miércoles, 16 de diciembre de 2020

(Día 1293) Basándose en supersticiosos agüeros, Girón va a cometer el mismo error que le costó la derrota a Alvarado: atacar precipitadamente.

 

     (883) Tras oír lo que contaba Piedrahita, y asimismo a unos soldados escapados del bando real, que aseguraban que aquel ejército se encontraba escaso de munición y de pólvora, Francisco Hernández decidió darles la batalla una noche de aquellas, porque, además, le pareció síntoma de debilidad y cobardía que no se hubiesen atrevido a atacar su posición. Por otra parte, Girón debía de ser, según cuentan los cronistas, sumamente supersticioso y crédulo: "Llamo a sus capitanes y comunicó sus intenciones, pidiéndoles con mucha insistencia que se  mostraran conformes, pues estaba seguro del éxito, y les daba a entender que así lo aseguraban los pronósticos y agüeros. Sus capitanes se oponían diciendo que no tenía necesidad de dar la batalla, sino de estarse quieto, ya que se encontraba en un lugar fortalecido y provisto de todo lo necesario. Le hacían ver que no debía cambiar el juego, pues hasta entonces le había ido bien, y que en Chuquinga los contrarios atacaron muy confiados en vencer, y en breve tiempo se vieron perdidos. Francisco Hernández les contestó que estaba decidió a atacar con todo el ejército, porque no quería andar huyendo de los oidores, y que las buenas viejas adivinas decían que allí había que atacar. Les rogó que no le contradijesen, sino que preparasen para hacer la noche siguiente lo que había dicho".

     Todos sus mandos eran contrarios a la opinión de Francisco Hernández, pero tuvieron que resignarse y disponerse a prepararlo todo para el enfrentamiento. Entonces se dieron cuenta de que dos soldados de los que habían sido del ejército del Rey habían huido. Para no provocar más inquietudes, algunos le quitaron importancia diciendo que, según los indios, uno se había dirigido a un lugar lejano, y dieron por hecho que el otro tenía tan pocas luces, que nadie, en el campamento de los enemigos,  se tomaría en serio lo que dijera. Pero, de hecho, los dos fugitivos les informaron con rigor de cuándo y cómo iba a atacar Girón: "Al saberlo, los oidores, sus capitanes y los vecinos (ya vimos que se calificaba así a los que tenían encomiendas de indios) más antiguos de aquel imperio de Perú, los cuales, por la experiencia larga que tenían de tantas guerras, eran expertos soldados, acordaron, por estar muy ocupado de tiendas, cabalgaduras e indios el lugar donde se habían instalado, formar los escuadrones de infantería y caballería en un llano. Y fue cosa de Dios y misericordia suya que así lo hicieran, como luego veremos. Formaron un hermoso escuadrón de infantería, con su arcabucería muy ordenada, teniendo once tiros de artillería gruesa".

     Llegó, por fin, el momento histórico de la batalla de Pucará: "A la hora indicada por sus agüeros, el tirano salió de su fuerte con ochocientos infantes, de los cuales seiscientos eran arcabuceros, y muy pocos de a caballo, pues no llegaban a treinta. Envió también otro escuadrón de soldados negros, que pasaban de doscientos cincuenta. Con ellos fueron setenta arcabuceros para adiestrarles en lo que habían de hacer, pero los llevaban principalmente para confundir al escuadrón del Rey, de manera que no supiese cuál era el escuadrón oficial. Mandó Girón que los negros atacaran de frente, porque él pensaba hacerlo por las espaldas".

 

     (Imagen) Tras la inevitable muerte de los cabecillas rebeldes, siempre quedaba una familia destrozada. Eso pasará con la de Girón. Pero veamos lo que ocurrió con la de los hermanos Contreras, cuyo triste final contemplamos no hace mucho. Resumiré unos datos genealógicos. Isabel la Católica tenía como asesora y gran amiga a Beatriz de Bobadilla, hasta el punto de decirse entonces: "Después de la Reina de Castilla, la Bobadilla". A su hermano Francisco de Bobadilla lo enviaron a las Indias como gobernador general, para poner orden a los problemas administrativos creados por Colón, quien pronosticó el gran riesgo de una amenazante tormenta, a cuyo consejo no hizo caso Francisco, y se ahogó, el año 1502, en un tremendo naufragio. Una hija de Francisco se llamaba Isabel de Bobadilla, y se casó enamoradísima (cosa extraña) con el terrible Pedrarias Dávila, quien, aunque siempre recelaba de la valía de Vasco Núñez de Balboa, tuvo un amago de sensatez casando por poderes a su hija MARÍA DE PEÑALOSA con el gran descubridor del Pacífico. El matrimonio fue solamente documental, porque, poco después, Pedrarias contemplaba, desde la oscuridad de un cobertizo, cómo, por orden suya, se decapitaba a Balboa (enero de 1519). La viuda virtual llegó luego a las Indias, y se casó (año 1524) con un hombre importante, Rodrigo de Contreras, a quien, en 1534, lo nombraron gobernador de Nicaragua. Dicen que fue una esposa y madre ejemplar, pero de los once hijos que trajo al mundo (que ya tiene mérito), hubo dos, Hernando y Pedro Contreras, que la martirizaron con su absurda rebeldía. Ella comprendía sus razones (la protesta por la anulación de las encomiendas que tenía la familia), pero hizo todo lo posible, inútilmente, para que abandonaran su locura, y murieron de forma miserable, desapareciendo Pedro para siempre. María murió el año 1573 en Lima, pero conoció en Nicaragua a otra mujer inconsolable, CATALINA ÁLVAREZ CALVENTE, la madre del obispo ANTONIO DE VALDIVIESO, asesinado por sus desquiciados hijos Hernando y Pedro Contreras. En la imagen, un documento procesal nos dice que María vivía en Lima el año 1571 y que era viuda. De hecho, su marido murió en 1558. Parece ser que dos hijas suyas, María y Ana de Peñalosa, ingresaron en un convento limeño, el fundado por la incomparable Inés Muñoz de Ribera.




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