(1278) La rebelión de los mapuches se
extendía como la lava de un volcán: "La insurrección de los indios había llegado
a otros lugares de la región del sur. La ciudad de Villarrica, enclavada en el
corazón del territorio, al pie de la cordillera de los Andes, y lejos de los
otros centros de población, se vio seriamente amenazada. El capitán Rodrigo de
Bastidas, que mandaba allí (ya hablamos de su triste y heroico final),
convencido de que no podía recibir socorros de ninguna parte, hizo cuanto era
dable para mantener la moralidad de las pocas tropas de su mando, y aun sostuvo
con ventaja algunos combates contra los indios. Todo, sin embargo, hacía
presentir desastres inauditos para aquella ciudad y para su guarnición, pero
Bastidas y sus compañeros mostraron en esa ocasión ánimo resuelto para soportar
las privaciones y para hacer frente a todos los peligros.
Mientras
tenían lugar estos sucesos en los alrededores de la Imperial, el levantamiento
de los indios cobraba mayor fuerza en las poblaciones inmediatas al río Biobío.
Angol era inquietada frecuentemente, y la nueva ciudad de Santa Cruz se veía
amenazada por un sitio que podía serle funesto. No tenía más agua que la de un
arroyo vecino del que podían posesionarse los sitiadores, ni más comunicación
posible con los otros lugares de españoles que por el río, pudiendo ser cortada
si los indios se apoderaban de las embarcaciones que allí había, y, además,
Santa Cruz estaba a una legua del Biobío, y sus defensores tendrían que dividir
sus fuerzas entre la ciudad y el río, debilitando considerablemente su poder.
Francisco Jufré, en quien había delegado el gobernador interino el mando
superior de las operaciones, reconoció todos estos inconvenientes, y creyendo
imposible sostener un sitio con mujeres y niños, y sin poder ser socorrido,
pidió a Viscarra que mandase despoblar la ciudad antes de que fuese atacada por
los indios. El Gobernador, que se hallaba entonces en Concepción rodeado de
alarmas y de inquietudes, sabiendo que Chile jamás había pasado por días de
mayor peligro, convocó a sus capitanes para oír sus pareceres acerca de despoblar
Santa Cruz. Siendo imposible enviar allí la ayuda que necesitaban, Viscarra y
sus consejeros acordaron autorizar a Francisco Jufré para que 'él y los
capitanes que consigo tenía, viesen lo que más convenía al servicio de Dios y
del Rey'. Esta resolución, aunque imprecisa en la forma, suponía aprobar el
plan propuesto por Jufré. Pero la despoblación de Santa Cruz ofrecía las más
serias dificultades. Sus habitantes eran hombres pobres, sin otros bienes de
fortuna que sus casas y los campos que comenzaban a cultivar en los
alrededores. El abandono de esos lugares suponía para ellos la pérdida de sus
hogares, de sus propiedades, de sus muebles y de sus ganados, y el principio de
una vida de miseria semejante a la mendicidad. Jufré se vio por esto mismo
obligado a disimular sus propósitos, haciendo entender a los habitantes de la
ciudad que era necesario acercarse al río para estar en situación de recibir
los socorros que pudieran enviársele, y enseguida pasar el río para buscar un
sitio en que fortificarse más ventajosamente".
(Imagen) Pedro de Valdivia llegó a Chile
el año 1540. Estamos ahora en el año 1599. La conquista de los españoles fue en
aquellas tierras especialmente dura ya desde el principio, y sin cesar. Pero
hubo grandes triunfos. Sin embargo, con la muerte del gobernador Martín García
Óñez de Loyola, a finales de 1598, la vida de los españoles se convirtió en un
horror provocado por los implacables mapuches. Acabamos de ver que el capitán
Francisco Jufré decidió abandonar, para evitar una segura catástrofe, la recién
fundada ciudad de Santa Cruz de Óñez, y se vio obligado a engañar a los
vecinos. Oigamos a Diego de Barros: "Abandonaron
sus casas en medio de una confusión indescriptible. En la ribera norte del río
Biobío, asentaron su campamento y dieron principio a la construcción de
empalizadas, creyendo que Jufré pensaba establecerse allí. Hasta entonces
los indios del lugar se habían mantenido en paz, pero la despoblación de Santa
Cruz de Óñez dio principio a su rebelión. Los que habitaban en la ribera sur
del Biobío saquearon las casas que los españoles acababan de abandonar. Los de
la orilla opuesta pusieron sitio al fuerte de Jesús que Martín García Óñez de
Loyola había fundado para tener libre el camino que llevaba a Concepción. El
general Hernando de Andrade, que mandaba en el fuerte, se defendió
valientemente y rechazó el primer ataque. Al final, evitó sucumbir gracias a
que el general Jufré le pudo enviar ayuda pronto. Sin embargo, considerando
imposible sostenerse contra la insurrección, el general también mandó abandonar
aquel fuerte, con la consecuencia de que las orillas del Biobío quedaron en
poder de los rebeldes. Probablemente, si los españoles hubieran tenido la misma
constancia que tantas veces exhibieron en aquella larga guerra, habrían podido
aguantar hasta recibir refuerzos, e incluso, quizá, sofocar el levantamiento de
los indígenas (demasiado optimista la opinión de Barros). El abandono de
las riberas del Biobío tuvo una influencia fatal para la subsistencia de la
conquista de Chile. Y por eso ocurrió que, desde ese día, los indios
estrecharon más y más a los defensores de la ciudad de Angol, persuadidos de
que estos no podían recibir ayuda. Mandaba en ella el capitán don Juan Rodolfo
Lisperguer, chileno de nacimiento e hijo de un caballero alemán, del que hemos
tenido ocasión de hablar anteriormente. Este capitán, desplegando una entereza
incontrastable, no sólo hizo un viaje a Concepción en busca de municiones,
teniendo que atravesar las provincias sublevadas, sino que sostuvo heroicamente
la defensa de la ciudad durante algunos meses".
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