miércoles, 9 de diciembre de 2020

(Día 1287) Muerte de Antonio Carrillo. Las discusiones por el mando entre Gonzalo de Torres y Gómez Solís en Arequipa se acabaron cuando llegó Juan de Piedrahita y saqueó la ciudad.

 

     (877) Dice el cronista que el sargento mayor de Girón, Antonio Carrillo, no fue menos confiscador de bienes en la ciudad de la Paz: "En muy pocos días, sacó de los caciques, de los tributos que debían a sus amos, una suma increíble. Y así, con esto, más muchas barras de plata del convento de San Francisco, y de otras partes, reunió, en cinco días que allí estuvo unos quinientos mil castellanos de oro. Todo lo cual se hizo por aviso de Francisco Boloña, que sabía bien dónde escondían tanta riqueza, pero él mismo, por remordimientos de conciencia, y por persuasión de Juan Vázquez, corregidor de Chucuito, lo restituyó todo a sus dueños después de haber matado él y algunos amigos suyos al pobre Antonio Carrillo a estocadas que le dieron en su aposento, y pusieron aquella ciudad al servicio de Su Majestad, como antes estaba".

     Lo tuvo más fácil Juan de Piedrahita, capitán de Girón, en Arequipa, porque había en la ciudad un conflicto de competencias. Los oidores de la Audiencia de Lima habían enviado allá como general, para seguir la guerra contra Girón, al capitán Gómez Solís, el  cual encargó a su alférez, Vicencio de Monte, que se adelantara para llevar el comunicado. Al conocer la noticia el corregidor del lugar, Gonzalo de Torres, le resultó insoportable, porque se consideraba mejor militar que Solís. Hasta el punto de que se negó a que los vecinos salieran a recibirle a las puertas de la ciudad: "Les dijo que los oidores jamás acertaban en sus nombramientos, que Gómez  no tenía capacidad para tal cargo, y que, mientras él estuviera como corregidor de la ciudad,  no se debía nombrar a otra persona que viniera de fuera".

     Mientras, se acercaba el representante de Girón: "Estando en estas discusiones, tuvieron noticias de que iba a llegar Juan de Piedrahita con más de ciento cincuenta hombres, entre ellos, más de cien arcabuceros. Entonces se fueron todos a la iglesia mayor con sus mujeres, hijos y los  muebles de sus casas, cerrándolas por todos los lados para que el enemigo no entrase. Situaron algunos arcabuceros que tenían en la entrada de dos calles. Tuvo aviso Piedrahita de estos preparativos, y, torciendo su camino, entró por otra calle". Ya emplazado Piedrahita, les envió un fraile para llegar a un acuerdo, diciéndoles a los de la ciudad que no quería guerra, sino que estaba dispuesto a permitir que cada uno escogiera libremente unirse a él o no hacerlo. El cronista no ha dicho nada, pero ya había llegado a Arequipa Gómez Solís, y era contrario a esta proposición, porque Piedrahita también exigía que les entregaran las armas. Además, varios soldados suyos se habían pasado al otro bando, y los demás no querían pelear: "Gómez Solís y los vecinos que con él estaban, viendo que no había quien pelease, huyeron como mejor pudieron, y dejaron a Piedrahita todos los bienes que tenían, los cuales tomaron los enemigos, y, viéndose ricos y poderosos, se volvieron en busca de Francisco Hernández Girón. Aunque en el camino se le huyeron a Piedrahita más de veinte soldados que habían sido del mariscal Alonso de Alvarado, no le importó nada, por el buen botín  que de oro, plata, joyas, armas y caballos había obtenido". Total que, se acabaron las discusiones  entre el corregidor Gonzalo de Torres y el capitán Gómez Solís.

 

     (Imagen)  Gómez Solís, capitán de las fuerzas realistas, envió un mensajero al Cuzco. Era VICENCIO DE MONTE, otro de los sufridos conquistadores enterrados en el olvido. Italiano (apellidado 'di Monti'), y nacido en Como, fue uno más de los muchos paisanos suyos que pelearon en las Indias. Además de ejercer cargos administrativos, tomó parte en la conquista de Perú, y estuvo al servicio, en 1545, de Francisco de Orellana en su segunda y fracasada expedición a tierras amazónicas. Después se trasladó a Chile, y fue Pedro de Valdivia quien, desde allí, lo llevó nuevamente a Perú, donde se incorporaron a las tropas de Pedro de la Gasca. Los chilenos, nada amargados por el recuerdo de los españoles, le han dedicado a Vicencio una magnífica calle en su capital, la ciudad de Santiago. Tras la derrota y muerte del rebelde Girón, retornó a Chile en 1557 con el cargo de veedor de la Hacienda Real. Se había casado en el Cuzco con Juana Copete, hermana  de dos valientes que ya conocemos, Gonzalo de los Nidos, ejecutado por rebeldía, y Mencía de los Nidos, que fue desterrada a Chile, y resultó tan brava, que abroncó a los españoles que querían abandonar la ciudad de Concepción (donde era corregidor Vicencio) ante un próximo ataque de los terribles araucanos, anécdota recogida en La Araucana, el gran poema de Ercilla. Nos queda otra particularidad notable de Vicencio. Era sobrino del Papa Julio III, cuya fama de pedófilo fue muy criticada, pero sin graves consecuencias en aquellos tiempos renacentistas en los que, en general, el alto clero no era precisamente un dechado de virtudes. Pero, al menos, fue un pontífice que, a diferencia del insensato e irresponsable papa Clemente VII, aliado del rey francés Francisco I, le facilitó las cosas a Carlos V en su angustiosa situación entre guerras europeas y ataques del imperio turco. Se dice que VICENCIO DE MONTE influyó mucho para que el franciscano Martín de Robleda fuera nombrado por el papa Julio III primer obispo de Chile. Obtenido el título en 1556, concedido con carácter de electo, necesitaba una confirmación definitiva en el cargo, pero Paulo IV, el papa sucesor, retrasó tanto el trámite, que, cuando se lo confirmaron, el clérigo falleció antes de tomar posesión. También terminó mal VICENCIO DE MONTE: lo mataron en su casa de Concepción los indios araucanos el año 1562, pero tras una vida de apasionante actividad.




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