gracias a la influencia que Picado tenía sobre Pizarro, consiguió que le quitara a Pedro de Lerma su máxima autoridad militar, para dársela a Alonso de Alvarado. Cuestión que nunca quedará clara, porque, como vimos, el cronista que lo aseguró, Pedro Pizarro, no miraba con buenos ojos a Antonio Picado. Recordemos también que, al margen de cuál fuera el motivo por el que lo destituyeron, el hecho provocó que Lerma se pasara al bando de Almagro, muriendo poco después. Penoso espectáculo el del triunfador Antonio Picado, reducido ahora a una sombra triste y maltratada que, sin duda, sabía lo que le esperaba.

     (Imagen) Nos cuenta Cieza que, después del asesinato de Pizarro, Almagro el Mozo puso al mando en la ciudad de Trujillo al capitán madrileño PEDRO DE VILLAFRANCA. Su trayectoria va a ser muy oscilante, terminando arrimado al sol que más calentaba, el bando de los leales al Rey. Debía de ser también una especie de arquitecto, porque, cuando fue a las Indias, en 1533, recaló en Panamá, donde estaba un hermano suyo llamado Francisco Pérez de Lezcano, deán de la catedral, y se ocupó, por encargo del Rey, en construir una fortaleza, que luego quedaría bajo su mando. Iba con su mujer y sus hijos, dándose la casualidad de que uno de ellos era la brava María de Lezcano, siendo ella y su marido, Juan de Barbarán, quienes evitaron que se profanara en 1541 el cadáver de Pizarro. Recordemos también que, ya viuda, tuvo un fuerte enfrentamiento con la aristocrática María de Velasco y con su marido, el gran Alonso de Alvarado, por disputarse ambas damas un lugar preferente en la catedral de Lima. Pronto veremos que Cristóbal Vaca de Castro, el represetante de Rey, en cuanto llegó a Trujillo, le quitó a Pedro de Villafranca el mando por continuar siendo almagrista después de luchar en las Salinas contra Pizarro. Luego Pedro se sometió a la autoridad de Vaca de Castro, pero más tarde volvió a coquetear con los rebeldes al lado de Gonzalo Pizarro, y, en una última traición, se pasó al ejécito de Pedro de la Gasca. Es posible que muriera hacia 1548 en la batalla de Jaquijaguana, como Gonzalo Pizarro, pero siendo enemigos. La imagen muestra una curiosa reclamación de un hijo suyo (de igual nombre), pesentada en Madrid tiempo atrás (año 1538) contra un tal García de Contreras, porque, habiendo hecho un trato a medias con su padre para que le prestara unos indios que excavasen en tumbas en busca de tesoros, se quedó con la mayor parte del botín.



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