(479) No iba a ser fácil convencer con las cartas a los vecinos de
Trujillo, porque había en la ciudad alguien peligroso: “En ese tiempo era
Teniente de Almagro en la ciudad el capitán Pedro de Villafranca, e tuvo aviso
de que el capitán Alonso de Alvarado había alzado bandera de fidelidad al Rey”.
Mientras tanto, había ocurrido algo que muestra cierta ingenuidad de
Diego de Almagro el Mozo y de sus hombres. Quisieron ganar para su causa al
insobornable Alonso de Alvarado: “Por consejo de Juan de Rada, Cristóbal de Sotelo
y otros, le escribió al capitán Alonso de Alvarado una carta muy graciosa (amable), dándole cuenta de la muerte del
Marqués, de que los del Cabildo de la Ciudad de los Reyes lo habían reconocido
como Gobernador, y de que en todas las demás poblaciones del reino habían hecho
lo mismo. Le pedía que, pues era caballero y sabía que tuvo razón para vengar
la muerte de su padre, no quisiese serle contrario, sino que se mostrase su
amigo, y que, el cargo que tenía de mano del Marqués, que lo quisiese recibir
de la suya, pues él deseaba acrecentarle la honra y la hacienda. Con aquella
carta, le envió una provisión de Capitán e Teniente de Gobernador en aquella
ciudad”.
En el colmo del juego sucio, Almagro y los suyos se aprovecharon
miserablemente de alguien que estaba en situación desesperada y que moriría
pronto: “Para que el capitán Alonso de Alvarado aceptase el cargo e no cambiase
de idea, como tenían en su poder al secretario Antonio Picado, e supiesen cuán gran amigo era de Alvarado,
le obligaron a que le escribiese, a gusto de ellos, una carta en la que dijera
que D. Diego de Almagro había acertado en la muerte que dio al Marqués, por la
ingratitud que tuvo con su padre e por la crueldad con que trataba a los de
Chile, y que, pues todos los capitanes
del Marqués le habían obedecido, que hiciese él lo mismo, porque, no
haciéndolo, Dios y Su Majestad serían muy deservidos, y los naturales muy
fatigados. Y, además de estas cartas, escribió Juan de Rada otra, casi diciendo
lo mismo, e las enviaron las cartas a la Ciudad de la Frontera, y, cuando
fueron vistas por el capitán Alonso de Alvarado, recibió muy gran enojo, respondiéndoles conforme al mal que
habían hecho, e no a las palabras dulces que le escribieron”.
Utilizaron sin ningún escrúpulo a Antonio Picado pensando que sus
palabras le harían ceder a Alonso de Alvarado. Se basaba su confianza en que
daban por seguro que le debía un gran favor, porque, al parecer, gracias a la influencia que Picado tenía sobre
Pizarro, consiguió que le quitara a Pedro de Lerma su máxima autoridad militar,
para dársela a Alonso de Alvarado. Cuestión que nunca quedará clara, porque,
como vimos, el cronista que lo aseguró, Pedro Pizarro, no miraba con buenos
ojos a Antonio Picado. Recordemos también que, al margen de cuál fuera el
motivo por el que lo destituyeron, el hecho provocó que Lerma se pasara al
bando de Almagro, muriendo poco después. Penoso espectáculo el del triunfador Antonio
Picado, reducido ahora a una sombra triste y maltratada que, sin duda, sabía lo
que le esperaba.
(Imagen) Nos cuenta Cieza que, después del asesinato de Pizarro, Almagro
el Mozo puso al mando en la ciudad de Trujillo al capitán madrileño PEDRO DE
VILLAFRANCA. Su trayectoria va a ser muy oscilante, terminando arrimado al sol
que más calentaba, el bando de los leales al Rey. Debía de ser también una
especie de arquitecto, porque, cuando fue a las Indias, en 1533, recaló en
Panamá, donde estaba un hermano suyo llamado Francisco Pérez de Lezcano, deán
de la catedral, y se ocupó, por encargo del Rey, en construir una fortaleza,
que luego quedaría bajo su mando. Iba con su mujer y sus hijos, dándose la
casualidad de que uno de ellos era la brava María de Lezcano, siendo ella y su
marido, Juan de Barbarán, quienes evitaron que se profanara en 1541 el cadáver
de Pizarro. Recordemos también que, ya viuda, tuvo un fuerte enfrentamiento con
la aristocrática María de Velasco y con su marido, el gran Alonso de Alvarado,
por disputarse ambas damas un lugar preferente en la catedral de Lima. Pronto
veremos que Cristóbal Vaca de Castro, el represetante de Rey, en cuanto llegó a
Trujillo, le quitó a Pedro de Villafranca el mando por continuar siendo
almagrista después de luchar en las Salinas contra Pizarro. Luego Pedro se
sometió a la autoridad de Vaca de Castro, pero más tarde volvió a coquetear con
los rebeldes al lado de Gonzalo Pizarro, y, en una última traición, se pasó al
ejécito de Pedro de la Gasca. Es posible que muriera hacia 1548 en la batalla
de Jaquijaguana, como Gonzalo Pizarro, pero siendo enemigos. La imagen muestra
una curiosa reclamación de un hijo suyo (de igual nombre), pesentada en Madrid
tiempo atrás (año 1538) contra un tal García de Contreras, porque, habiendo
hecho un trato a medias con su padre para que le prestara unos indios que
excavasen en tumbas en busca de tesoros, se quedó con la mayor parte del botín.
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