(873) El mariscal Alonso de Alvarado,
viendo la desmoralización de sus soldados, se llenó de ansiedad: "Como
muchos de los suyos no querían pasar el río, lo volvió a pasar él para
recogerlos y llevarlos a la pelea. Cuanto más lo procuraba a gritos, menos le
obedecían y tanto más huían de Juan de Piedrahita, que iba tras ellos. Se
fueron por diversas partes. Por aquellos caminos tan largos mataron los indios
a muchos españoles, pues no se podían defender por ir sin armas. Mataron entre
ellos a un hijo de don Pedro de Alvarado (el magnífico capitán de Hernán
Cortes que había muerto el año 1541), aquel gran caballero que fue al Perú
con ochocientos soldados. El hijo se llamaba Don Diego de Alvarado, al cual yo
conocí. Fue hijo de tal padre, y su muerte, tan desgraciada, causó mucha
lástima a todos los que conocían a su padre". Es curioso lo que cuenta
Inca, porque nuca se habla de este hijo de Pedro de Alvarado. Pero lo afirma
con tanta seguridad y conocimiento de causa, que hay que darle la razón. Tratar
de distinguir a los Alvarado ha dado origen a muchas confusiones, pero, en este
caso, no hay duda: Diego de Alvarado fue
uno de los hijos que Pedro tuvo con la princesa tlaxcalteca Luisa Xicotencatl.
Señala también Inca Garcilaso otro grave
error de los leales al Rey: "Y, si se atrevieron los indios a hacer esta
maldad, fue porque los que mandaban en el campo del mariscal (no nombraré a
nadie en particular), dando su victoria por segura, y para que no escapase
ninguno de los rebeldes, mandaron que los indios matasen a todos los que
huyeran por los caminos, y así lo hicieron, matando a más de ochenta (sin
saber que eran de su propio bando). En total, los que murieron de la parte
del mariscal Alonso de Alvarado fueron cerca de doscientos cincuenta hombres,
y, de los rebeldes, no murieron más que diecisiete. Habida la victoria de
Francisco Hernández Girón, su maestre de campo, el licenciado Diego de Alvarado
(nada tiene que ver este mal bicho,
del que ya hablamos, con el hijo, recién mencionado, del gran Pedro de Alvarado),
el cual no actuó en la batalla mejor que el peor de los soldados, quiso con la
victoria mostrarse bravo y hazañoso. Y
así, trayendo los suyos preso a un caballero de Zamora, el Comendador Romero,
que le había llevado al mariscal mil indios cargados de provisiones, envió
recado a Alonso González de que, antes de que entrase en el campamento, lo
matase, porque sabía que Francisco Hernández le había de perdonar si
intercediesen por él. Y el cruel verdugo (sin duda Juan Enríquez, que
siempre acompañaba al maestre, tal para cual) lo hizo como se le mandó.
El cronista cuenta algo que ocurrió
entonces: "Al principio de la batalla, mandó Hernández Girón que su
sargento mayor, Antonio Carrillo, fuera con otros nueve de a caballo para que
guardasen un paso por el que temía que huyeran algunos de los suyos. En plena
batalla, llegó a ellos Alberto de Orduña, alférez general de los rebeldes, y
les dijo que huyesen porque Girón ya había muerto. De manera que así lo
hicieron. Al día siguiente supieron por los indios que Girón había vencido al
mariscal Alonso de Alvarado. Al saberlo, volvieron al campamento, con harta
vergüenza de su cobardía, aunque dijeron que habían ido persiguiendo a muchos
del mariscal, y Francisco Hernández no les castigó, sino que hizo creer a los
suyos que era cierto". Aunque Inca Garcilaso no lo dice, es probable que
la huida fuese originada por el rumor (que, de hecho, se extendió) de que el
soldado Perales había matado a Girón de un arcabuzazo.
(Imagen) Inca Garcilaso, amigo de las anécdotas, nos va a hablar de PEDRO HERNÁNDEZ EL LEAL, quien añadió a su apellido
lo de 'Leal' por serlo tanto a la Corona, que hasta le habían puesto ese mote.
No muchos podrían presumir de lo mismo. Nos cuenta que también a Pedro lo
apresaron, y lo llevaron ante Girón. Critica asimismo al cronista Palentino
porque recogió datos equivocados, como el de que tenía la profesión de sastre.
Era un veterano que estuvo con el capitán Juan Vázquez de Coronado cuando
descubrieron el Cañón del Río Colorado (Arizona). Inca Garcilaso tiene motivos
para disentir del Palentino: "Yo conocí a Pedro Hernández el Leal, pues
fue huésped de mi padre, y, antes de llegar a las Indias, fue criado de la
ilustrísima Casa de Feria, de donde descendía
mi padre, y se trataban como hermanos, por lo que de tal hombre no puede
el Palentino decir que era sastre. A un hijo suyo le puse yo una medicina en un
ojo que tenía perdido, y hoy, que es año de 1611, vive en Oliva de Valencia (en
realidad, 'de la Frontera'), y se llama Martín Leal. Su padre, cuando se
enteró del levantamiento de los rebeldes, se puso al servicio del mariscal, lo
apresaron en Chuquinga y se lo entregaron a Francisco Hernández Girón, quien,
por ser enemigo de la gente leal, mandó que lo mataran, y lo llevaron al
campamento para hacerlo. Después de ponerle la soga al pescuezo para darle
garrote, el verdugo se volvió porque un soldado le preguntaba algo, y Pedro
Hernández el Leal, aunque era hombre mayor, echó a correr tan ligero como un
caballo, porque le iba en ello la vida. Así llegó donde estaba Francisco
Hernández, y se echó a sus pies suplicándole que tuviese misericordia de él. Lo
mismo hicieron todos los que se hallaron presentes, siendo uno de ellos
Cristóbal de Funes (ejecutado después). Y, entre otras cosas, le dijeron
que el triste ya había tragado la muerte, pues llevaba la soga al pescuezo.
Francisco Hernández, por dar contento a todos, lo perdonó, aunque contra su
voluntad. Esto pasó así, y en casa de mi padre se contó muchas veces, estando
en ocasiones PEDRO HERNÁNDEZ EL LEAL". No tiene réplica el argumento de
Inca Garcilaso, aunque se rumoreaba que Girón, tras perdonarlo, le dijo a Pedro
despectivamente que las peleas de sastres se dan en las tabernas, y no
enarbolando banderas al servicio del Rey. (Seguiremos con él en la próxima
imagen).
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