viernes, 25 de diciembre de 2020

(Día 1301) Los oidores seguían dando largas a las peticiones de recompensas que les hacían. A Carlos V no le fue fácil nombrar un virrey para el Perú, pero, por fin, aceptó el Marqués de Cañete. Hubo una rebelión de esclavos negros.

 

     (891) Muerto Francisco Hernández Girón, los soldados volvieron a pedir a los oidores que les concedieran encomiendas de indios, puesto que ya no tenían excusa para retrasarlo, ya que habían prometido hacerlo cuando ocurriera. Se repetía la situación que le resultaba insoportable a Pedro de la Gasca, y que no pudo resolver. Durante las guerras, se alimentaba el coraje de los soldados con esperanzas de premios. Pero, una vez terminadas, no había suficiente botín para contentar a todos. Así que los oidores se buscaron otra coartada: "Los capitanes y soldados que habían quedado en el Cuzco, en cuanto se enteraron de la  muerte de Girón, fueron a Lima y reclamaron con mucha insistencia a los oidores lo que ya les habían pedido. Les respondieron que no era propio de leales servidores de Su Majestad querer sacar con violencia la gratificación que se les debía. Les decían que iba a venir un nuevo virrey, el cual, si al llegar viese que se había repartido todo lo que estaba disponible, se indignaría contra los oidores por no haberle esperado, y contra los beneficiados, por haberlo conseguido con tanta insistencia. Les pidieron que aguantasen, al menos, por tres o cuatro meses, pues el virrey no tardaría más en llegar. Y les prometieron que, de no ser así, ellos mismos harían los repartos prometidos. Con estas razones, templaron los oidores la furia de los pretendientes, y quiso Dios que, pocos meses después, se supiera que llegaba el virrey. Con lo cual, se aplacaron todos, y se prepararon para recibir a 'Su Excelencia', el primer virrey al que, en Perú, le dieron este tratamiento".

     Llegó el momento en el que Carlos V escogió un nuevo virrey para Perú, pero no eran muchos los dispuestos a ir a tierras tan turbulentas. De hecho, ya le pasó cuando  nombró al primero, Blasco Núñez Vela (asesinado después en aquel infierno), pues hubo varios que no se prestaron a ser nombrados (otra prueba de la valentía que demostró después el eficaz Pedro de la Gasca): "Su Majestad escogió como virrey del Perú al Conde de Palma, el cual se excusó con causas justas para no aceptar la plaza. Lo mismo hizo el Conde de Olivares. Por último, nombró a don Andrés Hurtado de Mendoza, Marqués de Cañete. El cual partió para el Perú, parando en Nombre de Dios, donde encontró a Pedro de Ursúa, un caballero noble y gran capitán, que en el Nuevo Reino de Granada (Colombia) hizo grandes conquistas y pobló una ciudad, que llamaron Pamplona (él era pamplonés). Le encargó que atajara los daños que hacían los negros fugitivos, a los que llaman cimarrones y viven en las montañas, porque salteaban y mataban a muchos por los caminos. Pedro de Ursúa, con ese fin reclutó soldados, muchos de los cuales eran de los que huyeron tras la derrota de Francisco Hernández Girón, o fueron desterrados, y el virrey perdonó a todos los que se unieron a aquella campaña".

     Los negros, al ver que se iban a encontrar acorralados, quisieron hacer las paces. Para resolver el conflicto, se les concedió que dejaran de ser esclavos, y se puso como condición que ellos mismos se encargasen de traer presos a quienes volvieran a las andadas. Se les obligó también a que viviesen en poblados, como ciudadanos normales. Ambas partes quedaron de acuerdo, pero se exigió que los negros dejaran rehenes, para que fuera seguro el cumplimiento del compromiso.

 

     (Imagen) Nos visita otro clérigo excepcional, del que acaba de hablar Inca Garcilaso: el franciscano FRAY LUIS JERÓNIMO DE ORÉ.  Su vida fue el currículum de un divino impaciente. Provenía de una familia profundamente religiosa (a la que le dedicaré la próxima imagen). Nació en Huamanga (Perú) el año 1554, donde su padre, Antonio de Oré, era el corregidor, y hombre muy culto. Fray Luis Jerónimo hizo sus estudios en Lima, y se ordenó sacerdote hacia el año 1582. Además de ser un gran músico como organista, se volcó sobre la cultura indígena, aprendiendo, entre otros idiomas nativos, el quechua y el aimara, a los que traducía (añadiendo la versión española) muchos textos religiosos, para que la evangelización resultara más eficaz. Fue un gran misionero que destacó por su enorme éxito en las conversiones, haciendo grandes recorridos, con frecuencia a pie, descalzo y llevando la cruz en la mano. Era tan bien acogido que, por haberse decidido  enviar clérigos seculares, los mismos indios pidieron que retornaran los franciscanos. En 1605, el obispo del Cuzco le envió a España para diversos asuntos, entre otros, el de ir hasta Roma para hablar con el Papa, donde, de paso, publicó su obra más importante, 'Manual peruano', dedicada a los misioneros de Perú. El año 1612 visitó al cronista Inca Garcilaso en Córdoba, al que le pidió unos ejemplares de su Historia de la Florida, porque iba a enviar a aquellas tierras a varios misioneros. Y se los dio encantado a quien consideraba 'gran teólogo'. En 1614, él mismo fue a La Florida para supervisar los trabajos evangelizadores e inspeccionar los conventos de Cuba. Escribió entonces el libro (ver imagen) titulado Los Mártires de Florida, sobre los franciscanos que fueron masacrados por los indios apalaches. Vuelto de nuevo a España, el Rey le comunicó que lo había propuesto al papa Paulo V como obispo de Concepción (Chile). Con esa noticia, partió definitivamente para las Indias, llegando a Chile en 1623, donde hizo cuanto pudo, pero sin éxito, para que hubiera una paz entre españoles y araucanos, en un intento desesperado de que se respetara una frontera de separación entre unos y otros. Con ese deseo frustrado, FRAY LUIS JERÓNIMO DE ORÉ  murió en Concepción el año 1630. Y, por fin, descansó.




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