(960) Ahora veremos algo poco frecuente en
las Indias, a los españoles mostrándose muy generosos con los nativos, en parte
porque les sobraban cosas, pero también porque estaban agradecidos a la
amabilidad excepcional del cacique: "Mucozo se entretuvo con Juan de
Añasco y los demás españoles cuatro días, en los cuales, y en los demás que los
nuestros estuvieron en el pueblo de Hirrihigua, no cesaron sus indios de llevar
a su tierra, yendo y viniendo como hormigas, todo lo que los españoles, por no
poderlo llevar consigo, habían de dejar en aquel pueblo, que era mucha
cantidad, porque de solo cazabe, que es el pan de aquella isla de Santo Domingo
y Cuba y sus circunvecinas, les quedó más de quinientos quintales, más otra
mucha cantidad de capas, sayos, jubones, calzones, calzas y calzado de todas
suertes: zapatos, borceguíes y alpargatas. Y, de armas, había muchas corazas,
rodelas, picas, lanzas y morriones, que de todo ello, como el gobernador era
rico, llevó gran abundancia, más las que se usaban en los navíos, como velas,
jarcias, pez, estopa, sebo, sogas, espuertas, serones, áncoras y gúmenas (maromas
gruesas), así como mucho hierro y acero, puesto que, aunque de estas cosas
el gobernador llevó consigo todo lo que pudo llevar, quedó mucha cantidad, y,
como Mucozo era amigo, se alegraron los españoles de que se las llevase, y así
lo hicieron sus indios y quedaron ricos y contentos".
Parte de los españoles van a ir hacia el
campamento de Hernando de Soto por tierra, y el resto por mar. Quizá no hubiera
sitio suficiente en las naves para la tropa que encabezaba Pedro Calderón, pero
es seguro que correrán serios peligros avanzando por el camino que hicieron
Añasco y los suyos, aunque tendrán la ventaja de ser bastante más numerosos para enfrentarse a los indios,
quienes, sin duda, crearán problemas: "Juan de Añasco traía orden del gobernador
para que, en los dos bergantines que en la bahía de Espíritu Santo habían
quedado, fuese recorriendo toda la costa al poniente, hasta la bahía de Aute,
que el mismo Juan de Añasco con tantos trabajos como vimos había descubierto y
dejado señalada para conocerla cuando fuese costeando por la mar. Para cumplir
su comisión, visitó los bergantines, que estaban cerca del pueblo; los arregló
y proveyó de bastimentos, y preparó a la gente que con él había de ir, en lo
cual gastó siete días. Le comunicó al capitán Pedro Calderón el orden que el
gobernador mandaba que llevase en el camino que había de hacer por tierra, y,
habiéndose despedido de los demás compañeros, se hizo a la vela en demanda de
la bahía de Aute, donde lo dejaremos hasta más adelante".
También se llevaron a La Habana noticias ilusionantes de lo que terminará
siendo un fracaso: "El buen caballero Gómez Arias, que tenía orden del gobernador de ir a La Habana en la
carabela para ir a visitar a doña Isabel de Bobadilla y darles cuenta a todos
de lo bueno que hasta entonces habían visto en la Florida, preparó la carabela
y alzó velas. En pocos días llegó a La Habana, donde fue bien recibido de doña
Isabel y de todos los de la isla de Cuba, los cuales, con mucha fiesta y
regocijo, celebraron las noticias de los prósperos sucesos del descubrimiento y
conquista de la Florida, y la buena salud del gobernador, a quien todos ellos
amaban como si fuera padre de cada uno de ellos".
(Imagen) Vamos a hablar nuevamente de GÓMEZ
ARIAS DÁVILA. Acabamos de ver que partió
de La Florida hacia La Habana por mandato de Hernando de Soto. Eso cambió su
modo de participar en la campaña (y lo convertirá en uno de los afortunados
supervivientes). Nació en Segovia, y solo tenía 18 años cuando se embarcó para
La Florida, reclutado por Hernando de Soto, el cual lo apreciaba mucho por su
gran valía y porque era pariente de su mujer, Isabel de Bobadilla. Gómez no
volvió a luchar incorporado a la tropa de Soto porque su actuación fue desde
entonces marítima. Diego de Maldonado y Gómez Arias compraron en Cuba tres
navíos, con el fin de llevarle provisiones a la tropa de Soto, perdida por
tierras del interior. Pero, por increíble que parezca, no consiguieron
encontrarlos. En sus baldíos intentos, comenzaba el invierno y se volvían a
Cuba, para repetir al año siguiente, llegando a hacer cuatro inútiles viajes. En
1543 Gómez Arias, Diego de Maldonado y sus hombres continuaban buscando a los
expedicionarios, hasta que el mes de octubre, volviendo a Veracruz, se
enteraron de que los supervivientes estaban ya en México, y que Hernando de
Soto había muerto, por lo cual regresaron a La Habana, donde (como dice Inca
Garcilaso) "con mucha razón, fue muy llorado de su mujer y de
sus amigos". Después GÓMEZ ARIAS fue a Perú capitaneando tropas para
luchar contra Gonzalo Pizarro, a costa también de grandes sufrimientos. Pedro
de la Gasca dice en un informe: "Gómez Arias y otros dos capitanes
llegaron a Jauja tan deshechos del viaje, que apenas traía cada uno la tercera
parte de su gente, porque los demás habían quedado por el camino cansados y enfermos".
Tras estas aventuras, le solicitó al Rey volver a España por cuatro años, como
se ve en la imagen. Probablemente se debiera, entre otros asuntos, al pleito
que tuvo en 1550 con la extraordinaria Inés Muñoz (cuñada de Francisco Pizarro).
Cuando regresó a las Indias, se empeñó en repetir suerte en la zona de Rupa
Rupa (un territorio del que le había nombrado gobernador el virrey, sin que
encontrara nada que valiera la pena). Siempre dispuesto a superarse, preparó a
conciencia su nueva campaña, pero una enfermedad acabó con su vida en 1562,
antes de que pusiera en marcha la expedición. GÓMEZ ARIAS DÁVILA fue enterrado
en Huánuco, con solo 43 años, privado así de hacer las grandes cosas de las que
era capaz.
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