lunes, 14 de marzo de 2022

(1670) El nuevo virrey de Perú, Luis de Velasco, pudo con mucha dificultad enviar soldados a Chile, donde el gobernador no lograba reclutar gente suficiente. Al mando de los de Perú, llegaba Gabriel de Castilla, pariente del virrey y descubridor de la Antártida.

 

     (1270) Pero, aunque el virrey García Hurtado de Mendoza parecía querer ningunear al gobernador de Chile, Martín García de Loyola, tenía, además, una razón de peso para hacerlo, y se vio enseguida cuando llegó el nuevo virrey, Luis de Velasco, recién terminado su mandato en México, también como virrey. El mismo Diego Barros nos lo cuenta:  "El nuevo Virrey de Perú tomó el mando el 24 de julio de 1596. Enterado de la azarosa situación en que se hallaba el reino de Chile, mandó inmediatamente hacer levas para formar una columna de tropas, cuyo mando confió a su propio sobrino (otros dicen que era primo carnal) don Gabriel de Castilla, mancebo de pocos años que merecía todo el afecto del Virrey. Pero cuando se levantó la bandera de enganche, y cuando el tambor llamaba a los voluntarios, las gentes abandonaban los pueblos huyendo del servicio militar, y sobre todo negándose a servir en un país cuya guerra de casi medio siglo infundía por todas partes el desaliento y el terror (Chile era un infierno). Los agentes del Virrey se vieron en la necesidad de pagar adelantados a cada soldado ciento cincuenta pesos, y a prometerles con toda seriedad que el servicio no duraría más de un año. Aun así, sólo fue posible reunir doscientos quince hombres, muchos de los cuales eran muchachos inútiles todavía para el servicio militar. Esa columna partía del puerto del Callao (Lima) el 11 de octubre de 1596 con el propósito de alcanzar a servir en la campaña que debía emprenderse en Chile el verano próximo (que allí comienza en diciembre). Un mes más tarde llegaban a Valparaíso esas tropas y se trasladaron enseguida a Santiago para terminar su preparación militar. García de Loyola pensaba que en esta ocasión los vecinos de la capital harían un esfuerzo para ayudarlo con algunos soldados, caballos y armas para iniciar la próxima campaña. Un enviado suyo, el capitán Miguel de Silva, había llegado a Santiago a reclamar estas ayudas, pero encontró en casi todos los habitantes la más obstinada resistencia a abandonar sus casas y a contribuir a los gastos de la guerra. Sólo unos pocos de ellos se prestaron a acudir al llamamiento del Gobernador. Lo único que se consiguió fueron algunas provisiones, visto lo cual, el mismo Gobernador mandó suspender estas  tareas, pidiendo que, el año siguiente, los vecinos de Santiago le prestasen un apoyo más eficaz para poder continuar la guerra".

     El 10 de enero de 1597, comenzado ya el verano chileno, el gobernador Martín García Óñez de Loyola, haciendo de tripas corazón, se dispuso a proseguir batallando con las mermada tropa que tenía: "Se encontraban reunidos en Quinel los soldados que acababan de llegar del Perú, los pocos voluntarios que se alistaron en Santiago y los indios amigos que iban a colaborar. García de Loyola nombró al capitán don Gabriel de Castilla maestre de campo, y fue hacia las ciénagas de Lumaco y de Purén, donde los araucanos frecuentaban correrías con las que inquietaban a los pobladores de Angol y de La Imperial. Las tropas españolas no tenían más de trescientos soldados, pero bastaron para desbaratar a los indios en numerosos encuentros. García de Loyola levantó en Purén un fuerte al que dio el nombre de San Salvador de Coya. Durante muchos días, aquellas tierras fueron el teatro de una guerra incesante. Aprovechándose de la ausencia del Gobernador, los indios sitiaron esa fortaleza, pero sus defensores resistieron, y dieron tiempo a que García de Loyola acudiera en su auxilio. Los bárbaros fueron derrotados de tal suerte, que, al terminarse el verano, en el mes de marzo, la comarca parecía momentáneamente pacificada".

 

     (Imagen) Es de suponer que cualquiera que decidiese ir a la aventura de las Indias tenía que ser un tipo especial. Pero algunos destacaban por sus variados objetivos. Ese fue el caso de  GABRIEL DE CASTILLA (nacido en Palencia hacia el año 1577), quien, según acabamos de ver, llegó a Chile en 1596, enviado desde Perú por el nuevo virrey (pariente suyo) Luis de Velasco, al mando de algunos soldados de refuerzo, y le tocará luchar contra los temibles mapuches. Luis de Velasco había sido virrey de México, estando allí a su lado el jovencísimo Gabriel de Castilla como capitán de artillería, y, al legar a Perú en 1596, lo nombró General del Callao, puerto de Lima. De vuelta a Perú tras las batallas contra los mapuches, el virrey Juan de Velasco lo puso al mando, el año 1603, de tres navíos (uno de los cuales había pertenecido al corsario Richard Hawkins), con el fin de proteger las costas chilenas contra los ataques de piratas, siendo ya entonces la máxima autoridad de la llamada Armada del Sur. Le vino la oportunidad de obtener ese puesto de tanto relieve al desaparecer en el mar quien lo ostentaba anteriormente, Juan de Velasco y Barrio, también pariente del virrey de Perú. Lo cual da muestras claras de que Gabriel de Castilla había alcanzado gran prestigio, y, además, la nueva experiencia lo convertirá en un hombre famoso. De regreso al puerto del Callao, contrajo matrimonio el año 1605 con  Genoveva de Espinosa y Lugo, con quien llegó a tener seis hijos. Durante ese viaje en dirección sur por la costa de Chile, había ocurrido algo que ha colocado el nombre de GABRIEL DE CASTILLA en los anales de la Historia, porque descubrió las heladas costas de la Antártida . Aunque, con dudosos argumentos, algunos atribuyen el mérito a otros navegantes, la referencia más antigua la da un holandés que iba en la expedición de los tres navíos. Se llamaba Laurenz Claesz, y anotó: "Navegamos bajo el Almirante don Gabriel de Castilla con tres barcos a lo largo de las costas de Chile hacia Valparaiso (desde Lima), y desde allí hacia el estrecho (de Magallanes), en el año 1603. Y estuvimos en marzo en los 64 grados, y allí tuvimos mucha nieve. En el siguiente mes de abril regresamos de nuevo a las costas de Chile". Esta latitud no fue sobrepasada hasta el año 1773, por el famoso navegante británico James Cook, quien llegó hasta los 71 grados y 10 minutos de latitud Sur. A finales de 1989  se instaló en la isla de Decepción (a unos 100 km de la costa antártica) el refugio militar Gabriel de Castilla, para apoyar los trabajos de investigación y levantamientos topográficos que allí se estaban realizando en ese momento. La base está gestionada por la División de Operaciones del Estado Mayor del Ejército de Tierra.




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