lunes, 1 de marzo de 2021

(Día 1356) Los españoles sufrieron algunas bajas, pero los indios, al morir su cacique, Vitachuco, atacaron de manera suicida y murieron en masa. Hernando de Soto y los suyos partieron hacia la tierra de los apalaches.

 

     (946) Los indios se revolvían desesperadamente, dispuestos a morir, con ansia de matar españoles y sabiendo que no tenían posibilidad de vencerlos: "Estos y otros muchos casos semejantes acaecieron en esta brutal lucha, donde hubo cuatro españoles muertos, y, muchos, malamente lastimados. Y fue buena suerte que la mayoría de los indios estaban en cadenas. Pero, aun así, intentaron hacer todo el daño que pudieron, de manera que los españoles mataron a todos, lo cual fue gran lástima. Este fin tuvo la temeridad y soberbia de Vitachuco, nacida de su ánimo, más feroz que prudente, sobrado de presunción y falto de consejo, pues, sin necesidad, se causó su propia muerte y la de mil y trescientos vasallos suyos, los mejores y más nobles de su estado". Cuatro días después, se marcharon los españoles hacia las tierras de Ochile, en donde, después de llegar, se quedaron poco tiempo, sin haber podido hablar con el cacique porque se había refugiado en un  monte y no quiso descender para hablar con los españoles, cuya fama de bravos ya se había extendido, y los indios los hostigaban siempre que podían.

     Dejaron de lado aquel lugar, y se fueron acercando a otro de especial importancia: "El gobernador y sus capitanes habían oído hablar grandezas, tanto de la abundancia y fertilidad de la tierra como de los hechos en armas y bravosidades de los Apalaches. Caminaron sin contradicción alguna, y llegaron a una ciénaga muy grande y mala de pasar. A sus orillas, había un monte de mucha arboleda, gruesa y alta, con mucha maleza de zarzas que parecía un fuerte muro, por lo cual no había forma alguna por donde pasar entre el monte y la ciénaga, salvo por una senda que los indios tenían hecha, tan angosta, que apenas podían ir por ella dos hombres juntos". Hernando de Soto necesitaba saber cuánta era la profundidad de la ciénaga en todo el recorrido, y envió un grupo de soldados para comprobarlo. Siendo el camino tan estrecho, no pudieron seguirlo entero por la oposición de los indios. Con otro refuerzo de hombres, lograron repeler a los nativos, y, tras ver que había al final un puente, decidieron volver y esperar al día siguiente para seguir avanzando con más gente: "Salieron del real doscientos españoles, y, dos horas antes de que amaneciese, caminaron hasta llegar al puente, y lo pasaron sin que indio alguno saliese a su encuentro,  pero, cuando vino el día y los vieron, acudieron los indios con grandísima furia, y cargaron sobre los castellanos con gran ferocidad, los cuales apretaron reciamente contra los indios. Andaban los unos y los otros con el agua hasta la cintura, y los españoles los empujaron hasta el callejón del monte. Como, por la estrechura del camino, eran menester pocos españoles para contenerlos, decidieron que ciento cincuenta preparasen el sitio para alojamiento del real y otros cincuenta guardasen y defendiesen el paso, por si los indios viniesen a estorbar la obra, porque, como no había otro camino para entrar donde estaban los que acondicionaban el monte, sino por la senda o callejón, pocos cristianos que estuviesen al paso bastaban para defenderlo. De esta manera estuvieron todo aquel día: los indios dando gritos para inquietar a sus enemigos, ya que no podían con las armas, y los castellanos trabajando, unos en defender el paso, otros cortando el monte y otros quemando lo cortado para dejar libre el sitio. Venida la noche, los nuestros no durmieron parte alguna de ella por los muchos sobresaltos y gritos que los indios les daban".

 

     (Imagen) Acabamos de utilizar datos del expediente de méritos de Rodrigo Vázquez, pero me centraré ahora en otro de su hermano, ALONSO VÁZQUEZ, ambos nacidos en la bella Jerez de los Caballeros (Badajoz), siendo, al parecer, Alonso el mayor de estos dos supervivientes de la catástrofe de La Florida. Uno de los testigos declarantes a favor de los méritos de Alonso era otro de los que pudieron regresar, Juan Botello. Habían hecho el viaje juntos desde España, en compañía de Hernando de Soto, natural de Barcarrota (Badajoz), como Botello, el cual, tras  confirmar la grave herida que tuvo en el pie Alonso Vázquez y que estaba bajo las órdenes del capitán Juan Ruiz Lobillo, resume los horrores que vivieron con una sola frase: "Las fatigas que vivimos en Florida eran tan grandes, que ningún hombre podía encontrar palabras para describirlas ni memoria para recitarlas". Pero entre los declarantes del expediente de Alonso vemos una rara peculiaridad: había, cosa excepcional, dos mujeres. Una de ellas era Isabel de Soto, sobrina de Hernando de Soto. Cuando su marido, Don Carlos Enríquez, partió hacia La Florida, ella se quedó en Cuba y nunca más le vio, ya que fue uno de los numerosos fallecidos. El valor de su testimonio radica en que conocía bien a Alonso Vázquez, del que alaba sus virtudes, y da fe de su buen comportamiento durante la campaña porque se lo contó alguien de su confianza. Lo curioso es que la persona en cuestión era su propia criada, ANA MÉNDEZ, quien, por ser mujer, fue un caso extraño en medio de una aventura militar de aquel calibre. También ella declaró como testigo. Confirmó lo del paso de la laguna, y dijo que fue donde los indios mataron a Don Carlos Enríquez (quizá estuviera allí como criada suya), y que ella y los demás supervivientes llegaron a México vestidos con pieles de animales. Y llama  también la atención que ALONSO VÁZQUEZ le pedía al Rey, mostrando sus méritos, una cosa sorprendente: un nombramiento militar para volver a La Florida, y tener allí, además, concesiones de encomiendas de indios, para vivir en aquellas tierras con su familia. Es posible que hubiese recuperado la ilusión de triunfar en otro viaje que, como vimos, preparaba Tristán de Luna, y que terminó en un nuevo desastre floridano.




No hay comentarios:

Publicar un comentario