(872) Una vez más, como otros muchos
conquistadores a lo largo de su vida, Gonzalo Silvestre evitó su muerte:
"Habiéndole quebrado una pierna su caballo al caer al suelo, se pudo
escapar de la batalla porque un indio suyo, que traía otro caballo, no tan bueno, le socorrió con él, ayudándole
a subir. Huyó con el indio hasta Huamanga, y después le sirvió hasta el fin de
esta guerra, como si fuera su propio hijo.
(De paso, quiero aclarar que, por un
despiste, dejé muy reducido este tramo que estamos viendo de la crónica de Inca
Garcilaso. Lo he ido rellenando, pero aún queda corto, y, ya que nos acaba de
hablar el cronista de lo cerca que estuvo Gonzalo Silvestre de la muerte, me
sirvo de su presencia para anunciar que, cuando termine el relato de las
Guerras Civiles del Perú, comenzaré a tratar otro asunto apasionante, en el que
participó Gonzalo Silvestre, y después fue la principal fuente de información para
Inca Garcilaso. Se trata de la trepidante y trágica expedición del gran
Hernando de Soto (que murió en el empeño), cuyo objetivo era el descubrimiento
y la conquista de La Florida, hechos que ocurrieron años antes de lo que ahora
vemos, pues duró la aventura desde 1539 hasta 1543).
Sigamos con las Guerras Civiles del Perú. Además
de los principales que he nombrado, los de Francisco Hernández Girón mataron
también a unos sesenta soldados famosos. Intercala Inca Garcilaso una anécdota
curiosa: "Un soldado que se apellidaba Perales se pasó al bando del
mariscal Alonso de Alvarado, y le pidió un arcabuz cargado, para dispararle a
Francisco Hernández Girón, diciendo que le conocía bien y sabía de qué color
andaba vestido, y habiéndoselo dado, tiró y mató a Juan Alonso de Badajoz,
creyendo que era Francisco Hernández, porque estaba vestido del mismo color y
se parecía en el aspecto de su persona, por lo cual se alabó en público de
haberlo matado. Después, cuando se conoció la victoria de Francisco Hernández,
volvió adonde él diciendo que estuvo en el otro bando porque le habían
apresado. Pero no tardó mucho en pagar su traición, pues, pocos días más tarde,
estando Perales en el Cuzco, donde se encontraba el maestre de campo de los
rebeldes, el licenciado Diego de Alvarado, al enterarse Francisco Hernández de
que Perales había presumido de haberlo matado, le envió al licenciado una orden
de que lo ahorcase. Así se hizo, y yo le vi ahorcado en la picota de la plaza
del Cuzco".
Dicho lo cual el cronista recupera el hilo:
"Volviendo a la batalla, diremos que luego llegó el desorden y la
confusión, y muchos de los soldados del mariscal no quisieron pasar el río, ni
pelear con los enemigos, por miedo a los arcabuces. Viendo el capitán Juan de
Piedrahita el desorden y temor que había entre los soldados del mariscal Alonso
de Alvarado, mandó a los suyos que le siguiesen deprisa. Con los arcabuceros
que pudieron ir con él, que eran menos de cincuenta, salió Piedrahita veloz de
su fuerte cantando victoria y disparando los arcabuces adonde había grupos de
soldados, y todos se le rendían entregándole las armas y la pólvora, que era lo
que los enemigos más necesitaban. De esta forma, rindió a más de trescientos
hombres. Los llevó consigo, y no osaban apartarse de él, por miedo a que otros
soldados enemigos los maltratasen".
(Imagen) Ya hablé de JUAN ALONSO DE BADAJOZ, el hombre que burló a la muerte durante
muchos años, pero, como a todos, le llegó la Parca, y veremos que de forma
absurda. Nació en Badajoz hacia el año 1487. Ampliaré algunos datos a los
aportados anteriormente. Igual que Diego de Trujillo (el protagonista de la
imagen anterior), fue de España a Perú llevado por Francisco Pizarro el año
1530. Pero luego se alió con su rival y antiguo socio Diego de Almagro.
Derrotados en la batalla de las Salinas, Almagro fue ejecutado, y Juan Alonso
no fue castigado, aunque siguió conspirando contra Francisco Pizarro hasta su
asesinato. Acogido al amparo de Diego de Almagro el Mozo, luchó contra Vaca de
Castro. El resultado fue una nueva derrota, con muerte del Mozo, y un Juan
Alonso de Badajoz libre de todo mal, salvo la pérdida de su cargo de gobernador
en Lima. Es probable que, dados sus roces, no se uniera a Gonzalo Pizarro para
enfrentarse al virrey. Además, no hay duda de que, en los momentos previos a la
batalla de Jaquijaguana, Juan Alonso estaba al servicio de Pedro de la Gasca,
quien lo deja claro en un informe que hizo el 3 de mayo de 1548. Dice que le
pidió a Juan que se diera prisa en pasar el puente del río Apurimac con las
municiones, porque, por orden suya, se había quedado retrasado, dando prioridad
de paso a los soldados por miedo a que el peso de la artillería ladeara el
puente, dejándolo inservible o muy peligroso. Cuando se produjo el alzamiento
de Francisco Hernández Girón, volvió Juan Alonso de Badajoz a dejarse tentar
por la rebeldía, y se puso a su servicio, al parecer, con gran entusiasmo. Se
diría que hasta los dioses se cansaron de su terquedad. Esto fue lo que
ocurrió: "Un soldado apellidado Perales se pasó al bando del Rey, y pidió
un arcabuz para disparar a Francisco Hernández Girón, diciendo que lo conocía
bien y de qué color iba vestido. Habiéndosele dado, miró, disparó y mató a Juan
Alonso de Badajoz (que tendría unos 67 años), creyendo que era Francisco
Hernández, porque estaba vestido del mismo color y se semejaba en el aspecto de
su persona. Después, cuando llegó la victoria de Francisco Hernández, volvió Perales
a su bando diciendo que los contrarios lo habían apresado". Pero su excusa
no sirvió, y lo ejecutaron. Aunque tenía buena puntería, cometió un error
garrafal, para desgracia suya y de JUAN ALONSO DE BADAJOZ.
No hay comentarios:
Publicar un comentario