miércoles, 30 de diciembre de 2020

(Día 1305) Se dieron muchas versiones sobre la injusta ejecución de Martín de Robles, ordenada por el virrey Andrés Hurtado de Mendoza. La de Inca Garcilaso parece la más acertada.

 

     (895) Digamos, de paso, que el licenciado Bautista Muñoz, al que acabamos de ver actuando puntillosamente cuando fue nombrado corregidor del Cuzco por el virrey, tuvo algún problema muy serio en su administración. Apenas hay datos sobre él, pero veo en el archivo de PARES que, en 1564, el Rey dictó una orden de apresarlo por haber huido estando condenado a muerte. También consta que  no fue ejecutado, pero sí le obligaron a pagar el año 1575 la considerable sanción de 1.500 ducados, por algún tipo de irregularidades durante el desempeño del mencionado cargo.

      Sobre la muerte de Martín de Robles, cuenta lo siguiente el cronista Palentino: "El virrey le había escrito una carta al licenciado Altamirano para que ejecutara en Lima a Martín de Robles. La causa fue, según se dijo, que le habían asegurado al virrey que, estando Robles en conversación, dijo:' Vamos a Lima para enseñarle al virrey a escribir', sin que tuviera razón en decirlo. Pero muchos afirman que Robles no habló así. Y otros dicen que, lo que le incitó al virrey a ordenar su muerte, no fue este pequeño motivo, sino el hecho de haber tenido Martín de Robles mucha culpa en el apresamiento y muerte del virrey Blasco Núñez Vela". Toma el relevo Inca Garcilaso con otro punto de vista. Afirma que Martín de Robles criticó unos escritos enviados por el virrey, en los que anunciaba su llegada a los corregidores de todas las ciudades, ya que los trataba a todos de igual manera, sin distinguir sus categorías sociales. Dice que eso ocurría  porque el virrey utilizaba un estilo nuevo que chocaba con el gusto tradicional de los vecinos, y se sintieron molestos por ello: "No faltó quien le dijese a mi padre, que entonces era corregidor en la imperial ciudad del Cuzco (había sido la capital del imperio inca),  que no estaba bien usar esa manera de escribir. Mi padre respondió que el virrey le escribía a veces como corregidor del cuzco, y otras como Garcilaso de la Vega, y lo hacía con estilo muy diferente en cada caso. Ocho días después de haber llegado el virrey a Lima, le escribió a mi padre, poniendo en el sobre, 'Al muy magnífico señor Garcilaso de la Vega, etc. Y en la carta que iba dentro le hablaba como pudiera hacerlo con un hermano suyo, por lo que se asombraron quienes la vieron. Yo tuve en mis manos aquellas cartas, pues entonces yo servía a mi padre de escribiente (tenía 17 años)".

     Dicho lo cual, el cronista se centra en el asunto: "Los moradores de las Charcas decían que el  virrey era muy desconsiderado, pues trataba a todos los corregidores por igual, sin tener en cuenta que muchos de ellos eran, en cantidad y calidad, tan buenos como él. Entonces comentó Martín de Robles que, cuando llegara, le enseñarían a tener buena educación. Pero lo dijo como broma, a lo que era muy aficionado, sin respetar a nadie, por muy amigo suyo que fuese, y ni siquiera a su mujer. En prueba de ello, se podrían contar muchos de sus dichos, si no fueran indecentes. Baste decir que, habiéndole reprendido sus amigos por tal costumbre, les respondió que él tenía por menor pérdida la de un amigo, que la de un dicho gracioso y agudo, dicho a su debido tiempo. Y así perdió el triste la vida por ellos".

 

     (Imagen) El virrey de Perú ANDRÉS HURTADO DE MENDOZA, Marqués de Cañete, nacido en Cuenca en 1510, pertenecía a uno de los linajes más brillantes de la nobleza (de su familia era la complicada Princesa de Éboli). En su pasado, acompañó a Carlos V a la campañas militares de Alemania y Flandes, haciendo un relevante papel. Como vimos, fue nombrado virrey tras haber renunciado al cargo otros dos escogidos por el Rey. Durante su estancia en Perú, adonde llegó en 1556, tuvo algunas actuaciones acertadas, y otras terminadas en fracaso, como la de la expedición al Amazonas que desbarató el loco Lope de Aguirre. Su mandato en Perú se fue deteriorando por tener un carácter cruel y vanidoso, que ya se veía venir desde que pisó suelo peruano. Hizo ejecutar a Tomás Vázquez, a Juan de Piedrahita y a Alonso Díaz, quienes, como consumados rebeldes, se lo merecían, pero, por haber abandonado in extremis a Francisco Hernández Girón, fueron legalmente perdonados por los oidores de la Audiencia de Lima. Y más injustamente aún, le acabamos de ver haciendo lo mismo con Martín de Robles, simplemente por herir con bromas su vanidad. Con el tiempo, Felipe II se arrepintió de haberlo nombrado, porque, además, gastaba caprichosamente de la Hacienda Pública. El monarca se lo echó en cara, y le contestó: "Considere Vuestra Majestad cuál ha sido mi situación en un reino tan apartado de España, con tantos deseosos de matar gobernadores y virreyes, y con un arzobispo y unos oidores que gobernaban a su modo, casados o emparentados con los vecinos más ricos, y, sobre todo, con hombres que fueron de Francisco Hernández Girón, derramados por el reino con armas y caballos". Felipe II buscó rápidamente un sustituto, de lo cual se enteró el virrey por una carta del Conde de Nieva (que fue el elegido), con el que se sintió molesto porque en su escrito lo trataba de Señoría, y no de Excelencia, quizá interpretándolo como un anticipado símbolo de su caída en desgracia. Pero de nada le habría servido a DON ANDRÉS HURTADO DE MENDOZA seguir gobernando, ya que una enfermedad implacable acabó con su vida en Lima el día 14 de setiembre de 1560. Fue enterrado allí, en el convento de San Francisco.




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