miércoles, 16 de diciembre de 2020

(Día 1294) El ataque temerario y supersticioso de Francisco Hernández Girón, más la oscuridad de la noche, produjeron su rápida y definitiva derrota.

 

     (884) Era ya de  noche cuando partió el ejército de Girón para enfrentarse a las fuerzas del Rey: "Iban en silencio y con las mechas de los arcabuces encendidas pero tapadas, para no ser vistos. Los del Rey  estaban con sus escuadrones y en silencio total. Los negros de Girón llegaron a la posición en la que habían estado los contrarios, y, no encontrando resistencia, entraron al terreno y mataron indios, caballos, mulas y cuanto por delante topaban. Entre los indios, mataron a unos seis españoles que, por cobardes, estaban allí escondidos. Francisco Hernández llegó poco después adonde estaban los escuadrones y puso frente a ellos toda su arcabucería, sin que los de su Majestad respondiesen con disparos de arcabuz, quedando a la espera de que los contrarios dispararan todos los suyos. Llegado el momento, los de Rey descargaron toda la arcabucería y la artillería, pero los unos y los otros lo hicieron en balde, por la oscuridad de la noche. El tirano Girón, viendo que había errado los tiros, se dio por perdido, y solo pensó en retirarse a su fuerte con el mejor orden posible. Pero no pudo evitar que se le escaparan más de doscientos soldados que habían estado al servicio del mariscal Alonso de Alvarado (se ve que el transfuguismo era moneda corriente, según los peligros). Los soldados de Su Majestad quisieron ir tras los que huían, pero los que mandaban en el ejército no consintieron que saliesen de su orden, diciéndoles que se quedasen quietos. Y fue buena decisión, porque, de una banda de jinetes que salieron a molestarles cuando huían, resultó muerto un alférez e hirieron a tres vecinos del Cuzco: Diego de Silva, Antón Ruiz de Guevara y Diego de Maldonado el Rico. La herida de Diego de Maldonado fue extraña, pues se hizo incurable. Hasta que falleció, que pasaron unos doce años desde la batalla, la tuvo abierta por consejo de los médicos, pues decían que, si cerraban la herida, se moriría".

     Luego el cronista repite que hicieron muy bien los del Rey en no sacar toda la tropa tras los de Girón, porque habría habido muchas muertes por ambas partes. Lo sorprendente fue que, sin más historia, ahí terminó la batalla, que no fue tal. Así lo explica: "Francisco Hernández Girón entró en su fuerte muy desfallecido en su ánimo, soberbia y orgullo, por verse engañado en lo que tanto confiaba, que eran sus hechicerías, con las  cuales se sentía vencedor de todos sus enemigos. Pero, por no desanimar a los suyos, mostró cara alegre, aunque no pudo evitar que se le viese al descubierto la pena que en el corazón tenía. No hubo más pelea en aquella batalla que la que he dicho, a pesar de lo que afirma el cronista Palentino, pues, si tuviera razón, no habría quedado hombre con vida. Él mismo reconoce que, del bando de los oidores, solo resultaron muertos unos seis, y, heridos, unos treinta, y, del bando del tirano, diez muertos, con muchos heridos y presos. Quedaron presos (se supone que provisionalmente) los doscientos que habían sido del mariscal, más unos quince de Girón. Los muertos y heridos del ejército del Rey, lo fueron por los suyos mismos, pues era tan oscura la noche, que tiraban a ciegas, y se supo porque tenían las heridas en la espalda".

 

     (Imagen) Ampliaré algún dato sobre lo que ya conté de ALONSO DE ALMARAZ. Por morir antes, no llegó a ver el desastre final de Francisco Hernández Girón, pero tuvo que inquietarle mucho saber que su  hija, Doña Mencía de Almaraz, iba camino de convertirse en su mujer. Girón era un militar joven y  de enorme prestigio, que tenía en su hoja de servicios brillantes hazañas de conquista, aunque también fama de implacable, entre otras cosas, por haber influido para que el gran Sebastián de Benalcázar ordenara la ejecución del honesto capitán Jorge Robledo, encargándose, además, de llevarla a cabo y de manera humillante. ALONSO DE ALMARAZ, nacido en Almaraz (Cáceres), llegó como funcionario a las Indias, pero (aunque, como ya dije, algunos lo han puesto en duda) La Gasca nos confirma que tenía un puesto muy superior. Eso y que era un hombre ejemplar, lo explica así en una carta que envió desde Lima al Consejo de Indias en setiembre de 1549, ejecutado ya Gonzalo Pizarro: "Me dicen que viene a esta tierra Alonso de Almaraz, gobernador (prueba inapelable) de Tierra Firme (Centroamérica). Es una de las personas a las que yo más aprecio, pues tiene la fidelidad que aquí escasea, y por eso me pareció que sería muy bueno nombrarlo gobernador de las Charcas. Pues ese oficio es clave para las recaudaciones de la Hacienda Real, y aquellas tierras están demasiado alejadas del virrey y de la Audiencia, que han de residir aquí, en Lima. Hace falta allí un hombre de cuya entereza y bondad se reciba satisfacción, y yo la tengo de él. Pero será necesario que, por la excesiva carestía que las cosas tiene en aquel lugar, se le asigne un buen salario. Dios me es testigo de que yo le tengo buena voluntad por todo lo bueno que de él conozco y por el celo que siempre le he visto en el servicio a su Majestad". No cuajó la  idea, y en enero de 1550, añade: "El primero de enero encargué el oficio de tesorero a Alonso de Almaraz. Y lo hice por tenerle por buena persona y buen administrador de la Real Hacienda, y porque ya tenía experiencia de estos oficios por haber sido contador durante años en Tierra Firme". Es difícil creer que tal hombre simpatizara con la rebeldía de su futuro yerno, aunque, como vimos, terminó siendo procesado por mala administración de los fondos.




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