(829) Teniendo Inca Garcilaso solamente doce
años, vio cómo llegaba al Cuzco Don Francisco de Mendoza, a quien su padre, el
nuevo virrey Don Antonio de Mendoza, lo había enviado, como acabamos de ver, a
inspeccionar las poblaciones más importantes situadas al sur de Lima. Dice que
los vecinos lo recibieron espléndidamente. Entró en deslumbrante cortejo hasta
llegar a la catedral, y, pasados ocho días, se hicieron grandes festejos de
toros y cañas "como nunca se había visto en esta ciudad". Todos los
personajes y personajillos lucieron sus mejores galas. Cita a Juan Julio de
Ojeda, Tomás Vázquez, Juan de Pancorbo y Francisco de Villafuerte, "todos
conquistadores muy antiguos", los cuales llevaban cuadrillas engalanadas
con vistosas ropas y abundantes joyas: "La de mi padre y sus compañeros,
vestía de terciopelo negro, con columnas bordadas, de terciopelo amarillo, y un
lazo que las unía, llevando un letrero que decía 'Plus Ultra', con una corona
imperial encima. Todo esto lo vio Don Francisco de Mendoza desde el
corredorcillo de la casa de mi padre, donde yo vi su persona". Después
siguió D. Francisco su itinerario de visitas a otras ciudades: "Hasta
regresar a Lima, caminó más de seiscientas cincuenta leguas, y llevó escrito y
pintado el Cerro de Potosí, con sus minas de plata, y otros cerros, volcanes y
valles que hay en aquella tierra". Al poco de llegar su hijo, el virrey lo
envió a España con toda la información que había recogido, para conocimiento
del Rey y de sus consejeros y funcionarios.
Poco duró el virrey en su cargo, pues su
enfermedad lo fue minando rápidamente. Lo que no perdía era la sensatez en el
ejercicio del mando, pero, aun así, hubo algunos que tenían malas intenciones,
y nuevamente aparecieron brotes de rebeldía: "Durante su enfermedad,
ordenaron los oidores que se suprimiese el servicio personal de los indios a
los españoles, y se pregonó en Lima, en el Cuzco y en otras partes, en todas
con el mismo rigor, de lo cual resultó otro motín. Para suprimirlo, degollaron,
como principal culpable, a un caballero que se llamaba Luis de Vargas, y no
mataron a más para evitar alteraciones. En las averiguaciones, se habló del
general Pedro de Hinojosa como sospechoso. Los oidores, para aplacarlo, lo
nombraron corregidor y justicia mayor de la zona de las Charcas, porque
tuvieron noticia de que allí muchos soldados andaban desvergonzados. La culpa
de la que entonces se le acusaba, fue más sospecha que certeza de delito. Lo
que los soldados decían era que les daba esperanzas de que, si iban con él a
las Charcas, haría lo que le pidiesen. Ellos, deseosos de cualquier rebelión,
interpretaban sus palabras a su gusto, pero nunca se supo si la intención del
general era la de rebelarse, aunque indicios hubo de ello. Los soldados que
había en la ciudad de Lima y pudieron hacerlo, se fueron a las Charcas, y
escribieron a sus amigos a diversas partes del Perú para que los
acompañasen". En la azarosa vida de Pedro Alonso de Hinojosa, hemos visto
que era un capitán de gran prestigio y muy apreciado por Gonzalo Pizarro, a
quien traicionó con un golpe bajo de tremendas consecuencias: la entrega en
Panamá de su armada a Pedro de la Gasca. Ahora, ya marchado a España el
habilísimo clérigo, vemos que, según Inca Garcilaso, había rumores de que
pensaba volver a la rebeldía. Pero es difícil de creer, porque, muy pronto, lo
van a matar por negarse a sublevarse contra el Rey.
(Imagen) Llegamos a un punto en el que
PEDRO ALONSO DE HINOJOSA, durante mucho tiempo siempre fiel a los Pizarro (no
en vano eran de la misma localidad, Trujillo), y luego gran traidor a Gonzalo
Pizarro entregándole su flota a Pedro de la Gasca, apenas marchado este a
España, pareció coquetear de nuevo con la idea de sublevarse contra la Corona.
Cosa extraña, ya que había sido premiado muy generosamente por La Gasca, e,
incluso, el nuevo virrey, para ganárselo, le concedió el importante cargo de
gobernador de la provincia de las Charcas. Sin embargo, por no definirse
claramente, lo matarán los propios rebeldes. Veamos su trayectoria en Perú.
Llegó a aquellas tierras el año 1534, reclutado en Trujillo por su paisano
Hernando Pizarro, cuando terminó en España las gestiones que le había encargado
su hermano Francisco, que tanto perjudicaron a su socio, Diego de Almagro.
Luego, Hinojosa se portó heroicamente, junto a los hermanos Hernando, Gonzalo y
Juan Pizarro en el cerco al que los sometieron los indios en el Cuzco. Superado
el mal trago, llegó de Chile Diego de Almagro, resentido por considerarse
estafado, se apoderó del Cuzco y apresó a Hernando, Gonzalo (Juan ya había
muerto) e Hinojosa, pudiendo escapar de una muerte casi segura estos dos
últimos. Luego Hernando, con astucias, consiguió también quedar libre. La línea
de adhesión de Hinojosa a los Pizarro siguió recta cuando se trató de luchar
junto a Vaca de Castro contra Diego de Almagro el Mozo. Y esa misma fidelidad
le decidió a enfrentarse, junto a Gonzalo Pizarro, al virrey Blasco Núñez Vela,
llegando al extremo de matarlo. Eso ya suponía estar en clara rebelión contra
el Rey. PEDRO ALONSO DE HINOJOSA, a quien apreciaba en gran manera Gonzalo
Pizarro y en quien tanto confiaba, permaneció, inicialmente, fiel a su lado
cuando llegó Pedro de la Gasca a someterlos, pero intuyó que estaban cerca del
desastre, y lo abandonó, entregándole, además, al habilísimo clérigo, el arma
más poderosa que tenía Gonzalo: su temible flota. Muerto Pizarro, y partido
para España Pedro de la Gasca, veremos enseguida cuál fue el último capítulo de
la vida de alguien que, aunque no tiene en Trujillo un monumento como el de
Francisco Pizarro, al menos queda recordado por LA CALLE PEDRO ALONSO DE
HINOJOSA.
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