(1282) Durante los meses intempestivos,
solían paralizarse los enfrentamiento militares, aunque la amenaza mapuche se
mantenía alerta y sosteniendo los cercos establecidos: "El invierno de 1599 se pasó en todo el
reino de Chile en medio de la mayor inquietud. Sin embargo, aunque los
españoles se hallaban cercados en Angol, La Imperial y Villarrica, y aunque en
todas partes había temores de insurrección, no tuvieron nuevos desastres durante esos meses. Don
Francisco de Quiñones permanecía en Concepción puramente a la defensiva,
esperando recibir socorros del Perú y de Santiago, para hallarse en la
primavera al menos en estado de sostenerse con buen éxito en las posiciones que
ocupaba. Aunque el levantamiento de los indios había tomado proporciones desconocidas
hasta entonces, la falta de unidad de esas tribus no había permitido que
adquiriese un desarrollo capaz de hacerlo irresistible. Los indígenas de los
alrededores de Chillán se mantuvieron en paz durante algunos meses, pero la
desconfianza de los españoles y el propósito de aterrorizarlos con castigos
terribles para mantenerlos sumisos aceleraron su insurrección. El capitán Diego
Serrano Magalla, que mandaba allí por encargo de su suegro, el general
Francisco Jufré, hizo algunas correrías en los campos vecinos, apresó a varios
caciques, y aplicó a muchos indios castigos atroces para arrancarles
declaraciones acerca de los proyectos hostiles que se les atribuían. Se ha
contado que los españoles comenzaron a vender como esclavos a esos prisioneros.
Tales tratamientos debían exasperar a los indígenas y excitarlos a sublevarse
contra sus opresores".
Al parecer, los soldados confiaban
demasiado en el temor que producían las represalias que se tomaban con los
mapuches: "Los españoles de Chillán llegaron a creer que aquellos castigos
habían producido la pacificación de la comarca. A pesar de las órdenes
terminantes del gobernador Quiñones, y a consecuencia de la relajación general
de toda disciplina, vivían en el mayor descuido. Dejaron sin terminar un fortín
que habían empezado a construir, sus caballos pacían libremente en el campo, y
muchos hombres se ausentaban del pueblo para atender a los trabajos de sus
estancias. Aprovechándose de este estado de cosas, los indios, bajo las
instigaciones de un cacique llamado Quilacán, se reunieron en los bosques
vecinos en número de dos mil hombres. En la mañana del 9 de octubre de 1599 (en
plena primavera chilena), dos horas antes de amanecer, cayeron de improviso
sobre Chillán sin ser sentidos por nadie. En medio de una atronadora gritería,
los bárbaros ponían fuego a los techos pajizos de los edificios, y perseguían
con imperturbable tesón a los que dejaban sus casas huyendo de las llamas. Los
soldados españoles, armados de cualquier modo, corrían en todas direcciones y
trataban de reunirse en algunos puntos para organizar la resistencia contra los
asaltantes. Mientras unos se recogían en el fuerte, otros se reconcentraban en
la iglesia mayor, desde donde emplearon el fuego de arcabuz y lograron contener
al enemigo, causándole la muerte de algunos de sus guerreros. Los indios,
entretanto, dueños de la mayor parte de la ciudad, incendiaron casi todas las
casas y el convento de frailes mercedarios, dieron muerte a cuatro o cinco
españoles, apresaron a más de treinta, entre estos muchas mujeres y niños, y al
venir el día se retiraron en confuso tropel llevándose consigo los prisioneros.
En los campos vecinos ejercieron toda clase de depredaciones, y después de
robar los ganados que encontraron en su camino, volvieron a asilarse en los
bosques, favorecidos por un fuerte temporal de lluvia que hacía difícil su
persecución".
(Imagen) Nos hemos dejado atrás a PEDRO
CORTÉS DE MONROY, figura ilustre. Como ya vimos, había nacido el año 1536 en La
Zarza (Badajoz), y era pariente cercano, por vía materna, del gran Hernán
Cortés de Monroy. Tras mucho batallar en Chile, se casó allí el año 1573 con
Elena de Tobar, hija primogénita del famoso capitán Pedro de Cisternas.
Tuvieron ocho hijos, entre ellos a María Cortés de Monroy, quien, siguiendo la
costumbre de mantener el estatus social, se casó el año 1603 con otro capitán
importante, Francisco Hernández Ortiz, cuyas peripecias militares en Chile
vamos presenciando. Hay dos expedientes de los méritos y servicios de Pedro Cortés
de Monroy: uno presentado en 1573 por él mismo, y el otro, habiendo ya
fallecido, el año 1623 por su hijo Juan Cortés de Monroy, siendo curioso que
los dos tengan errores en las fechas más antiguas. En el que presentó Pedro
(hablando en tercera persona) dice "que llegó a Perú el año 1552 (era
1555) en compañía de Don Andrés
Hurtado de Mendoza, Virrey y Capitán General del Reino del Perú, el cual
tuvo noticia el año 1554 (era 1557)
de que los indios del Reino de Chile se habían
alzado, y desbaratado el ejército de Vuestra Majestad, por lo que envió
en su ayuda a su hijo Don García Hurtado de Mendoza con soldados, y uno de los
que se ofrecieron a ir fue Pedro Cortés de Monroy". La llegada de García
de Mendoza a Chile supuso un gran refuerzo y, con implacables batallas, tuvo un
balance muy positivo para los españoles, aunque siempre pagando un alto precio
en vidas. En 1561, durante un enfrentamiento con los mapuches, murieron 45 de
los 85 españoles que formaban la tropa, resultando, además, gravemente herido
Pedro Cortés de Monroy. Una vez curado, se tomó la revancha, logrando evitar
con astucia una celada que le habían preparado los mapuches, y capturando a
cuatro de sus caciques. De forma ascendente, logró adquirir un gran prestigio: soldado hasta recibir el grado
de Capitán en 1577, Sargento Mayor del Reino en 1596, Coronel en 1602 y Maestre
de Campo en 1605, pudiendo presumir de haber vencido en 119 batallas. Pero
llegó a más altura (como indica el pomposo cuadro de la imagen): alcanzó las dignidades de Coronel General del Reino de Chile en
1610, Procurador General del Reino de Chile en 1613 y, en otros aspectos, se
convirtió en un personaje que asentó las
raíces de una de las familias criollas más importantes y acaudaladas del
Chile colonial. Hacia el año 1615, PEDRO CORTÉS DE MONROY llegó a España, y el
Rey lo nombró Corregidor de Arica, pero, de vuelta hacia Chile, murió de camino
en Panamá el año 1617.
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