(1279) Los mapuches iban llenándose de
entusiasmo al tener a los españoles tan acorralados. Las limitadas victorias de
los españoles apenas les impresionaban: "La defensa temporal que se había
mantenido en la ciudad de Angol no podía
contener, ni siquiera en parte, la insurrección general de los nativos. Los
indios que poblaban los campos del norte del Biobío, creyeron que los españoles
estaban perdidos y que bastaría un regular esfuerzo para arrojarlos
definitivamente del territorio. En esta confianza, se reunieron en número
considerable, y después de recorrer los campos vecinos, haciendo las
devastaciones acostumbradas, se presentaron el 6 de abril enfrente de
Concepción. En el primer combate, los indios fueron batidos por los defensores
de la ciudad, bajo el mando del alférez real Luis de las Cuevas, pero quedaba
otro cuerpo reunido a pocas leguas de la ciudad, en el asiento de Quilacoya. No
queriendo darles tiempo a que se organizaran mejor, resolvió Viscarra salir a
atacarlos. Poniéndose él mismo a la cabeza de unos ochenta soldados, partió de
Concepción en la tarde del 7 de abril, y cayendo de improviso antes de amanecer
sobre el campamento de los bárbaros, mató más de cien de estos, tomó
prisioneros a unos cuarenta y obligó a los otros a buscar la salvación en la
fuga. Con el propósito de aterrorizar al enemigo, el Gobernador declaró que
todo indio que fuese tomado con las armas en la mano sería reducido a
esclavitud. En ejecución de este decreto, los prisioneros de Quilacoya fueron
marcados en la cara con un hierro candente".
Veremos en la imagen cómo apareció de
repente en escena Francisco de Quiñones, el cual se ofreció en Lima a tomar el
mando de una tropa de refuerzo con destino a Chile, para ayudar a los
desesperados españoles. Diego Barros define al personaje: "Era Quiñones un
hidalgo originario de León, que sirvió al Rey desde su primera juventud, y que
había llegado a la vejez conservando la entereza de su carácter. En 1559,
embarcado en Italia en la escuadra que mandaba el duque de Medinaceli, virrey
de Nápoles, luchó en la funesta jornada de Jelbes. Es esta una isla pequeña,
situada en las inmediaciones de Trípoli, y nido entonces de los piratas turcos.
Los españoles se apoderaron de ella sin grandes dificultades, pero atacados por
una escuadra turca, sufrieron una espantosa derrota, y perdieron treinta naves,
mil muertos y cerca de cinco mil prisioneros que fueron llevados a
Constantinopla y vendidos como esclavos. Don Francisco de Quiñones fue uno de ellos.
Se ha contado que en el combate desplegó un valor heroico, que defendió su nave
casi en solitario, y que cayó en poder de los turcos cubierto de heridas. Pero
más tarde recobró su libertad mediante un grueso rescate en dinero, y continuó
sirviendo en Italia y en Flandes. En España, don Francisco de Quiñones contrajo
matrimonio con doña Grimanesa de Mogrovejo, hermana de un célebre religioso que
desempeñaba el cargo de inquisidor de Granada, y que ha sido canonizado por la
Iglesia con el nombre de Santo Toribio
de Mogrovejo. Promovido este al rango de arzobispo de Lima, Quiñones
pasó con él al Perú en 1580. Pronto se le dieron los cargos de maestre de campo
y de comisario general de la caballería. En 1582, el virrey don Martín Enríquez
le confió la misión de conducir hasta Panamá la flota que llevaba a España los
tesoros del Perú, y pocos meses más tarde fue nombrado corregidor de la ciudad
de Lima y de su distrito. En este puesto desplegó una gran actividad en la
persecución de ladrones y de vagos, y se ganó la reputación de hombre
justiciero".
(Imagen) Los mapuches dejaron para la
historia un recuerdo de su crueldad, pero también de su asombrosa valentía.
Diego Barros comenta: "Estos pequeños triunfos no mejoraron la situación
de los españoles, pues los indios rebeldes quedaron dueños de todos los campos circunvecinos. Quemaron las casas e
inquietaban sin cesar a la ciudad de Concepción. Los pobladores se encerraban
cada noche en la iglesia, donde creían posible defenderse. Pero el Gobernador
comprendía de sobra los peligros de la situación. Desde la funesta jornada de
Curalaba, en diciembre del año anterior, habían perdido más de 200 hombres, y,
entre ellos, al Gobernador García de Loyola y algunos de sus más ilustres
capitanes, suponiendo en total una tercera parte de los pobladores de las
ciudades del sur. Los españoles habían visto arrasadas todas sus estancias,
quemados algunos fuertes, destruida una de sus ciudades y seriamente amenazadas
las otras. 'Si se dilata el socorro que de Vuestra Excelencia se espera,
escribía Viscarra al virrey del Perú, es muy probable que se rebelen todos los indios de Chile, y sería
necesario llevar a cabo una nueva conquista'. En efecto, los socorros pedidos
al Perú tardaban demasiado. A mediados de enero de 1599 había partido de Valparaíso
el capitán Luis Jufré para pedirle al Virrey el envío de algunos auxilios.
Cuando llegó Jufré a Lima, comenzó a cumplir su misión con toda intensidad. En
aquella ciudad encontró dos individuos bien dispuestos a ayudarlo, el capitán
Jerónimo de Benavides, que el año anterior había ido al Perú con un objetivo
análogo, y Domingo de Eraso, el secretario de García de Loyola, que volvía de
España después de realizar una gestión semejante. El virrey del Perú, don Luis de Velasco,
se había mostrado siempre dispuesto a socorrer a Chile, y ya había enviado los
refuerzos de hombres y de municiones que le había sido posible reunir. En esta
ocasión, ante el formidable levantamiento de los indios y la muerte del
gobernador García de Loyola, el Virrey demostró mayor empeño aún en suministrar
esos socorros. Reunió al efecto a los oficiales de la Real Audiencia, y, de
acuerdo con ellos, dispuso que a la mayor brevedad se alistasen 300 hombres y
se les proveyese de armas y municiones. Cuando buscaba entre los capitanes que había en
todo el virreinato uno a quien confiar el mando de esas tropas y el gobierno de
Chile, se ofreció espontáneamente a
desempeñar este cargo un antiguo militar llamado don Francisco de Quiñones, que
gozaba de gran prestigio y que servía en el alto puesto de corregidor de
Lima". Ampliaré datos sobre Francisco de Quiñones. En el grabado, tres
gobernadores de Chile: Quiñones, Loyola y Viscarra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario