martes, 8 de marzo de 2022

(1665) Veremos pronto que, a pesar de sus victorias, el gobernador Martín García Óñez de Loyola morirá en la batalla de Curalaba. Le ocurrirá lo mismo a otro héroe casi anónimo: Antonio de Galleguillos.

 

     (1265) Ya hemos hablado de ello, pero el cronista nos explica cómo se dio la alarma de que se acercaban piratas ingleses: "El gobernador Martín García de Loyola envió al capitán Juan Martínez de Leiva en una galizabra (embarcación de vela latina) para que descubriese a cierto corsario inglés que andaba costeando este reino, al cual apresó después en el Perú el marqués don García Hurtado de Mendoza, virrey de aquel territorio, enviando para ello a su cuñado don Beltrán de la Cueva, hijo del conde de Lemos. Fue este viaje de Juan Martínez de Leiva de mucha importancia, porque dio aviso en el Perú de la entrada de este corsario por el Estrecho de Magallanes, con lo cual se pudieron preparar las cosas necesarias para cogerlo. Hecho esto, se fue el gobernador Martín García de Loyola a Concepción donde invernó, y llegada la primavera, que entra por setiembre, recogió los pocos soldados que había y se fue con ellos a las ciudades del norte, donde anduvo multiplicando su gente. Habiendo juntado doscientos hombres, volvió con ellos a Talcamavida y Mareguano talando las sementeras de los indios y matando muchos de ellos. De manera que, por esto y por la singular prudencia con que procedía en todas las cosas, vinieron los indios de las riberas de Biobío en son de paz, cosa que no se había visto en estas tierras desde los tiempos del gobernador don García de Mendoza. Con este feliz suceso se quedó allí hasta el año 1594".

     Como siempre, en Chile uno de los problemas más graves era la falta de suficientes soldados para mantener pacíficos a los contumaces indios. El gobernador, una vez más, quiso obtenerlos del virrey de Perú, y envió con esa misión al maestre de campo Alonso García Ramón. El virrey no pudo conseguirle lo que le pedía, y, tras regresar de vacío el mes de marzo de 1594, el gobernador Martín García de Loyola se empeñó en encontrar alguna solución: "Le encargó de nuevo al maestre de campo la búsqueda de soldados, pero esta ver en la ciudad de Santiago, y, por su parte,  él mismo en persona fue a las ciudades del norte, y, habiendo juntado doscientos veinte hombres, hizo maravillosas campañas en las provincias de Mareguano y Talcamavida durante todo el año.  En una de ellas, sabiendo que había una junta de enemigos en la ciudad de Purén, fue allá con 130 hombres y acometió a los enemigos, que serían unos 300, y aunque halló ser la ciénaga casi inexpugnable, por la que no se podía entrar a caballo, se metió en el agua y le mandó al capitán Antonio Recio que le siguiese, quedando detrás los de la arcabucería para que los indios no molestaran a los nuestros. Y de esta manera, ganó este capitán el sitio de la ciénaga con muerte de muchos contrarios. Aun así, recibieron algún daño los españoles y en particular el capitán Antonio de Galleguillos a quien dieron un flechazo en un ojo.  Era este capitán corregidor de La Imperial, lo cual dio ánimo a los indios para atacar la ciudad, viendo que estaba herido quien era su cabeza. Se juntaron doscientos indios de a caballo, entraron dentro de ella corriendo todas las calles y quemaron muchas casas, sin poder impedírselo los soldados del pueblo, que eran más de cien.  No obstante, se levantó el herido corregidor, acaudilló a su gente, y fueron en seguimiento de los indios, los cuales, en su retirada, iban a matando muchos de los yanaconas que luchaban junto a los españoles".

 

     (Imagen) El cronista acaba de ensalzar el coraje de ANTONIO DE GALLEGUILLOS por haberse puesto, a pesar de sus heridas, al frente de los soldados que había en La Imperial. Tenía el cargo principal de la ciudad, el de corregidor, lo que ya dice mucho de su valía. Sin embargo han quedado pocos datos biográficos suyos. Quizá pase a la historia por el hecho de que fue uno de los que murieron, el 24 diciembre de 1598, en la decisiva batalla de Curalaba, donde veremos que también perdió la vida el gobernador MARTÍN GARCÍA ÓÑEZ DE LOYOLA. Esa  victoria mapuche va a cambiar por completo los planes de los derrotados. Los españoles dejarán, durante largo tiempo, de insistir en someter a indios tan bravos, brutales y tercos, y se limitarán a defender las ciudades que habían fundado. El corregidor Antonio de Galleguillos era un criollo nacido en Osorno (Chile) hacia 1560, e hijo del capitán y funcionario español Alonso de Galleguillos. Pero la trágica muerte de un soldado no solía suponer el final para los logros de sus descendientes, porque  casi siempre había alguno que cogía la antorcha del fallecido. Primeramente lo hizo su yerno, Álvaro Gómez de Astudillo, el cual ejercía como maestre de campo, pero quien más destacó fue un  hijo de este y nieto de Antonio de Galleguillos, llamado casi como él: ANTONIO GÓMEZ DE GALLEGUILLOS, de quien daremos algunos datos.  Nació en La Serena (Chile) el año 1638, siendo ya su familia muy acaudalada, y allí se casó en 1564  con Catalina de Riberos y Castilla (también en buena posición social), bisnieta del gran conquistador Francisco de Aguirre (antiguo gobernador de Chile al morir Pedro de Valdivia), naciendo del matrimonio doce hijos, y llevando todos los apellidos de 'Galleguillos Riberos de Castilla' (cosa poco frecuente entonces porque los hermanos tenían a veces apellidos diferentes). No solamente fue un capitán de caballería y maestre de campo que se lució en las batallas, además de corregidor y alcalde de La Serena, sino que también se dedicó a actividades muy lucrativas, entre otras, las de la minería, los negocios financieros, la ganadería (siendo tu trabajo de mucha importancia para la creación del caballo típicamente chileno) y la agricultura, con cultivos de trigo, oliva y vid, consiguiendo en esta faceta elaborar productos que dieron prestigio al vino chileno. Lo cual no fue una casualidad, ya que Antonio Gómez de Galleguillos demostró ser un empresario meticuloso y preocupado en extremo por el detalle. ANTONIO GÓMEZ DE GALLEGUILLOS falleció el año 1695 en La Serena, siendo enterrado en la iglesia de San Francisco, donde había instalado un panteón familiar.




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