viernes, 19 de marzo de 2021

(Día 1372) Muñoz y Veintimilla lograron escapar de los indios en una canoa. Cumplida su peligrosa misión, Gómez Arias partió en una nave hacia La Habana, y Juan de Añasco fue en otra al encuentro de Hernando de Soto. Gonzalo Silvestre acabó con el indio que mató a su valioso caballo.

 

     (962) Los dos españoles cautivos vieron su gran oportunidad: "Los indios todavía porfiaban en  seguir a la nave, y con ellos iban los dos españoles Diego Muñoz y Veintimilla en una sola canoa, con intención de huirse de los indios e irse a la nao. Acaeció entonces que el viento norte se levantó. Los indios, temiendo que el viento creciese con la furia que en aquella región suele correr, tuvieron por bien volverse a tierra. Los dos españoles, con astucia, se quedaron retrasados dando a entender que los dos solos no podían remar contra el viento y, cuando vieron a los indios algo apartados, volvieron la proa de su canoa hacia el navío y remaron a toda furia como hombres que se ponían en peligro de perder la vida, y, a grandes voces, pedían que los esperasen. Los de la nao, viendo que era gente que los necesitaban, amainaron las velas y esperaron la canoa, y llegada que fue, recibieron a los dos españoles como una compensación por los que habían perdido. De esta manera volvieron a juntarse con cristianos Diego Muñoz y Veintimilla al cabo de diez años que habían estado en poder de los indios de la provincia de Hirrihigua y bahía de Espíritu Santo.

     Inca Garcilaso, volviendo al tema central, nos indica que Calderón, Añasco y Gómez Arias tomaron direcciones distintas: "Luego que Juan de Añasco y Gómez Arias se hicieron a la vela, el uno para la bahía de Aute y el otro para la isla de La Habana, preparó el capitán Pedro Calderón a la gente que le quedó, que eran setenta lanceros de a caballo y cincuenta infantes, porque Juan de Añasco y Gómez Arias llevaron treinta españoles en los bergantines y la carabela por no ir solos con los marineros. Calderón salió del pueblo de Hirrihigua, dejando los huertos frescos que los castellanos para su regalo habían plantado de muchas lechugas y rábanos y la demás hortaliza, cuyas semillas llevaban por si poblasen. El segundo día de su camino llegaron al pueblo del buen Mucozo, el cual salió a recibirlos y aquella noche les hizo muy buen hospedaje. El día siguiente, a la despedida, con mucha ternura y sentimiento, les dijo que ya no vería jamás al gobernador ni a ninguno de los suyos". Se diría que luego el cronista carga las tintas poniendo en boca de Mucozo palabras demasiado dramáticas sobre el dolor que sentía, entre otras, que siempre había deseado servirle y que lloraría toda la vida su ausencia. Les rogó a los españoles que le transmitieran sus sentimientos a Hernando de Soto. Y remata Inca Garcilaso: "Con estas palabras, y muchas lágrimas con que mostraba el amor que a los españoles tenía, se despidió de ellos y se volvió a su casa". Va a a ser difícil que aparezca en La Florida otro cacique tan entusiasta de los españoles.

     El capitán Pedro Calderón y sus ciento veinte compañeros llegaron hasta la ciénaga grande sin problemas, salvo algún escarceo de los indios. Pero uno de ellos fue perseguido por un español (casi hay que adivinar que se trataba de Gonzalo Silvestre): "Cuando sintió que lo iba alcanzando, el indio se revolvió para recibirle con una flecha puesta en el arco y se la tiró tan cerca que, al mismo tiempo, le dio el español una lanzada de la que cayó muerto. Mas no vengó mal su muerte, porque la flecha dio al caballo por los pechos, y el tiro fue tan bravo,  que, con las patas abiertas, cayó muerto a sus pies. De manera que el indio y el caballo y su dueño cayeron los tres juntos unos sobre otros; este era el famoso caballo de Gonzalo Silvestre". Definitivamente, parece que Inca Garcilaso hablará de otras acciones de Silvestre, pero sin hacer alusión a que fue él quien le contó lo más importante de lo ocurrido en la campaña de La Florida.

 

     (Imagen) Ya sabemos que JUAN DE AÑASCO desempeñaba cargos muy diversos y que, cuando llegue el momento, será clave para que los hombres que trataban de regresar de La Florida, después de morir Hernando de Soto, pudieran hacerlo con éxito. Todo ello a pesar de su áspero carácter (recordemos que el joven y valioso Gómez Solís, harto de sus reproches, lo llamó 'hijo de mala puta'). Además de ser un eficaz capitán de la tropa y buen navegante, confirmaremos enseguida que también fue un importante funcionario público. Su hija nos lo va a descubrir en un informe de sus méritos (el de la imagen, presentado en 1597), y también algo que se desconocía: cuándo y dónde murió. Ella se llamaba ISABEL DE AÑASCO (probablemente casada con Gutierre Cárdenas de Benavides), y, su hijo, que había hecho muchos méritos en Chile y también pedía un premio por sus servicios, JUAN DE CÁRDENAS AÑASCO. Isabel empieza el informe diciendo que su padre sirvió al Emperador en Italia, en Viena y en la conquista de La Florida, donde su principal misión era ejercer de contador público mayor, con un salario anual de mil ducados, los cuales no se le pagaron. Añade la razón, y que dio un cambio en su vida: no reclamó lo que le debían porque entonces le ofrecieron servir como administrador en las minas de plata de Guadalcanal (Sevilla). Y aclara: "En cuanto terminó este servicio, murió en su casa". Siguiendo la pista a JUAN DE AÑASCO en su ocupación minera, se revelan varias cosas. La mina fue descubierta en 1555, y, desde el principio se decidió que la regentara alguien con experiencia administrativa, aunque los banqueros alemanes de la familia Fugger actuaron como financieros. El primer director fue el gran experto Agustín de Zárate, famoso también por su crónica de Perú. Posteriormente, ocupó el puesto JUAN DE AÑASCO (avalado por haber sido funcionario de la Casa de la Contratación  de las Indias de Sevilla, donde había nacido), y llevó consigo fundidores y operarios. Pidió luego (y se lo concedieron) un descanso, quizá por ser ya un hombre mayor, pero se reincorporó en 1559. Es la fecha más reciente que se conoce de su biografía, por lo que es de suponer que no tardaría en morir, ya que fue su último trabajo, como manifestó su hija. La mina siguió siendo muy rentable hasta el año 1576, cuando hubo que paralizar durante largo tiempo la explotación por inundaciones y  derrumbamientos.




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