(1259) Sobre la marcha, el gobernador
Alonso de Sotomayor iba haciendo nuevos nombramientos: "Rafael
Portocarrero, el nuevo coronel del ejército, fue marchando con sus hombres hacia
Tucapel y Arauco, y se alojó en el
estero de Vergara, donde en la revista
que se hizo en presencia del gobernador se hallaron cuatrocientos quince
españoles, y entre ellos doscientos cincuenta arcabuceros. En este lugar, el
gobernador hiso alférez general a un cuñado suyo llamado don Carlos de
Irazábal, y nombró capitanes a don Pedro Páez Castillejos, don Bartolomé
Morejón, don Juan Rodolfo Lisperguer, Diego de Ulloa y Pedro de Cuevas (en
aquellos tiempos ser 'Don' suponía relieve social). Estando todo puesto a
punto, fueron recorriendo las tierras de Mareguano, Millapoa y Talcamavida, llegando
finalmente a la cuesta de Villagrán, para entrar por ella en Arauco. En este
paso estaban fortificados los enemigos, pero los nuestros caminaban sin miedo
aun viendo grandes huestes de enemigos que los seguían sin atreverse a
acometerles hasta llegaran al fuerte que tenían hecho. Frente a este, se alojó
la gente española, y luego los arcabuceros
y los de a caballo se prepararon para la batalla. Aunque los indios tenían puestos muchos obstáculo
y hoyos abiertos, con otras estratagemas, acometieron los nuestros acometieron
y trabaron una batalla muy sangrienta por espacio de dos horas, en la que
mataron a muchos indios, perdiendo de nuestra parte a un caballero portugués
del hábito de Cristo, al que lo mató, por error, un soldado bisoño de un
arcabuzazo. Finalmente, el fuerte de los enemigos quedó desbaratado, bajando
sin obstáculos la gente española al campo raso, y al día siguiente se alojaron
en el sitio donde solía estar la casa fuerte en tiempo de Valdivia, don García
y otros gobernadores. Después el gobernador don Alonso puso los en un sitio muy
cómodo y apacible, y allí construyó una casa fuerte con mucho esfuerzo de los
soldados, pues, además de trabajar en esta obra, también que defenderse de los enemigos".
Terminada la preparación del fuerte, los
españoles pudieron intensificar los ataques a los indios:
"Salían con mucha frecuencia a dar trasnochadas a los adversarios,
hallándose personalmente en todo el maestre de campo, Alonso García Ramón. Con
lo cual se vieron los indios tan acosados, que muchos de ellos acudieron a someterse
a los españoles. Pero había otros tan perseverantes en la defensa de sus
tierras, que se congregaron para dar contra los nuestros muriendo o matando. Unos
ocho mil indios fueron marchar en busca del maestre de campo, que andaba peleando
lejos de la fortaleza. El general que estaba en ella, sabiendo lo que pasaba,
salió con más de cien españoles y llegó a la vista de los enemigos, los cuales
se fueron retirando y los nuestros tras de ellos, picándoles en la retaguardia mientras
el maestre de campo llegaba en busca de ellos. Al juntarse, volvieron todos a
la fortaleza, y el gobernador envió al maestre de campo Alonso García Ramón a
la ciudad Lima para pedir ayuda de gente y municiones al virrey que, por
entonces, lo era don García Hurtado de Mendoza marqués de Cañete de cuya
respuesta se hablará en su momento".
(Imagen) Nos vamos acercando al final de
esta crónica, por lo que, a falta de nuevos personajes, iré nutriendo las
imágenes de los últimos comentarios del cronista. Nos habla ahora de que el
gobernador Alonso de Sotomayor estaba consiguiendo el año 1590 pacificar a
muchos indios. Entre ellos, a los de la isla de Santa María, aquellos que
habían sido duramente castigados por matar a mensajeros españoles: "Luego
sometió gran parte de los territorios de Tucapel, y sus capitanes Pedro Cortés
y Juan Rodolfo Lisperguer, que tuvieron muy dura pelea con dos escuadrones de
indios, salieron victoriosos, aunque perdieron a un soldado. Con
esto, puso don Alonso de Sotomayor fin a las batallas que tuvo en Chile, en
todas las cuales, y en las demás cosas del gobierno, mostró mucho valor y
prudencia. Lo cual no era nuevo en su persona, porque muchos años antes había
sido tan estimado entre los capitanes de Flandes, que, teniendo que enviar los
generales un embajador a Su Majestad, pusieron los ojos en este caballero por
la satisfacción que de él tenían. Y como en aquel viaje lo encontró el señor Don
Juan de Austria, lo regresó consigo por no ser por entonces necesaria su
embajada, pero después de llegar a Flandes, lo volvió a enviar él mismo como
mensajero adonde el Rey, siendo su guía el flamenco Juan Enríquez, quien
después lo ayudó mucho en Chile". Luego el cronista nos muestra el afecto
que sentía García Hurtado de Mendoza, virrey de Perú, por las tierras chilenas,
donde había sido gobernador: "El celo que trajo de España acerca del
remedio de las cosas de Chile se manifestó tanto en otras ocasiones de su
gobierno, como en esta de ahora, cuando el maestre de campo se trasladó a Perú para
pedirle ayuda de gente, porque lo tomó
esto con tantas ganas, que, en pocos días, lo mandó de vuelta con buen número
de soldados para acabar ya con guerra tan prolija. Llegó el maestre de campo a Chile en salvamento con la gente que traía
de Perú y alcanzó al gobernador en los términos de la ciudad de Concepción, el
cual, estando muy deseoso de verse con el nuevo virrey del Perú y tratar con él
despacio del remedio que necesitaba este reino de Chile, partió el año 1591,
dejando encargado su ejército al maestre de campo Alonso García Ramón, de quien
estaba tan satisfecho como sus obras merecían. Y, porque los lugares más
necesitados eran Arauco y Tucapel, le confió en particular la defensa de la
fortaleza que había en aquella zona, dejando en las demás los medios y los capitanes
necesarios para protegerlas". En la imagen vemos que RERE, una pequeña
población chilena, recuerda a su fundador, el gobernador Sotomayor.
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