miércoles, 23 de diciembre de 2020

(Día 1300) Años después de la ejecución de Francisco Hernández Girón, Gómez de Chaves retiró su cabeza (y las de Gonzalo Pizarro y Francisco de Carvajal) de la plaza de Lima.

 

     (890) El último dato que nos ha dado Inca Garcilaso resulta impresionante, porque revela que las cabezas de Gonzalo Pizarro y Francisco de Carvajal llevaban expuestas en la plaza de Lima más de seis años, pero, además, en lo que dice a continuación, asegura que siguieron allí, al menos, otros diez años: "Se decía que Francisco Hernández Girón era hijo de un caballero de la Orden de San Juan. Su mujer, Doña Mencía, se metió monja en un convento de la ciudad de Lima, donde vivió religiosamente. Un caballero que se llamaba Gómez de Chaves, natural de Ciudad Rodrigo, que admiraba la bondad, honestidad y nobleza de Doña María de Almaraz, pensando que le sería agradable ver quitada del rollo de la plaza la cabeza de su marido, fue una noche con un amigo suyo, llevando una escalera, y arrancaron una de las cabezas. Creían que era la de Francisco Hernández Girón, pero resultó ser la del maestre de campo Francisco de Carvajal. Luego alcanzaron otra, y fue la de Gonzalo Pizarro. Viendo esto aquel caballero, dijo a su compañero: 'Cojamos la otra, y, ya que así lo ha permitido Dios, no habrá de volver ninguna de ellas adonde estaban. Se llevaron, pues, las tres, y las enterraron secretamente en un convento. Aunque la justicia hizo diligencias para saber quién las quitó, no lo pudieron averiguar, porque el hecho fue agradable para todos los de aquella tierra, pues, entre las cabezas, estaba la de Gonzalo Pizarro, y les era muy penoso verla en aquel lugar".

     El cronista dice que esto se lo contó en Córdoba Don Luis de Cañaveral, un funcionario del Rey que pasó años en Perú y en México. Y añade que, el año 1612, un gran teólogo franciscano, llamado fray Luis Jerónimo de Oré (interesante personaje al que dedicaré una imagen), le confirmó que las cabezas estaban en el monasterio de Lima, pero no enterradas, sino solo guardadas respetuosamente, pues los frailes no querían hacerse responsables del delito de quitarlas de donde las habían puesto las autoridades. Y sigue diciendo: "Este religioso iba a Cádiz con orden de sus superiores y del Consejo de Indias para enviar dos docenas de frailes a La Florida con la misión de predicar el Santo Evangelio. Me pidió que le diese algún libro de mi Historia de la Florida, para que los enviados conociesen las costumbres de los naturales de aquellas tierras. Yo le di tres libros de La Florida y  cuatro de mis Comentarios Reales".

     Después habla de la extraña muerte que tuvo el capitán Baltasar Velázquez, al que nos ha mostrado hace poco tratando él y Don Pedro Portocarrero de participar en los méritos del apresamiento de Girón, aunque, como sabemos, fueron otros tres capitanes quienes lo llevaron a cabo directamente. A Baltasar lo califica como capitán mozo y valiente, y dice que "le salieron dos postemas (abscesos de pus) en las vedijas", lo cual apunta a que fue en el órgano sexual, pues vedija es sinónimo de pubis. Añade después: "Y él, para mostrarse más galán de lo que convenía, no quiso curarse. Al quinto día, le dio cáncer (curioso que se usara la palabra) en su interior, y se asaba vivo, de manera que nadie aguantaba acercarle la mano, pues casi ardía como fuego natural. Y de esta manera acabó el pobre capitán, habiendo sido famoso por sus valentías presentes y pasadas".

 

     (Imagen) Nos ha dicho Inca Garcilaso que todos abandonaron a Girón en el campo de batalla, menos su cuñado, Almaraz, y Gómez Suárez de Figueroa (este último, sin duda, pariente de Inca, quien, de hecho, se llamaba así también). No he podido averiguar si fueron los dos ejecutados junto a Girón. Además de ese enigmático Almaraz (no menciona su nombre), Doña Mencía de Almaraz tuvo otros muchos hermanos. Hablemos ahora de uno de ellos, el agustino FRAY JUAN DE ALMARAZ, nacido en Salamanca en 1522. Su familia, como acabamos de ver, era muy religiosa, y quizá él más que nadie, a lo que se añadía su gran capacidad intelectual. Hay otro detalle que confirmaría el trauma familiar que supuso la muerte de Girón como rebelde:  el hecho de que Fray Juan ingresó en el convento de los agustinos en 1555,  pocos meses después de la ejecución de su cuñado. Desde un principio brillaron su liderazgo, su nivel intelectual y su ejemplaridad. Fue un exitoso y convincente predicador,  elegido como prior del convento de Lima, y, en 1591 (poco antes de morir), alcanzó el máximo puesto dentro de su orden religiosa al ser nombrado provincial de la misma para todo Perú. Obtuvo en la limeña Universidad de San Marcos (la más antigua de las Indias) un doctorado, ejerciendo después en la misma como catedrático, nombrado mediante oposición, desde el año 1581, siendo tal su valía, que Felipe II le asignó el puesto a perpetuidad, algo muy excepcional. Era hombre de gran cultura, y, quienes presidían la Inquisición en Lima (establecida el año 1570) le encargaron examinar los libros que se iban a publicar, para darles el visto bueno desde un punto de vista católico. En ese puesto de calificador previo, llegó a sus manos un libro, enviado desde España, en el que se afirmaba que, si alguno no miraba la Sagrada Hostia al ser alzada, por sentirse indigno, no sería censurable, sino digno de alabanza. El detallista y erudito censor se dio cuenta de que era una norma de iluminados heréticos (que rechazaban la presencia del cuerpo de Cristo), típica de heterodoxos extremeños, a los que él conocía muy bien. Cuando era provincial de la orden, en 1591, FRAY JUAN DE ALMARAZ Y PORTOCARRERO fue nombrado obispo de Paraguay, pero tenía ya  69 años, y no pudo llegar a ejercer esa dignidad eclesiástica porque, unos meses después, murió en Trujillo, ciudad a la que había llegado en visita eclesiástica oficial.




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