(1269) Es de justicia reconocerle a Martín
García Óñez de Loyola una valentía fuera de lo común por el hecho de aceptar el
cargo de Gobernador de Chile, un lugar maldito debido a los brutales y
constantes ataques de los incasables mapuches. Hay que dar por hecho que, en
las ciudades que habían fundado los españoles, la gente civil viviera inmersa
en un pánico constante, temiendo la muerte a manos de los indios, o también, en
el caso de las mujeres, algo tan dramático y ultrajante como ser raptadas por
ellos, quizá, incluso, después de ver asesinados a sus hijos. Mientras
los pobladores de Santiago vivían con temor supersticioso el paso de un
impresionante cometa, Martín García de Loyola luchaba en el sur con grandes
apuros contra los mapuches. No obstante, fundó, en el inicio del año 1595, una
pequeña fortaleza en la ribera del río Biobío, a la que le dio el nombre de
Jesús. Luego se dirigió a la zona de Tucapel para destruir los sembrados de los
indios. Salió de Santa Cruz con setenta soldados, y, temiendo que los mapuches
atacaran esta nueva ciudad, le mandó al corregidor de Chillán, Juan Guirao, que
fuese con los vecinos del lugar a defender Santa Cruz durante los quince días
que iba a durar su campaña. Pero la gente estaba ya tan harta de problemas, que
su orden provocó un motín. Sin ningún
respeto a la legítima autoridad del gobernador, los vecinos se negaron a
cumplir la orden, haciéndolo, además, exhibiendo amenazantes sus armas. Al
gobernador no le quedó más remedio que
disimular esa reacción anárquica, aunque tuvo la fortuna de que los indios
no estaban en un momento de intensa
belicosidad, y no llegaron a entender que era una buena ocasión para lanzar un
ataque fulminante.
Era tan difícil la situación, que el gobernador se veía obligado a actuar
como un desesperado pedigüeño. Confiaba en que, al desparecer el temor a los
corsarios que tanto preocupó el año anterior, el virrey de Perú, García Hurtado
de Mendoza, estaría en disposición de enviarle la ayuda de soldados que le
había pedido con tanta urgencia, y que cada día eran más indispensables. Así
que, en junio de 1595, envió de nuevo al Perú al sargento mayor Olaverría para
conseguir del Virrey y de la Audiencia de Lima la ayuda que se necesitaba.
Además, en el caso de que le negaran su petición, Olaverría quedaba facultado
para dirigirse a España y darle cuenta al Rey de lo que estaba ocurriendo.
Llegado Olaverría a Lima, se puso en contacto con los oidores de la Audiencia
de Lima, y les insistió en que la relativa tranquilidad que entonces mantenían
entonces los indios chilenos se debía a la habilidad del gobernador García de
Loyola. Afirmaba también que este gobernador, aunque contaba con mucho menos
recursos que sus predecesores, había obtenido los mejores resultados, y que
terminaría de forma definitiva con aquella durísima guerra si le enviaban los
medios que exigía. Y en su informe les reclamaba textualmente "trescientos
soldados para suplir la falta de los vecinos, doce mil pesos de plata anuales para
comprar las provisiones necesarias, y, especialmente, cien mil pesos para cubrir
los gastos del primer año de la gente de
guerra que llegue, pues, de lo contrario, en cuatro meses quedaría desnuda y
necesitada". En los memoriales subsiguientes, Olaverría pidió, además, al
Virrey la suspensión de las ordenanzas que prohibían al gobernador de Chile hacer
servir en la guerra a los vecinos encomenderos de todo el reino.
(Imagen) Sorprende la actitud terca del virrey de Perú
García Hurtado de Mendoza negándole ayuda de soldados al gobernador de Chile
Martín García Óñez de Loyola. El historiador Diego Barros lo deja muy claro,
pero resulta extraño porque Hurtado de Mendoza, que había sido gobernador de Chile, tenía un gran afecto por
aquellas tierras. Barros dice: "Aquellas peticiones, por muy justas que
pareciesen, se estrellaron contra la obstinada desconfianza del Virrey en las
aptitudes del gobernador de Chile, contra su convencimiento de que la guerra de
este país estaba mal dirigida y contra su resolución de limitar cuanto pudiese
los gastos de la Hacienda Real". Después de oír las repetidas peticiones
de Olaverría (el enviado por el gobernador de Chile), el virrey de Perú tomó en
setiembre de 1594 una decisión que parece hipócrita: "En razón a las peticiones presentadas, y a lo que Su
Majestad tiene ordenado, se decide enviar 400 hombres armados, que son con los
que se espera que se acabará aquella guerra de Chile; y por tenerse entendido
que estos 400 hombres se reclutarán con más facilidad y a menos costa de Su
Majestad en Panamá, se enviarán capitanes a aquella tierra para que los alisten
y traigan en los navíos de Su Majestad, de manera que puedan estar en el reino
de Chile por San Juan del año 1596. De esta manera se podrán evitar la vejación
y la molestia que reciben los vecinos con sus recursos ordinarios. Y, en cuanto
a los demás dineros y cosas que pide el gobernador de Chile, estamos aguardando
la respuesta de Su Majestad". Y continúa diciendo Diego Barros: "Los
repetidos esfuerzos de Olaverría para tener una resolución más eficaz y un
socorro más rápido, fueron enteramente infructuosos. Todo hace creer que el
Virrey de Perú, marqués de Cañete, no pensó nunca en socorrer a Chile con los
refuerzos que prometía en esta disposición de septiembre de 1594. Sintiéndose
viejo y enfermo, y deseando volver a España para atender sus intereses
particulares, que por entonces no se hallaban en buen estado, y solicitar en la
Corte el premio de sus servicios, había pedido con instancias al Rey que lo
relevase del gobierno del Perú. Felipe II, por cédula de 10 de marzo de 1595,
había accedido a su demanda, y nombrado en su reemplazo a don Luis de Velasco,
que a la sazón desempeñaba el virreinato de Nueva España (México).
Cuando el marqués de Cañete ofrecía ayudar a Chile, tenía ya conocimiento de la
resolución del Rey, y sabía que su sucesor debía llegar en breve al Perú. Así,
pues, no tomó las medidas convenientes para formar la columna de soldados que
tenía ofrecida, y se alejó de Lima en mayo de 1596 dejando al virrey Velasco el
encargo de entender en estos asuntos".
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