(953) Así que los españoles se apuntaron
otra victoria: "El cacique vino en brazos de sus indios porque no podía
andar por sus pies. Llegó a besar las manos al gobernador, el cual lo recibió
con mucha afabilidad, muy contento de verlo en su poder. Era Capasi hombre
grosísimo de cuerpo, tanto, que no podía dar solo un paso ni tenerse en pie. Y esta
fue la causa de no haberse alejado Capasi más de lo que se apartó de los
españoles, pensando, además, que bastaba la distancia del lugar y su fortaleza
para estar seguro, pero le engañaron sus confianzas. Con la presa del cacique
se volvió el general muy contento al pueblo de Apalache, pareciéndole que, con
la prisión del señor, cesarían los atrevimientos de los vasallos. Mas toda esta
esperanza le salió vana, porque los indios, con la pérdida de su cacique,
quedaron más libres y desvergonzados, y fueron más continuos en las molestias
que a los cristianos hacían, porque, como no tenían señor en cuya guarda y
servicio se ocupasen, todos se dedicaban a molestar y dañar a los castellanos
más obstinadamente que antes".
Hernando de Soto habló con Capasi,
haciéndole ver que sus indios iban a desatar la ira que los españoles habían
contenido, tratando siempre de evitar males: "El cacique respondió con mucha
sumisión y muestras de gran sentimiento, diciendo que le pesaba en extremo la
actitud de sus vasallos". Él lo atribuía a que se imaginaban que los
españoles le estaban maltratando, y le propuso a Soto que le dejara comunicarse
con los más importantes de su pueblo, para hacerles entrar en razón: "Le
dijo que, habiendo desengañado a los indios de su mala sospecha, se
apaciguarían, y que este era el camino más seguro para convencerlos, por el
respeto y veneración que naturalmente tenían a sus caciques, y que, por vía de
mensajeros, no se conseguiría nada, porque habían de creer que eran recados
falsos que los enviaban sus propios enemigos y no su cacique".
Pues Hernando de Soto siguió su consejo, y
organizó una salida que no deja de parecer arriesgada: "Fueron con Capasi dos
compañías, una de caballos y otra de infantes, los cuales iban muy vigilantes
para que no se les huyese. Llegaron cerca de la noche al puesto donde el
cacique decía que estaban los suyos en unos montes. Luego que Capasi llegó
al sitio en cuestión, entraron en el monte unos cuatro indios de los que con él
habían ido, y volvieron enseguida otros doce de los que estaban en los montes,
a los cuales mandó el curaca que dijesen a todos los indios principales que al
día siguiente se presentasen ante él para tratar un asunto muy importante. Con
gran contento, se pusieron a reposar nuestros castellanos, capitanes y
soldados, entendiendo que el día venidero habían de volver adonde su capitán
general llevándole a todos los indios principales de aquella provincia
reducidos a su amistad y servicio, con lo que todos pensaban quedar en paz y
descanso. Pero se hallaron burlados de sus imaginaciones porque, al amanecer,
se vieron sin el cacique y sin indio alguno. De lo cual quedaron admirados,
porque, según los centinelas afirmaban, no había habido descuido alguno por el
cual el cacique pudiese haber huido".
(Imagen) No es fácil encontrar datos sobre
quienes sobrevivieron al 'matadero' de La Florida (unos 311, lo que venía a
suponer la mitad del total), porque la mayoría eran jóvenes soldados apenas
conocidos. Había un tal HERNÁN SUÁREZ DE MAZUELAS que logró un alto nivel
social. Aun así, solo se conoce un tardío documento (año 1572) en el que expone
sus servicios a la Corona, y se conserva porque un yerno suyo, Pedro Pérez de
Zamora, lo utilizó en 1582, como mérito familiar, para solicitarle al Rey una
gratificación (como consta en la imagen). Pedro se apoyaba también en la
brillante biografía de un abuelo de su mujer, SEBASTIÁN DE GRIJALVA, nacido en
Cuéllar (Segovia) hacia 1490. El cual tuvo el mérito y la fortuna de estar
junto a Vasco Núñez de Balboa y Francisco Pizarro en el glorioso instante del
descubrimiento del Océano Pacífico (año 1513), y, más tarde, fue uno de los
capitanes más importantes al servicio de Hernán Cortés en la conquista de
México. Pero con el dato curioso de que era capitán en el ejército que el
gobernador de Cuba envió, bajo el mando de Pánfilo de Narváez, para apresar a
Hernán Cortés por rebelde. El derrotado, tuerto y apresado resultó Narváez, y
muchos de sus hombres, entre ellos Sebastián de Grijalva, se alistaron en las
tropas del vencedor. Por su parte, HERNÁN SUÁREZ DE MAZUELAS, tras el heroico
fracaso de La Florida, estuvo muy activo en México. Luchó en Yucatán y en Golfo
Dulce (Costa Rica), ostentando el cargo de teniente del gobernador, pero sufrió
en Guatemala una rebelión de sus soldados. No obstante, al regresar a México en
1553, fue muy bien recibido por el virrey Luis de Velasco. Al poco tiempo, se
casó con Úrsula de Grijalva, la hija de Sebastián de Grijalva, quien tenía su
domicilio familiar en Antequera, localidad de Oaxaca (México). Es muy probable
que Hernán Suárez naciera en Villanueva de la Serena (Badajoz), residencia de
sus padres. Allí vino al mundo también el gran Pedro de Valdivia, y, por orden
suya, se fundó en Chile una ciudad con el nombre de La Serena hacia el año
1544. A lo dicho hay que añadir que, en el documento que utilizó su yerno para
dar más fuerza a la petición de mercedes que hacía, HERNÁN SUÁREZ DE MAZUELAS
narraba hechos muy interesantes acerca de lo que vivieron y sufrieron durante
cinco años en la expedición de la Florida, de los que, sin duda, nos hablará el
cronista Inca Garcilaso.
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