(895) Digamos, de paso, que el licenciado
Bautista Muñoz, al que acabamos de ver actuando puntillosamente cuando fue
nombrado corregidor del Cuzco por el virrey, tuvo algún problema muy serio en
su administración. Apenas hay datos sobre él, pero veo en el archivo de PARES
que, en 1564, el Rey dictó una orden de apresarlo por haber huido estando
condenado a muerte. También consta que
no fue ejecutado, pero sí le obligaron a pagar el año 1575 la
considerable sanción de 1.500 ducados, por algún tipo de irregularidades
durante el desempeño del mencionado cargo.
Sobre la muerte de Martín de Robles,
cuenta lo siguiente el cronista Palentino: "El virrey le había escrito una
carta al licenciado Altamirano para que ejecutara en Lima a Martín de Robles.
La causa fue, según se dijo, que le habían asegurado al virrey que, estando
Robles en conversación, dijo:' Vamos a Lima para enseñarle al virrey a escribir',
sin que tuviera razón en decirlo. Pero muchos afirman que Robles no habló así.
Y otros dicen que, lo que le incitó al virrey a ordenar su muerte, no fue este
pequeño motivo, sino el hecho de haber tenido Martín de Robles mucha culpa en
el apresamiento y muerte del virrey Blasco Núñez Vela". Toma el relevo
Inca Garcilaso con otro punto de vista. Afirma que Martín de Robles criticó
unos escritos enviados por el virrey, en los que anunciaba su llegada a los
corregidores de todas las ciudades, ya que los trataba a todos de igual manera,
sin distinguir sus categorías sociales. Dice que eso ocurría porque el virrey utilizaba un estilo nuevo
que chocaba con el gusto tradicional de los vecinos, y se sintieron molestos
por ello: "No faltó quien le dijese a mi padre, que entonces era
corregidor en la imperial ciudad del Cuzco (había sido la capital del imperio
inca), que no estaba bien usar esa
manera de escribir. Mi padre respondió que el virrey le escribía a veces como
corregidor del cuzco, y otras como Garcilaso de la Vega, y lo hacía con estilo
muy diferente en cada caso. Ocho días después de haber llegado el virrey a
Lima, le escribió a mi padre, poniendo en el sobre, 'Al muy magnífico señor
Garcilaso de la Vega, etc. Y en la carta que iba dentro le hablaba como pudiera
hacerlo con un hermano suyo, por lo que se asombraron quienes la vieron. Yo
tuve en mis manos aquellas cartas, pues entonces yo servía a mi padre de
escribiente (tenía 17 años)".
Dicho lo cual, el cronista se centra en el
asunto: "Los moradores de las Charcas decían que el virrey era muy desconsiderado, pues trataba a
todos los corregidores por igual, sin tener en cuenta que muchos de ellos eran,
en cantidad y calidad, tan buenos como él. Entonces comentó Martín de Robles
que, cuando llegara, le enseñarían a tener buena educación. Pero lo dijo como
broma, a lo que era muy aficionado, sin respetar a nadie, por muy amigo suyo
que fuese, y ni siquiera a su mujer. En prueba de ello, se podrían contar
muchos de sus dichos, si no fueran indecentes. Baste decir que, habiéndole
reprendido sus amigos por tal costumbre, les respondió que él tenía por menor
pérdida la de un amigo, que la de un dicho gracioso y agudo, dicho a su debido
tiempo. Y así perdió el triste la vida por ellos".
(Imagen) El virrey de Perú ANDRÉS HURTADO
DE MENDOZA, Marqués de Cañete, nacido en Cuenca en 1510, pertenecía a uno de
los linajes más brillantes de la nobleza (de su familia era la complicada
Princesa de Éboli). En su pasado, acompañó a Carlos V a la campañas militares
de Alemania y Flandes, haciendo un relevante papel. Como vimos, fue nombrado
virrey tras haber renunciado al cargo otros dos escogidos por el Rey. Durante
su estancia en Perú, adonde llegó en 1556, tuvo algunas actuaciones acertadas,
y otras terminadas en fracaso, como la de la expedición al Amazonas que
desbarató el loco Lope de Aguirre. Su mandato en Perú se fue deteriorando por
tener un carácter cruel y vanidoso, que ya se veía venir desde que pisó suelo
peruano. Hizo ejecutar a Tomás Vázquez, a Juan de Piedrahita y a Alonso Díaz,
quienes, como consumados rebeldes, se lo merecían, pero, por haber abandonado
in extremis a Francisco Hernández Girón, fueron legalmente perdonados por los
oidores de la Audiencia de Lima. Y más injustamente aún, le acabamos de ver
haciendo lo mismo con Martín de Robles, simplemente por herir con bromas su
vanidad. Con el tiempo, Felipe II se arrepintió de haberlo nombrado, porque,
además, gastaba caprichosamente de la Hacienda Pública. El monarca se lo echó
en cara, y le contestó: "Considere Vuestra Majestad cuál ha sido mi
situación en un reino tan apartado de España, con tantos deseosos de matar
gobernadores y virreyes, y con un arzobispo y unos oidores que gobernaban a su
modo, casados o emparentados con los vecinos más ricos, y, sobre todo, con
hombres que fueron de Francisco Hernández Girón, derramados por el reino con
armas y caballos". Felipe II buscó rápidamente un sustituto, de lo cual se
enteró el virrey por una carta del Conde de Nieva (que fue el elegido), con el
que se sintió molesto porque en su escrito lo trataba de Señoría, y no de
Excelencia, quizá interpretándolo como un anticipado símbolo de su caída en
desgracia. Pero de nada le habría servido a DON ANDRÉS HURTADO DE MENDOZA
seguir gobernando, ya que una enfermedad implacable acabó con su vida en Lima
el día 14 de setiembre de 1560. Fue enterrado allí, en el convento de San
Francisco.
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