(882) Los soldados de Girón tomaron muy a
mal la soberbia de Raudona: "Decían que, si no se le mataba, ellos no irían a pelear. Y así, enseguida le
pusieron en la tienda del licenciado Alvarado, y le dijeron que se confesara,
estando alerta Alonso González (era el verdugo) para que, si vieran
venir a Francisco Hernández o a algún emisario suyo, lo mataran antes de que
llegase. Puesto que el licenciado Toledo y alguno más le rogaron a Francisco
Hernández que le perdonase la viva, él lo concedió y les dio su guante como
señal. Viéndolos venir, entró en la tienda y le dijo al clérigo que acabara de
absolverle. Por lo cual, tras apresurar el clérigo la absolución, Alonso
González le cortó la cabeza con un gran cuchillo que llevaba". Una de cal
y otra de arena: Le hemos visto a Francisco Hernández Girón compasivo. Veámoslo
ahora estúpidamente cruel: "Enviaron entonces los oidores algunos perdones
para particulares del bando contrario. Y lo hicieron con negros y con yanaconas
(criados indios), que iban y venían de un campo a otro, y todos los
escritos llegaron a poder de Francisco Hernández, que los hacía pregonar luego
públicamente. Y, no contento con esto, mandó cortales las manos y las narices a
los que los llevaron, poniéndoselas al cuello. Y, de esta manera, los tornaba a
enviar al campo del Rey".
Inca Garcilaso nos da una razón más de por
qué los oidores prohibieron las escaramuzas durante este tiempo previo a la
batalla: "Algunos aparentaban salir a enfrentarse, pero luego se dejaban
apresar fingiendo que habían sido vencidos. De esta manera, podían jugar a dos
bazas. Si ganaban la batalla los oidores, mostrarían alegría pro ser liberados;
y, si el vencedor era Girón, le harían alarde de su lealtad, haciéndole ver que
se habían pasado voluntariamente a su bando". Se daba la circunstancia de
que en los dos ejércitos había soldados que tenían parientes o viejos amigos en
el bando contrario, por los que los oidores prohibieron también que se
acercaran a los contrarios para hablar con ellos o saludarlos, aunque fuera de
lejos.
Al ver Girón que habían cesado las
pláticas entre soldados de los dos bandos, le pareció conveniente poner
nervioso al enemigo con acercamientos de acoso, pero esto le va a conducir a un
error, siendo incomprensible que no empleara la táctica que tanto éxito le dio
al mantenerse recogido en su inatacable posición durante la batalla de
Chuquinga: "Envió una noche a su maestre de campo, Juan de Piedrahita,
para que hiciera un ataque en el campo de Su Majestad con ochenta arcabuceros,
y observase con qué cuidado o descuido estaban los del Rey, con el fin de
repetirlo cada noche, hasta cansarlos y destruirlos". Para allá fue
Piedrahita, pero no consiguió provocar a los contrarios, por parecerles un
juego tonto. Cuando volvió a su campamento, dio una versión muy distinta, en
plan fanfarrón: "Le dijo a Hernández Girón que los había puesto nerviosos,
porque estaban sin centinelas, y tan descuidados y dormidos, que, si llevara
doscientos cincuenta arcabuceros, él los desbarataría, y traería presos a los
oidores y a sus capitanes. Y añadió otras cosas, como los soldados parleros, y,
aunque el capitán Piedrahita había tenido en aquella rebeldía lances
venturosos, aquella noche solo hizo lo que he dicho".
(Imagen) Comentó Inca Garcilaso que el
capitán Ruibarba, del ejército del Rey, se acercó al bando contrario para
charlar con su yerno Bernardino de Robles (quizá para defender cada uno su
postura), pero este lo apresó, de manera que se vio obligado a incorporarse al
ejército de Girón. Aunque Robles pregonaba que había cambiado de bando
voluntariamente, Ruibarba siempre dejó claro que era un prisionero.
Curiosamente, Francisco Hernández Girón lo estimaba mucho, y se lo presentó a
su mujer, Mencía de Sosa, quien también se alegró de verlo. Digamos ya que el
personaje se llamaba en realidad RUY BARBA CABEZA DE VACA, como consta en el
documento de la imagen, que hace referencia a una reclamación jurídica
presentada el año 1562, lo que ya nos anuncia que salió vivo de todas estas
aventuras. En el texto se le menciona como uno de los viejos conquistadores, lo
que coincide con el hecho de que, como hemos visto, en 1554 tenía una hija
casada. Ya como soldado de Francisco Pizarro, estuvo incorporado largo tiempo a
la tropa de Alonso de Alvarado, con el que, entre otras cosas, fue a la
conquista de las tierras de los indios chachapoyas el año 1536. Allí
defendieron a unos indios amigos, pero estuvieron a punto de morir abrasados
porque los contrarios provocaron un incendio que los acorraló. En 1537 fueron derrotados
por Diego de Almagro en la batalla de Abancay. Estuvieron juntos después en
Lima, para defender a sus habitantes del cerco provocado por una sublevación
general de los indios. RUY BARBA se encontraba también en aquella ciudad cuando
los partidarios de Diego de Almagro el Mozo asesinaron a Francisco Pizarro (año
1541). Asimismo, participó en su derrota posterior (con muerte del Mozo), bajo
el mando de Vaca de Castro. Un alférez Barba se unió a la rebelión de Gonzalo
Pizarro. Se le menciona solo dos veces, y las dos rogando que no ejecutaran a
unos compañeros. Es de suponer que se pasara al bando de La Gasca, y coincide
con el 'nuestro', en que este también le rogó (inútilmente) a los de Girón que
perdonaran la vida al soldado Raudona. Ejecutado asimismo Girón, RUY BARBA fue
liberado, y le confiaron el cuidado de su viuda, MENCÍA DE SOSA, a la que, en
su momento, le dedicaré una merecida imagen. Y, cosas del destino, también mataron
a Bernardino de Robles, el yerno de nuestro protagonista, por quien, sin duda,
suplicó. Él murió en Lima el año 1589.
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