viernes, 18 de diciembre de 2020

(Día 1295) Para colmo de desgracias, Tomás Vázquez, el capitán más importante, le abandonó al rebelde Girón, quien trató de quitarle importancia al hecho ante sus desesperados soldados.

 

     (885) Luego habla Inca Garcilaso con mucha precisión de tres capitanes del bando realista a los que ya mencioné en una reseña: "Uno de los difuntos fue un caballero que se llamaba Suero de Quiñones, hermano de Antonio de Quiñones, vecino del Cuzco, y Pedro de Quiñones, primo suyo, fue uno de los heridos. El día siguiente a la batalla, no se movió ninguna de las partes, pero a la noche se pusieron los del Rey en escuadrón, porque tuvieron noticia de que el tirano iba a volver al ataque, para enmendar el error que había cometido. Pero alguien se lo inventó, porque el desdichado Francisco Hernández más pensaba en cómo huir, que en dar batalla. El día tercero, y para no mostrar tanta flaqueza, mandó a sus capitanes que saliesen al campo y provocasen a los enemigos, para que no los tuviesen por rendidos. Y así se trabó una escaramuza pequeña, pero de gran importancia, porque el capitán Tomás Vázquez y unos doce amigos suyos se pasaron a los de Su Majestad, y dijeron que el maestre de campo, Juan de Piedrahita haría lo mismo después llevando más gente consigo. Al saberlo, los oidores y todo su ejército tuvieron grandísimo contento, pues veían perdido al tirano y acabada su desvergüenza, ya que Tomás Vázquez era el principal pilar que lo sustentaba".

     Ante este mazazo, aún sacó fuerzas de flaqueza Francisco Hernández Girón para animar a sus hombres con unas breves palabras. Les recordó los motivos de la rebelión, la cual se había visto obligado a encabezar porque era justa, dada la rabia que había provocado en muchos que se les quitara los derechos que tenían consolidados por sus grandes méritos. Hacía también mención a los que después le habían abandonado: "Me dejaron, y ahora lo ha hecho Tomás Vázquez. No tengan vuestras mercedes pena por su ausencia, y miren que era un hombre, y nada más. Y no se fíen diciendo que les han dado perdón, porque, con él al cuello, los ahorcarán después". Les daba a entender a sus soldados que no tenían más salida que pelear y vencer, porque, de huir o ser derrotados, en cuanto estuvieran presos, les quitarían la vida o los condenarían a galeras. "Y terminó diciéndoles: 'Puesto que este negocio tanto nos conviene, miremos bien lo que nos va en él, y lo que sería de cada uno si yo faltase'. Estas y otras cosas les dijo, pero era grande la tristeza que su gente sentía por la huida de Tomás Vázquez". Las palabras de su pequeño discurso se las ha puesto en la boca el cronista Palentino, pero hay un detalle absurdo. Girón no pudo adivinar con toda exactitud algo que  ocurrió después, y que, además, fue una rareza, ya que los perdones se respetaban. Cuando llegó el virrey Marqués de Cañete a Perú hizo con  los perdonados Vázquez y Piedrahita algo inusual: los ahorcó poniéndoles al cuello el documento de su perdón. Pero Inca Garcilaso, de forma sorprendente, da por buena la 'profecía' de Girón: "Lo que Francisco Hernández Girón dijo de que, con el perdón al cuello, los ahorcarían, se cumplió mejor que los pronósticos de sus hechiceros, pues, aunque no ahorcaron a Vázquez y a Piedrahita, les dieron garrote vil en la cárcel con los perdones de la Real Audiencia al cuello, y, como lo dijo Diego Fernández el Palentino, así se cumplió".

 

     (Imagen)  MELCHOR BRAVO DE SARABIA, oidor de la Audiencia de Lima (a quien vemos ahora sufriendo las revueltas que hubo en Perú), nos puede servir de ejemplo para constatar que todos los letrados que llegaban a las Indias con ese cargo destacaban por el prestigio adquirido en España y por su valía personal. Otra cosa sería su honradez o la falta de ella. Y así, cuando Melchor Bravo, destinado en 1547 a la Audiencia de Nueva Granada (Colombia), llegó después con otros compañeros a la Audiencia de Lima (año 1549), el Rey les dijo que esperaba de ellos que enderezaran la desastrosa actuación que habían tenido (como ya vimos) los oidores Cepeda, Lisón y Álvarez. Melchor nació el año 1512 en la provincia de Soria. Antes de ir a las Indias, se había doctorado en leyes en el colegio italiano de San Clemente de Bolonia, e incluso ejerció como oidor en Nápoles, volviendo de allí a España con deseo de ejercer algún cargo político, y obtuvo el destacado puesto de corregidor de Ciudad Rodrigo. Estando en Lima, le tocó, por ser el decano (al partir hacia España el licenciado Cianca), ocupar la presidencia vacante de la Audiencia Real. Quien tenía en Perú la máxima autoridad era el virrey Antonio de Mendoza, pero por poco tiempo, pues falleció el año 1552, cuando hubo otro revoltijo de rebeldías, surgiendo pronto la muy preocupante de Francisco Hernández Girón. En esa época tuvo que tomar el poder jurídico, político y militar la Audiencia de Lima, presidida entonces por MELCHOR BRAVO DE SARABIA, hasta el año 1556, cuando llegó el nuevo virrey, el Marqués de Cañete. En ese espacio de tiempo, hubo algunos conflictos acerca de quién debía tomar el mando del ejército contra Girón, y fue providencial que Melchor lograra solucionarlos. Derrotado y ejecutado Girón, y llegado el año 1565, fue enviado Melchor  a Chile como presidente de la recién creada Audiencia de Concepción, con funciones de gobernador (haciéndolo muy bien), y encargado de dirigir la guerra contra los temibles araucanos, cometido en el que fracasó, por lo cual fue destituido, y volvió a España muy decepcionado. Pero en Chile lo recuerdan con afecto. Comentó el historiador Gay: "Bajo su gobernación vio Chile verdad en la ley, equidad y orden. Resbaló en el arte de las armas, pero ¡cuánto bien nos hizo en el de gobierno..!". MELCHOR BRAVO DE SARABIA murió en Soria el año 1577.




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