(1262) Llega un nuevo gobernador a Chile,
y el cronista nos lo presenta. Ya he mencionado en varias ocasiones que era un
vasco sobrino nieto de San Ignacio de Loyola, el impresionante personaje en el
que se dio la circunstancia de que, como ocurrió a veces en las Indias, fue
soldado antes que sacerdote (y, por añadidura, fundador de la Compañía de
Jesús, que tanta importancia ha tenido a lo largo de la Historia). Se trataba
de MARTÍN GARCÍA ÓÑEZ DE LOYOLA. Oigamos al cronista. "Habiendo sido
nombrado muchos días atrás gobernador del Paraguay Martín García de Loyola, Caballero
del Hábito de Calatrava, natural de la provincia de Guipúzcoa, de la casa de
Loyola y descendiente de la cabeza de ella, y habiéndose retrasado su viaje, el
cual había de hacer desde el Perú, donde residía, le llegaron provisiones del
rey Don Felipe Segundo, en las que lo nombró gobernador y capitán general de
estos reinos de Chile. Por entonces esta tierra se encontraba a la sazón tan
miserable y el estado de las cosas de la guerra tan empobrecido, que, por no
poder sustentarlas, había ido don Alonso de Sotomayor (sin saber que había
sido cesado como gobernador) a la ciudad de los Reyes (Lima), del
Perú, a pedir ayuda de gente, munición y dineros para que no decayesen del todo.
Pero aun así, se animó el nuevo gobernador a tomar la posesión de su cargo,
entrando a la ciudad de Santiago, con solo dos criados, en el mes de setiembre
del año 1592. Fue muy bien recibido por todos, y lo primero que hizo fue
enterarse de raíz de todas las cosas que entonces ocurrían, sin querer cambiar
ni una piedra hasta tomar el pulso del estado de ellas. Habiendo sabido el
gobernador que el maestre de campo Alonso García Ramón, que estaba con ciento
treinta hombres en la fortaleza de Arauco, se encontraba en gran aprieto por tenerle
cercado más de cuatro mil indios, dio orden de remediar este daño, tomando
pareceres de los principales del pueblo y de los más versados en las cosas de guerra. Como
ya estaban todos muy cansados de tan largas molestias y no veían forma de sacar adelante lo que en cincuenta años no
habían podido concluir en tiempos en los que había sido más factible, manifestaron
el parecer de que se abandonasen los fuertes que estaban fuera de las ciudades,
pues había mucho que hacer en los pueblos, ya que estaban con gran necesidad de
gente hacendosa, pues había mucha hambrienta, rota y casi desesperada por
tantas calamidades y ninguna manera de alivio ni socorro. Pero se mostró Loyola
tan animoso, que, no solamente no abandonó los fuertes ya fundados, ni desistió
de la continuación de la guerra, sino que lo tomó todo con nuevos bríos,
supliendo con sagacidad y prudencia la falta de medios, que a la sazón eran muy escasos. Y, para que se
consiguiese el refuerzo que se necesitaba, envió a Miguel de Olavarría (otro vasco), su sargento mayor, a la ciudad de
Lima, del Perú, para que pidiese ayuda
de gente y dinero para sustentar la guerra, pues le constaba enteramente el deseo que don Garcia Hurtado
de Mendoza, marqués de Cañete y virrey de aquel reino de Perú, tenía de
favorecer las cosas de Chile como cosa propia, por haber sido el más insigne benefactor
de este reino". Las últimas elogiosas palabras dejan claro que el jesuita
Bartolomé de Escobar, al hacer la última corrección de la crónica de Pedro
Mariño de Lobera, quiso poner en muy buen lugar (aunque es cierto que tuvo
grandes méritos como gobernador de Chile) al virrey García de Mendoza, quien le
había encomendado el trabajo.
(Imagen) Estamos viendo al gobernador MARTÍN
GARCÍA DE LOYOLA llegar a Chile EL AÑO 1592, primer centenario de la asombrosa
proeza de CRISTÓBAL COLÓN. Desde que
descubrió América, los españoles no dejaron de seguir hacia delante, PLUS ULTRA. Nada les frenaba,
y las consecuencias fueron una mezcla de grandes logros para la humanidad, pero
no exentos de horrores y crueldades. Si algo los caracterizó fue el ansia de
gloria y riquezas, pero a base de un esfuerzo y un heroísmo extraordinarios, a
lo que se añadía un sincero deseo de cristianizar a los nativos. Muchos avances
rozaron el fracaso. Colón les falseaba a sus marinos las distancias para que no
se amotinaran al ver que el mar parecía inacabable. Igual que a él, España
acogió a Fernando de Magallanes, quien encontró el paso, por el estrecho de su
nombre, a ese inmenso Océano Pacífico que había descubierto el gran Vasco Núñez
de Balboa el año 1513. Masacrado Magallanes por indígenas, Juan Sebastián
Elcano completó la vuelta al mundo en 1522. Pero antes, en 1519, Hernán Cortés
(quizá el más completo de aquellos héroes), descubrió y conquistó México tras
haber estado a punto de que lo mataran. El increíble Francisco Pizarro, cuyos
ojos vieron el Pacífico junto a Balboa, tardó ocho terribles años en encontrar
el imperio inca y apresar a Atahualpa (en 1532). Tristemente, luego llegaron las sangrientas
guerras civiles de Perú. Por aquel tiempo, el culto Gonzalo Jiménez de Quesada
(de quien ya hablaremos), tuvo la
habilidad de mantener su autoridad en Colombia (merecidamente) frente a dos
temibles pretendientes, Sebastián de Belalcázar y el alemán Nicolás Federmann. Vimos
las aventuras de Álvar Núñez Cabeza de Vaca por las tierras de Florida, y la
manera ignominiosa en que, en 1544, fue destituido de su cargo como gobernador
del territorio de Río de la Plata, y ahora (año 1592) estamos inmersos en la
historia de la conquista de Chile, iniciada por el extraordinario Pedro de
Valdivia. Durante estos cien años ha habido personajes de brillo excepcional,
tanto militares, como políticos, funcionarios y clérigos, y gracias a su
iniciativa, valentía y espíritu emprendedor, se fundaron unas setecientas
ciudades, se construyeron numerosas catedrales, y se pusieron en marcha
universidades, todo ello con tanta solidez, que, en su mayoría, siguen en pie
llenas de vida. Hubo un 'gringo' que admiró incondicionalmente la aventura de
los españoles en las Indias: CHARLES F. LUMMIS (fallecido en 1928).
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