lunes, 21 de diciembre de 2020

(Día 1298) Francisco Hernández Girón fue, por fin, apresado. Cuando lo llevaron detenido a la ciudad de Lima, los vecinos lo celebraron con gran alegría.

 

      (888) Se acerca el final del último gran rebelde: "Francisco Hernández Girón, viéndose desamparado de todos los suyos, salió de su refugio para que todos lo matasen, o hiciesen de él lo que quisiesen. Viendo su situación, los dos capitanes arremetieron contra él para prenderlo, y los primeros que llegaron fueron tres hombres nobles, (Juan) Esteban Silvestre, Gómez Arias Dávila y Hernando Pantoja, el cual asió de la celada a Girón, y, al resistirse, le cogió de la guarnición Gómez Arias y le dijo que soltase su espada, y, no queriendo hacerlo, Esteban Silvestre le puso la lanza en los pechos diciéndole que lo mataría  si no obedecía a Gómez Arias. Entonces, Girón le rindió la espada a Gómez Arias y subió a las ancas del caballo del vencedor. Con Girón preso y custodiado, yendo acompañados de otros soldados, salieron al camino de la sierra para seguir en dirección a Lima".

     En el otro resto de la tropa, tuvieron un dilema de conciencia los capitanes Juan Tello y Miguel de la Serna: "Quisieron, conforme a las órdenes recibidas, ajusticiar a muchos de los soldados de Girón que habían apresado en aquel viaje, pero,  viendo que eran gente noble y pobre, se apiadaron de ellos, y los desterraron a diversas partes fuera del Perú. Y, para que pareciese que, entre tanta misericordia, habían sido rigurosos en algo, mandaron matar a un tal Guadramiro, que había formado parte de la rebelión de don Sebastián, y era el más desvergonzado de los que andaban con Girón, y así, pagó por todos sus compañeros". Luego el cronista comenta una actitud que más tarde creará problemas en cuanto a adjudicar el mérito de haber apresado a Girón (hecho que fue premiado generosamente): "Se divulgó rápidamente la noticia, y sabiéndolo el maestre de campo Don Pedro de Portocarrero y el capitán Baltasar Velázquez, quienes habían salido pocos días antes del Cuzco con treinta soldados, enviados por los oidores para apresar a Girón, se dieron prisa con el fin de gozar la victoria ajena, yendo con el prisionero a Lima como si, con su trabajo, lo hubiesen detenido. Dándose toda la prisa que pudieron, alcanzaron a los capitanes y al prisionero a pocas leguas de la ciudad de Lima, y entraron en ella como triunfadores, con las banderas desplegadas. Las de los dos capitanes que habían participado en el apresamiento de Girón (Juan Tello y Miguel de la Serna) iban en medio de las de Don Pedro Portocarrero y Baltasar Velázquez. En el centro estaba el preso (viviendo un calvario de humillación y angustia), y delante de él los tres soldados que le prendieron. Detrás seguían la infantería y la caballería, puestas en hileras. Los arcabuceros hacían salvas, con mucha fiesta y regocijo de todos, pues veían acabada aquella tiranía que tanto mal había causado en todo el imperio del Perú, tanto a los indios como a los españoles, pues, si lo miramos bien, veremos que no se ha escrito ni la décima parte de todo el mal que hubo".

     Por fin había llegado la paz: "Los oidores, viniendo de Pucará, donde fue derrotado Francisco Hernández Girón, se detuvieron algunos días en la ciudad del Cuzco para tomar decisiones relativas al buen gobierno de aquellas zonas, que estuvieron desprovistas de él durante más de un año, y sujetas a tan grandes tiranos, que no se puede ponderar suficientemente el mal que hicieron".

 

     (Imagen) Acabamos de ver que el segoviano GÓMEZ ARIAS DÁVILA fue uno de los tres que apresaron a Francisco Hernández Girón. Es un personaje casi olvidado, pero vivió aventuras novelescas. Había sido esclavo en tierras musulmanas. Fue sobrino de Pedrarias Dávila, cuya hija, Isabel de Bobadilla, era la mujer del gran Hernando de Soto, con quien Gómez marchó a La Florida. La expedición duró cuatro años (1539-1543), y resultó un gran fracaso, muerte de Soto incluida. Unos 300 soldados pudieron regresar a México, donde se enteraron del asesinato de Pizarro y de la guerras civiles peruanas. Estando Gómez en Panamá, llegó Pedro de la Gasca, y se unió a sus tropas de inmediato. El excepcional clérigo lo recibió encantado, y le comentó en una carta a Cobos, el secretario de Carlos V: "Es sobrino de Rodrigo de Contreras (gobernador de Nicaragua, casado con otra hija de Pedrarias). Según lo que en estos pocos días he conversado con él, es un hombre de bondad y valor, y, en lo pasado y lo presente, ha deseado y desea servir a Su Majestad". Gómez luchó contra Gonzalo Pizarro en la decisiva batalla de Jaquijaguana, al mando de un grupo de los que habían venido de Nicaragua. Después de la victoria, fue premiado con una encomienda de indios chupachos (situada en León de Huánuco) que había sido del hermanastro de Francisco Pizarro, Francisco Martín de Alcántara, cuya viuda, la extraordinaria Inés Muñoz, le disputó los derechos judicialmente dos años después. Tras la derrota de Hernández Girón, Gómez Arias emprendió otro vuelo. El virrey Marqués de Cañete lo nombró gobernador de la provincia de Rupa Rupa (una ampliación de 300 leguas en la zona de Huánuco), donde habían arraigado creencias de que contenía en su interior fabulosas riquezas de plata y oro. Así como GÓMEZ ARIAS DÁVILA vivió en Florida, bajo el mando del gran Hernando de Soto, la amargura del fracaso, le pasó lo mismo en esta nueva gobernación, tras haber descubierto durante dos años más de 100 leguas de territorio. Regresó a Huánuco, sin desechar la idea de volver  a Rupa Rupa, pero murió en 1562, con solo 43 años. Por haber sido soldados de LEÓN DE HUÁNUCO quienes apresaron a Girón, el virrey de Perú concedió a la ciudad el simbólico escudo de la imagen, en el que se ve a un león atrapándolo.




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