(875) Luego ocurrió algo curioso, que
explica un poco la extraña situación en la que los oidores tomaban las armas, o
la dirección de la guerra. Algunos se resistían a salir del marco de sus
labores profesiones. No era un asunto claro, y lo que cuenta Inca Garcilaso a
continuación lo pone de relieve: "Los oidores ordenaron que el ejército
siguiese tras Francisco Hernández Girón, y que los de la Audiencia fuesen con
ellos, tanto para aportar autoridad como para que la gente no murmurase de que
ellos se quedaban descansando. Pero el licenciado Altamirano se opuso diciendo
que la Audiencia no podía salir de Lima,
ni tendría valor jurídico lo que sus oidores hicieran fuera de la ciudad. Como
el doctor Sarabia insistía en que la Audiencia debía salir, dijo el licenciado
Altamirano que él no saldría de ninguna manera, porque el Rey no les había mandado venir a pelear, sino a estar en sus estrados
y sentenciar los procesos que hubiese. El doctor Sarabia le contestó que le
suspendería de su cargo si no iba con el ejército, y ordenaría que no le
pagasen salario alguno, pero después vino una cédula de su Majestad para que se
le pagase". Así que hubo que tomar otra determinación: "Se decidió
que el doctor Sarabia, el licenciado Santillán y el licenciado Mercado fuesen
con el ejército, y que el licenciado Altamirano se quedase en Lima como
justicia mayor de la ciudad. A Diego de Mora, vecino de Trujillo, que había
venido con un buen grupo de arcabuceros, lo dejaron allí como corregidor, y le
dieron su grupo de arcabuceros a otro capitán llamado Pedro de Zárate".
En el campo contrario, el panorama era muy
distinto: "Francisco Hernández Girón estuvo más de cuarenta días en el
sitio en que ganó aquella batalla, para gozar de la gloria que sentía de verse
en él, y por el deseo de ganarse a los heridos que quedaron del campo
contrario. Los atendía y acariciaba todo lo que podía, para hacerlos sus
amigos, y así ganó a muchos de ellos, que le siguieron hasta el fin de su
rebeldía. En aquel tiempo dispuso que su maestre de campo, Diego de Alvarado (la
mala bestia) fuese al Cuzco para alcanzar a los que habían huido hacia
allá. Asimismo le mandó a Antonio Carrillo, su sargento mayor (para que
perdiese algo de la melancolía que tenía por haber huido en la batalla de
Chuquinga, creyendo que Girón había muerto), que fuese a varias ciudades para
que recogiese toda la gente, armas y provisiones que pudiese; especialmente, la
plata, oro y mucho vino que se había escondido, y que un soldado de los del
mariscal, llamado Francisco Boloña, le había dicho que sabía dónde estaba. Con
ese destino salió Antonio Carrillo con veinte soldados, llevando consigo a
Boloña, y, de los veinte, dieciocho eran de los que habían servido al mariscal,
por lo que se sospechó que Francisco Hernández enviaba con ellos a su sargento
mayor para que lo maltratasen, y así sucedió, como veremos más tarde. Asimismo
dispuso que su capitán Juan de Piedrahita fuese a la ciudad de Arequipa a
recoger lo que hallase, y para ello lo nombró maestre de campo del Ejército de
la Libertad, que así llamaba Girón al suyo. Y, a su maestre de campo, Diego de
Alvarado, lo nombró teniente general. Con estos títulos mejoró a estos dos
ministros suyos, para que con más soberbia y vanagloria hiciesen lo que después
hicieron".
(Imagen) Inca Garcilaso se va a referir ahora a un soldado llamado Juan Chacón, pero
es casi seguro que se trata de JUAN DE LA TORRE CHACÓN, del que hice una reseña
hace tiempo, dejando claro que no tenía nada que ver con el miserable Juan de
la Torre Villegas, del que también he hablado. Fue uno de los gloriosos Trece
de la Fama, de quien, absurdamente, desconfió Francisco Pizarro, y luego se
arrepintió. Porque, además de valiente, Juan de la Torre Chacón fue siempre un
ejemplo de fidelidad a lo legal, muy raro en aquellos disturbios, y lo vamos a
confirmar enseguida. Era tan opuesto al tipo del soldado chaquetero, que ni
siquiera cedió a las carantoñas de Girón, como nos cuenta el cronista: "En
aquel viaje, llegó (al ejército del Rey) un soldado famoso que se
llamaba Juan Chacón. Le habían apresado los tiranos en la derrota de
Villacurí, pero, por ser un buen soldado, Francisco Hernández Girón, para que
fuese su amigo, le había dado una compañía de arcabuceros. Sin embargo, Juan
Chacón, siendo leal servidor de Su Majestad, trataba en secreto, con otros amigos
suyos, de matar al tirano. Como entonces la única lealtad que se usaba era la
de venderse unos a otros, dieron noticia de ello a Francisco Hernández. Al
saberlo Juan Chacón, y antes de que lo prendiesen, huyó ante los ojos de Girón
y de todos los suyos. En el camino corrió mucho peligro su vida, porque, como
los indios tenían orden de que matasen a todos los que huyesen, y ellos no
distinguían entre leales y traidores, cercaron malamente a Juan Chacón, y le
habrían matado si no fuera por un arcabuz que llevaba, con el cual los ojeaba
de lejos. Pero, aun así, llegó herido al campamento de Su Majestad, donde dio
cuenta de todo lo que Francisco Hernández Girón pensaba hacer, con lo que los
oidores y todo su ejército recibieron mucho contento, y siguieron caminando
hasta la ciudad de Huamanga". JUAN DE LA TORRE CHACÓN murió en Arequipa
hacia el año 1580, tras una larga vida llena de aventuras extremas y de
gran importancia histórica. Fue fiel a
los Pizarro mientras ellos lo fueron a la Corona, pero se enfrentó a Gonzalo
Pizarro sirviendo al virrey Blasco Núñez Vela y a Pedro de la Gasca, habiendo
luchado anteriormente contra el rebelde Diego de Almagro el Mozo, y,
posteriormente, como hemos visto ahora, contra Francisco Hernández Girón. Una
hoja de servicios ilustre e impecable.
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