(890) El último dato que nos ha dado Inca
Garcilaso resulta impresionante, porque revela que las cabezas de Gonzalo
Pizarro y Francisco de Carvajal llevaban expuestas en la plaza de Lima más de
seis años, pero, además, en lo que dice a continuación, asegura que siguieron
allí, al menos, otros diez años: "Se decía que Francisco Hernández Girón
era hijo de un caballero de la Orden de San Juan. Su mujer, Doña Mencía, se
metió monja en un convento de la ciudad de Lima, donde vivió religiosamente. Un
caballero que se llamaba Gómez de Chaves, natural de Ciudad Rodrigo, que
admiraba la bondad, honestidad y nobleza de Doña María de Almaraz, pensando que
le sería agradable ver quitada del rollo de la plaza la cabeza de su marido,
fue una noche con un amigo suyo, llevando una escalera, y arrancaron una de las
cabezas. Creían que era la de Francisco Hernández Girón, pero resultó ser la
del maestre de campo Francisco de Carvajal. Luego alcanzaron otra, y fue la de
Gonzalo Pizarro. Viendo esto aquel caballero, dijo a su compañero: 'Cojamos la
otra, y, ya que así lo ha permitido Dios, no habrá de volver ninguna de ellas
adonde estaban. Se llevaron, pues, las tres, y las enterraron secretamente en
un convento. Aunque la justicia hizo diligencias para saber quién las quitó, no
lo pudieron averiguar, porque el hecho fue agradable para todos los de aquella
tierra, pues, entre las cabezas, estaba la de Gonzalo Pizarro, y les era muy
penoso verla en aquel lugar".
El cronista dice que esto se lo contó en
Córdoba Don Luis de Cañaveral, un funcionario del Rey que pasó años en Perú y
en México. Y añade que, el año 1612, un gran teólogo franciscano, llamado fray
Luis Jerónimo de Oré (interesante personaje al que dedicaré una imagen), le
confirmó que las cabezas estaban en el monasterio de Lima, pero no enterradas,
sino solo guardadas respetuosamente, pues los frailes no querían hacerse
responsables del delito de quitarlas de donde las habían puesto las
autoridades. Y sigue diciendo: "Este religioso iba a Cádiz con orden de
sus superiores y del Consejo de Indias para enviar dos docenas de frailes a La
Florida con la misión de predicar el Santo Evangelio. Me pidió que le diese
algún libro de mi Historia de la Florida, para que los enviados conociesen las
costumbres de los naturales de aquellas tierras. Yo le di tres libros de La
Florida y cuatro de mis Comentarios
Reales".
Después habla de la extraña muerte que
tuvo el capitán Baltasar Velázquez, al que nos ha mostrado hace poco tratando
él y Don Pedro Portocarrero de participar en los méritos del apresamiento de
Girón, aunque, como sabemos, fueron otros tres capitanes quienes lo llevaron a
cabo directamente. A Baltasar lo califica como capitán mozo y valiente, y dice
que "le salieron dos postemas (abscesos de pus) en las vedijas",
lo cual apunta a que fue en el órgano sexual, pues vedija es sinónimo de pubis.
Añade después: "Y él, para mostrarse más galán de lo que convenía, no
quiso curarse. Al quinto día, le dio cáncer (curioso que se usara la palabra)
en su interior, y se asaba vivo, de manera que nadie aguantaba acercarle la
mano, pues casi ardía como fuego natural. Y de esta manera acabó el pobre
capitán, habiendo sido famoso por sus valentías presentes y pasadas".
(Imagen) Nos ha dicho Inca Garcilaso que todos
abandonaron a Girón en el campo de batalla, menos su cuñado, Almaraz, y Gómez
Suárez de Figueroa (este último, sin duda, pariente de Inca, quien, de hecho,
se llamaba así también). No he podido averiguar si fueron los dos ejecutados
junto a Girón. Además de ese enigmático Almaraz (no menciona su nombre), Doña
Mencía de Almaraz tuvo otros muchos hermanos. Hablemos ahora de uno de ellos,
el agustino FRAY JUAN DE ALMARAZ, nacido en Salamanca en 1522. Su familia, como
acabamos de ver, era muy religiosa, y quizá él más que nadie, a lo que se
añadía su gran capacidad intelectual. Hay otro detalle que confirmaría el
trauma familiar que supuso la muerte de Girón como rebelde: el hecho de que Fray Juan ingresó en el
convento de los agustinos en 1555, pocos
meses después de la ejecución de su cuñado. Desde un principio brillaron su
liderazgo, su nivel intelectual y su ejemplaridad. Fue un exitoso y convincente
predicador, elegido como prior del
convento de Lima, y, en 1591 (poco antes de morir), alcanzó el máximo puesto
dentro de su orden religiosa al ser nombrado provincial de la misma para todo
Perú. Obtuvo en la limeña Universidad de San Marcos (la más antigua de las
Indias) un doctorado, ejerciendo después en la misma como catedrático, nombrado
mediante oposición, desde el año 1581, siendo tal su valía, que Felipe II le
asignó el puesto a perpetuidad, algo muy excepcional. Era hombre de gran
cultura, y, quienes presidían la Inquisición en Lima (establecida el año 1570)
le encargaron examinar los libros que se iban a publicar, para darles el visto
bueno desde un punto de vista católico. En ese puesto de calificador previo,
llegó a sus manos un libro, enviado desde España, en el que se
afirmaba que, si alguno no miraba la Sagrada Hostia al ser alzada, por sentirse
indigno, no sería censurable, sino digno de alabanza. El detallista y erudito
censor se dio cuenta de que era una norma de iluminados heréticos (que
rechazaban la presencia del cuerpo de Cristo), típica de heterodoxos extremeños,
a los que él conocía muy bien. Cuando era provincial de la orden, en 1591, FRAY
JUAN DE ALMARAZ Y PORTOCARRERO fue nombrado obispo de Paraguay, pero tenía
ya 69 años, y no pudo llegar a ejercer
esa dignidad eclesiástica porque, unos meses después, murió en Trujillo, ciudad
a la que había llegado en visita eclesiástica oficial.
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