martes, 22 de marzo de 2022

(1677) La tragedia iba en aumento. Murió, entre otros, el capitán Andrés Valiente. Varias poblaciones, como La Imperial, estaban cercadas y sin recursos. Algunos, jugándose la vida, fueron a Concepción pidiendo ayuda, pero no la había.

 

     (1277) La rebelión fue intensificándose: "No tardando mucho, los indios rebeldes asaltaron un pequeño fortín que los españoles tenían en Maquegua,  cerca de La Imperial, degollaron a los indios amigos de los españoles que encontraron allí, y lo prendieron fuego. Se rehízo pronto el fortín, pero los mismos indios que habían sido fieles a los españoles, mataban a los soldados que lo defendían. Los defensores de La Imperial tuvieron hasta fines de marzo cerca de cincuenta hombres muertos, lo que era una pérdida enorme, dada la escasez de soldados". La situación era especialmente dramática, ya que los vecinos se veían desamparados: "En todo el tiempo transcurrido desde el principio  del levantamiento general, los defensores de La Imperial solo habían recibido de fuera auxilios casi insignificantes. El 27 de marzo se reunía el cabildo de la ciudad y daba sus poderes a don Bernardino de Mendoza para que se trasladase a Concepción y pidiese al gobernador interino Viscarra los auxilios que se creían indispensables para la defensa de la ciudad. Pero la gestión estaba condenada al fracaso. En medio de los apuros que pasaba todo el país, su gobierno superior podía hacer bien poca cosa en favor de las ciudades del sur. El gobernador interino les había enviado en febrero un corto socorro de tropas que, según dos testigos,  sirvieron de muy poco, ya que solo eran 48 hombres, tan inútiles y desarmados que se reían los indios de ellos. Con este miserable refuerzo se intentaba socorrer cuatro ciudades amenazadas por la formidable insurrección de los indígenas".

     Todo podía empeorar: "La Imperial pasó luego por pruebas más dolorosas todavía. Los españoles tenían por amigos a los indios que poblaban la ribera sur del río Cautín. En esos lugares, y a poco más de dos leguas de La imperial, habían establecido un fortín con escasa guarnición, y tenía la misión de amparar las estancias y los trabajos agrícolas que allí existían. En los primeros días de abril se presentó allí un cuerpo considerable de indios de guerra mandado por Anganamón. Sin tardanza, dieron muerte a los seis españoles que hallaron allí, y a todos los indios amigos que pudieron apresar. A consecuencia de esta operación de los bárbaros, los defensores de La Imperial iban a hallarse incomunicados con las ciudades del sur, como lo estaban ya con las del norte". Este comentario aclara algo que mencioné como sorprendente: el hecho de que ningún español fuera a socorrer a los vecinos de La Imperial. Al parecer, resultaría un suicidio intentarlo, porque quedaron cercados por los indios, quienes, asimismo, y de forma  multitudinaria, contralaban todos los caminos. Por si fuera poco, el corregidor de La Imperial pecó de osado: "Ante este peligro,  el capitán Andrés Valiente perdió toda su prudencia. Reunió 40 soldados, y se dirigió con ellos a reponer el fuerte, pero los indios habían juntado guerreros en número veinte veces mayor que el de los españoles. El 8 de abril cayeron sobre los soldados del capitán Valiente cortándoles toda retirada posible. La lucha, que no debió de ser larga, se terminó con una de las más desastrosas derrotas que habían sufrido los españoles. Dos de estos lograron pasar a nado el río Cautín y llegar sanos y salvos a La Imperial. Otros tres tomaron la fuga por las llanuras orientales, y hallaron su salvación en la apartada ciudad de Villarrica. Los treinta y cinco restantes, y entre ellos el mismo capitán Andrés Valiente, fueron matados inhumanamente".

 

     (Imagen) Las victorias que iban consiguiendo los mapuches, y su extrema crueldad, tenían aterrorizados a todos los españoles de Chile, siendo la ciudad de La Imperial la que estaba en el centro del horror, aislada de las demás y acabando de sufrir la tragedia de la muerte del corregidor Andrés Valiente y treinta y cinco de los escasos soldados que llevaba consigo. El historiador Diego Barros nos dice: "Aquel desastre produjo una impresión profundamente dolorosa en la ciudad. Los habitantes de La Imperial celebraban esos días la Semana Santa. Persuadidos de que sus oraciones podrían atraerles una protección sobrenatural, hicieron votos y procesiones, pero la desgracia no cesaba de perseguir a los defensores de La Imperial. Uno de esos mismos días, los indios de guerra, animados por los que habían sido amigos de los españoles, hicieron su entrada en los barrios de la ciudad que acababan de abandonar los vecinos, y se llevaron todos los objetos que encontraban en las casas, sin hallar la menor resistencia en ninguna parte. En los alrededores ejercían depredaciones mayores todavía, destruyendo las casas de las estancias, robando los ganados y sembrando por todas partes la desolación y el espanto. El corregidor de Valdivia, sin posibilidad de prestar a La Imperial un auxilio más eficaz, juntó apenas veintidós hombres y los hizo partir por el camino de tierra bajo las órdenes del capitán Liñán de Vera. En las cercanías del río Toltén, fueron asaltados de improviso por los indios de esta región, que hasta entonces habían sido pacíficos, y los mataron a todos sin  piedad. Después de tantos desastres, la situación de los defensores de la ciudad era casi desesperada. El capitán Hernando Ortiz, que había tomado el mando por muerte del corregidor, pasó revista a sus tropas y sólo halló noventa nombres, incluyendo sacerdotes, ancianos y enfermos, para atender a la defensa de la ciudad. Esperando todavía socorros que en aquellos momentos no podían llegarle de ningún lado, había hecho partir para Concepción el 9 de abril a don Baltasar de Villagrán y a fray Juan de Lagunilla a dar cuenta al Gobernador de los apuros por los que pasaba la ciudad. Esos emisarios, venciendo dificultades extraordinarias y escapando felizmente a los mayores peligros en un territorio ocupado por los enemigos, llegaron a Angol y de allí siguieron su viaje a Concepción, sin más resultado que el de saber que el gobernador Viscarra no se hallaba en una situación más holgada que la de los defensores de La Imperial, y que, por lo tanto, le era absolutamente imposible prestar a esta ciudad los auxilios que pedía". En la imagen, subrayadas, Santiago, La Imperial y ciudades afectadas por el terror mapuche.




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