(894) El relato de Inca Garcilaso continúa
con la llegada del virrey a Lima, que ocurrió hacia el mes de julio de 1557,
donde fue recibido, como era costumbre con los virreyes, por todo lo alto:
"Como convenía a la grandeza de su cargo y a la calidad de su persona,
pues era señor de vasallos y tenía
título de marqués, mientras que los virreyes pasados carecían de título y de
vasallos. Después de tomadas sus posesiones, envió corregidores y ministros de
la justicia a todos los pueblos del Perú. El licenciado Bautista Muñoz, que el
virrey trajo consigo, llegó a la ciudad del Cuzco con su provisión de
corregidor, y mi señor Garcilaso le entregó la Vara de Justicia. El licenciado
le preguntó cuánto se cobraba por cada firma, y le respondió que no lo sabía
porque no había cobrado ese derecho. Entonces dijo el licenciado que no estaba
bien que los jueces perdiesen sus derechos. Los oyentes comentaron que era
normal que quisiese saber lo que pudiera ganar, además del salario oficial,
pues solo iban de España a las Indias para ganar lo que buenamente pudiesen (no
pierde ocasión el cronista de ensalzar las virtudes de su padre)". Después
ocurrió que, al día siguiente, amanecieron muertos Tomás Vázquez y Juan de
Piedrahita, pues les dieron garrote, sin que les valieran de nada los perdones
que, en nombre de Su Majestad, les habían dado en la Cancillería Real. Les
confiscaron los indios, y los de Tomás Vázquez, que era uno de los principales
repartimientos de aquella ciudad, se los dio el virrey a otro vecino, natural
de Sevilla, que se llamaba Rodrigo de Esquivel. Lo mismo hicieron de los indios
de Piedrahita y de Alonso Díaz, al que también mataron". Comenta Inca
Garcilaso que el corregidor tomó juicio de residencia (inspección de sus
actuaciones) al corregidor anterior. No dice el nombre, pero era su padre. Lo
que sí dice es que el nuevo corregidor le hizo unos reproches ridículos,
echándole en cara que jugaba a las cañas, visitaba a los vecinos sin llevar la
vara, recibía en algunas fiestas a sus
vecinos, jugando a las cartas con ellos, y había nombrado un escribano sin el
debido procedimiento. Pero el antiguo corregidor (o sea, su padre) tuvo aguda
respuesta para tanta meticulosidad. Y añade: "Al licenciado Monjaraz, que
había sido teniente del corregidor anterior, le puso otros cargos semejantes,
pero fue para poder decir que había hecho la revisión, pues no había cargos que
castigar ni deudas que satisfacer. Y, finalmente, les dio a los dos por libres
de toda culpa".
Entonces ocurrió algo sorprendente (a lo
que ya hice alusión): "El licenciado Altamirano, oidor de la Cancillería
Real de Lima, en cuanto llegó como corregidor a la ciudad de la Plata, apresó a
Martín de Robles, y sin hacerle cargo alguno, lo ahorcó públicamente en la
plaza. Lo cual lastimó a toda aquella tierra, porque era de los principales
vecinos del Perú, y tan cargado de años, que ya no podía llevar la espada en el
cinturón, llevándosela un muchacho indio que andaba detrás de él. Y lastimó
mucho más su muerte cuando se supo la causa". El licenciado Altamirano
había ejecutado a Martín de Robles por orden del virrey. Veremos primeramente
la breve versión que da el cronista Palentino sobre los motivos que tuvo para
hacerlo. Y después, la réplica de Inca Garcilaso, bastante más extensa y
refrendada por informaciones muy verosímiles, que apuntan a que el virrey se
sintió directamente ofendido por Robles.
(Imagen) El veterano RODRIGO DE ESQUIVEL nació
en Sevilla el año 1519. Llegó a ser regidor de Arequipa y justicia mayor en el
Cuzco (una especie de jefe de la policía), ejerciendo también como regidor
(concejal) perpetuo. Poco más se sabría de él si no hubiera en el archivo de
PARES un expediente de sus méritos y
servicios (el de la imagen; lástima no poder copiar el texto íntegro, porque es
un relato detallado y jugoso). Inca Garcilaso acaba de decir que el virrey le
regaló a Rodrigo de Esquivel la riquísima encomienda de indios que perteneció
al ejecutado Tomás Vázquez. Lo cual se entiende al leer su expediente de
méritos, donde se revela que fue un caso raro de extrema fidelidad al Rey
contra todo tipo de peligros y amenazas, cosa que el cronista no menciona,
quizá porque su padre fue sospechoso de todo lo contrario. Rodrigo llegó a Perú
en 1541, tras el asesinato de Francisco Pizarro, lo cual animó a los indios a
aprovechar esa tremenda crisis para iniciar una sublevación general. Fue
entonces cuando asesinaron también salvajemente al heroico obispo Francisco de
Valverde, y Rodrigo, bajo el mando del malogrado Diego de Urbina, luchó contra
ellos. Quisieron los dos batallar contra Diego de Almagro el Mozo, pero el
gobernador Vaca de Castro les pidió que siguieran pacificando a los indios.
Luego su fidelidad al virrey Blasco Núñez fue absoluta. En Lima, cayó preso de
Gonzalo Pizarro. Y dice: "Me presionaron con vejaciones de todo tipo para
que cambiara de bando, pero no lo consiguieron, ni quise hablar con Gonzalo
Pizarro, con gran riesgo de mi persona". En cuanto pudo se unió, con otros
compañeros, a Diego Centeno, para
enfrentarse a Gonzalo. Añade: "Fuimos apresados por amigos de Pizarro, y
querían matarnos, pero el teniente de la ciudad, por lástima, lo evitó, y luego
nos desterró". Escaparon en un navío y llegaron a Nicaragua, donde, tras
varias aventuras, se pusieron al servicio de Pedro de la Gasca. Luego siguió,
en las siguientes rebeliones, esa misma línea recta de lealtad. No hay ni un solo fallo en toda
su trayectoria, a pesar de que era habitual el chaqueteo, cosa que,
curiosamente, odiaba el terrible Francisco de Carvajal, pues él nunca quiso ser
un 'tejedor' (así llamaba a los que iban de un bando a otro como la lanzadera
de un telar). Es probable que RODRIGO DE ESQUIVEL muriera en el Cuzco el año
1581, pues fue cuando hizo su testamento.
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