(888) Se acerca el final del último gran rebelde: "Francisco
Hernández Girón, viéndose desamparado de todos los suyos, salió de su refugio
para que todos lo matasen, o hiciesen de él lo que quisiesen. Viendo su
situación, los dos capitanes arremetieron contra él para prenderlo, y los
primeros que llegaron fueron tres hombres nobles, (Juan) Esteban
Silvestre, Gómez Arias Dávila y Hernando Pantoja, el cual asió de la celada a
Girón, y, al resistirse, le cogió de la guarnición Gómez Arias y le dijo que
soltase su espada, y, no queriendo hacerlo, Esteban Silvestre le puso la lanza
en los pechos diciéndole que lo mataría
si no obedecía a Gómez Arias. Entonces, Girón le rindió la espada a
Gómez Arias y subió a las ancas del caballo del vencedor. Con Girón preso y
custodiado, yendo acompañados de otros soldados, salieron al camino de la
sierra para seguir en dirección a Lima".
En el otro resto de la tropa, tuvieron un
dilema de conciencia los capitanes Juan Tello y Miguel de la Serna:
"Quisieron, conforme a las órdenes recibidas, ajusticiar a muchos de los
soldados de Girón que habían apresado en aquel viaje, pero, viendo que eran gente noble y pobre, se
apiadaron de ellos, y los desterraron a diversas partes fuera del Perú. Y, para
que pareciese que, entre tanta misericordia, habían sido rigurosos en algo, mandaron
matar a un tal Guadramiro, que había formado parte de la rebelión de don
Sebastián, y era el más desvergonzado de los que andaban con Girón, y así, pagó
por todos sus compañeros". Luego el cronista comenta una actitud que más
tarde creará problemas en cuanto a adjudicar el mérito de haber apresado a
Girón (hecho que fue premiado generosamente): "Se divulgó rápidamente la
noticia, y sabiéndolo el maestre de campo Don Pedro de Portocarrero y el
capitán Baltasar Velázquez, quienes habían salido pocos días antes del Cuzco
con treinta soldados, enviados por los oidores para apresar a Girón, se dieron
prisa con el fin de gozar la victoria ajena, yendo con el prisionero a Lima
como si, con su trabajo, lo hubiesen detenido. Dándose toda la prisa que
pudieron, alcanzaron a los capitanes y al prisionero a pocas leguas de la ciudad
de Lima, y entraron en ella como triunfadores, con las banderas desplegadas.
Las de los dos capitanes que habían participado en el apresamiento de Girón (Juan
Tello y Miguel de la Serna) iban en medio de las de Don Pedro Portocarrero
y Baltasar Velázquez. En el centro estaba el preso (viviendo un calvario de
humillación y angustia), y delante de él los tres soldados que le
prendieron. Detrás seguían la infantería y la caballería, puestas en hileras.
Los arcabuceros hacían salvas, con mucha fiesta y regocijo de todos, pues veían
acabada aquella tiranía que tanto mal había causado en todo el imperio del
Perú, tanto a los indios como a los españoles, pues, si lo miramos bien,
veremos que no se ha escrito ni la décima parte de todo el mal que hubo".
Por fin había llegado la paz: "Los
oidores, viniendo de Pucará, donde fue derrotado Francisco Hernández Girón, se
detuvieron algunos días en la ciudad del Cuzco para tomar decisiones relativas
al buen gobierno de aquellas zonas, que estuvieron desprovistas de él durante
más de un año, y sujetas a tan grandes tiranos, que no se puede ponderar
suficientemente el mal que hicieron".
(Imagen) Acabamos de ver que el segoviano
GÓMEZ ARIAS DÁVILA fue uno de los tres que apresaron a Francisco Hernández
Girón. Es un personaje casi olvidado, pero vivió aventuras novelescas. Había
sido esclavo en tierras musulmanas. Fue sobrino de Pedrarias Dávila, cuya hija,
Isabel de Bobadilla, era la mujer del gran Hernando de Soto, con quien Gómez
marchó a La Florida. La expedición duró cuatro años (1539-1543), y resultó un
gran fracaso, muerte de Soto incluida. Unos 300 soldados pudieron regresar a
México, donde se enteraron del asesinato de Pizarro y de la guerras civiles peruanas.
Estando Gómez en Panamá, llegó Pedro de la Gasca, y se unió a sus tropas de
inmediato. El excepcional clérigo lo recibió encantado, y le comentó en una
carta a Cobos, el secretario de Carlos V: "Es sobrino de Rodrigo de
Contreras (gobernador de Nicaragua, casado con otra hija de Pedrarias).
Según lo que en estos pocos días he conversado con él, es un hombre de bondad y
valor, y, en lo pasado y lo presente, ha deseado y desea servir a Su
Majestad". Gómez luchó contra Gonzalo Pizarro en la decisiva batalla de
Jaquijaguana, al mando de un grupo de los que habían venido de Nicaragua. Después
de la victoria, fue premiado con una encomienda de indios chupachos (situada en
León de Huánuco) que había sido del hermanastro de Francisco Pizarro, Francisco
Martín de Alcántara, cuya viuda, la extraordinaria Inés Muñoz, le disputó los
derechos judicialmente dos años después. Tras la derrota de Hernández Girón,
Gómez Arias emprendió otro vuelo. El virrey Marqués de Cañete lo nombró
gobernador de la provincia de Rupa Rupa (una ampliación de 300 leguas en la zona
de Huánuco), donde habían arraigado creencias de que contenía en su interior
fabulosas riquezas de plata y oro. Así como GÓMEZ ARIAS DÁVILA vivió en
Florida, bajo el mando del gran Hernando de Soto, la amargura del fracaso, le
pasó lo mismo en esta nueva gobernación, tras haber descubierto durante dos
años más de 100 leguas de territorio. Regresó a Huánuco, sin desechar la idea
de volver a Rupa Rupa, pero murió en
1562, con solo 43 años. Por haber sido soldados de LEÓN DE HUÁNUCO quienes
apresaron a Girón, el virrey de Perú concedió a la ciudad el simbólico escudo
de la imagen, en el que se ve a un león atrapándolo.
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