(1267) Hemos terminado ya con la crónica
de Pedro Mariño de Lobera, y su final es un gran elogio a la labor de
pacificación que había hecho el gobernador Martín García Óñez de Loyola. Estaba
siendo muy afortunada hasta entonces, pero al gobernador le va a costar muy cara
su valentía, produciendo, además, consecuencias que afectarán a todos los
españoles. Fueron hechos muy importantes que merecen ser conocidos y, para
ello, a falta ya de cronistas de la época, utilizaré como apoyo la
'Historia General de Chile' que escribió
DIEGO BARROS ARANA, porque, entre otras virtudes, se
le atribuyen la de ser muy objetivo. Según cuenta, el virrey de Perú, García
Hurtado de Mendoza no confiaba mucho en las cualidades de Martín García de
Loyola. Nunca creyó que fuera capaz de llevar a buen término la misión que le encomendó Felipe II. Aceptó
de mala gana reconocerlo como gobernador de Chile y no le facilitó la ayuda que
necesitaba. Incluso llegó pedirle al
Rey que lo sustituyera por otra persona
más competente. Y añade Diego Barros: "Pero, aunque el virrey de Perú hubiera
querido socorrer a Chile, los sucesos de que vamos a hablar más adelante se lo
habrían impedido". El problema no era Martín García de Loyola, que lo
estaba haciendo muy bien, sino los mapuches, como siempre.
El historiador menciona a otro español que
ya citó Mariño como unos de los hombres de confianza del gobernador García de
Loyola. Se trataba de Miguel de Olaverría, con el que tendría buena amistad, ya
que lo más probable es que fuera también vasco. De hecho, el gobernador, harto
de la escasez que padecía de soldados, hizo un intento de conseguir ayuda del
virrey de Perú, y para ello lo envió a Olaverría con esa petición. No hubo
manera de convencer al virrey, y entonces Olaverría, a la desesperada, se
presentó en enero de 1594 ante los oidores de la Audiencia de Lima, cuyas
influencias eran poderosas. Y, para hacerles comprender lo desesperado de la
situación, les presentó un informe (que todavía se conserva en los archivos
oficiales) muy detallado y lleno de sensatas
razones, que hoy nos hacen comprender lo difícil que era vivir en Chile.
Dice Diego Barros: "Exponía allí las penurias por las que pasaba Chile, la
extraordinaria disminución de sus tropas por causa de la guerra, de las
epidemias y de la deserción o abandono del país, la gran pobreza que se padecía,
así como el peligro que había de que se despoblasen sus ciudades y de desaparecer
todo lo realizado durante la conquista, si no se le prestaban los socorros más
indispensables. En consecuencia, pedía que se enviasen a Chile quinientos
soldados de refuerzo, sesenta mil pesos en dinero para pago de sueldos
atrasados, y otros cuarenta mil cada año hasta que se consumase la pacificación
definitiva del país. Todo ello dejaba ver la urgencia que había en socorrer al
gobernador de Chile".
Pero el
virrey se opuso a enviar gente a Chile, alegando además que, debido a la
mala fama de la situación en aquellas tierras, provocaría el rechazo de los
españoles de Perú, y prefirió que se reclutaran unos trescientos hombres en
Panamá. Por si fuera poco satisfactoria esta situación, los oidores de la
Audiencia de Lima tomaron otro acuerdo que luego ocasionó graves problemas en
Chile. Esto es lo que decidieron: "Ordénese al Gobernador Martín García de
Loyola, por ahora, que no utilice a los vecinos de las ciudades de aquel reino
para la guerra, ni les cobre derramas para ella, y que solamente les obligue a
que cada ciudad de la comarca envíe la cantidad de comidas, de los frutos de
sus haciendas, que fuesen necesarias".
(Imagen)
La crónica de Pedro Mariño de Lobera termina con la llegada, a finales
de 1592, del nuevo gobernador de Chile, Martín García Óñez de Loyola. Corregida
por el jesuita Bartolomé, estaba lista para ser publicada el año 1593 (pasaron
siglos hasta que se pudo ver impresa). Y la termina alabando los importantes
éxitos que en pocos meses consiguió el gobernador. Pero pronto dará todo un
vuelco dramático en Chile, y, a falta de crónicas de la época, me apoyaré en el
texto del historiador chileno DIEGO BARROS ARANA, aunque llegando solamente
hasta donde tenga interés el proceso de la narración. Este historiador nació en
Santiago de Chile el año 1830, y murió, también allí, en 1913. Tuvo una
vida muy intensa y fructífera. Utilizaré
para este trabajo su obra más importante, titulada HISTORIA GENERAL DE CHILE
(contiene 16 tomos que fue publicando desde 1884 hasta 1902). Sus primeros
estudios no tuvieron nada que ver con temas históricos, pero, como ávido
lector, fue adquiriendo conocimientos que le despertaron el interés por los
tiempos pasados de Chile, y la Historia se convirtió en su verdadera vocación.
Ejerció en puestos académicos importantes, que derivaron también en actividades
políticas, campo en el que se mostró siempre como un firme liberal, lo que
incluía una dura oposición a las influencias religiosas. Ejerció asimismo como
mediador diplomático, siendo una de sus misiones la de resolver el conflicto
entre Chile y Argentina sobre el reparto de la Patagonia. Es curioso que
tuviera varios amigos de apellidos vascos, lo que quizá se debiera a que su
ascendencia lo fuera, ya que tenía como segundo el de Arana. DIEGO BARROS ARANA
era un hombre muy apreciado porque sus grandes méritos no estaban reñidos con
la sencillez. El crítico literario, escritor y político chileno Pedro Nolasco
Cruz Vergara dijo de él: "Es muy raro encontrar un autor que conozca bien
los límites de su ingenio, que prometa únicamente lo que puede cumplir y que
cumpla lo que promete. Esta probidad tiene su recompensa. El que ejercita sus
facultades en la esfera que le corresponde y no se empeña en aplicar las que no
están a su alcance, consigue desarrollarlas en sumo grado, y hará bien cuanto
haga. A esa clase de escritores pertenece Diego Barros Arana". Y,
recientemente, Luis Emilio Rojas, autor del libro Biografía Cultural de Chile,
añadió: "Diego Barros Arana es el punto obligado, la referencia precisa,
la síntesis de nuestro pasado y la base fundamental de cuanto trabajo de esta
misma naturaleza se haya editado posteriormente".
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