(874) Se extendió tanto el falso rumor de
que Francisco Hernández Girón había muerto (cuando en realidad el muerto era su
'doble', Juan Alonso de Badajoz), que llegaron a creerlo en el campamento de
sus contrarios, y algunos españoles que estaban en aquella comarca escribieron
a los oidores de Lima asegundándoles que se había matado y vencido a Girón.
Como era costumbre en aquellos tiempos, les pedían también las 'albricias', el
premio habitual cuando se daban grandes y buenas noticias, lo cual invitaba a
enviarlas con urgencia (para que nadie se adelantase), sin ser contrastadas: "Pero
pronto, lo que se supo fue que el mariscal y todos los suyos habían sido
derrotados, lo cual causó tal escándalo en el ejército de Su Majestad, que, sin
causa ni motivo para ello, se plantearon los tres oidores si habría que matar
al licenciado y oidor Santillán (recordemos que a él y al obispo Loaysa les
habían quitado el mando supremo por el fracaso anterior), o prenderlo y
enviarlo a España, pero no se llevó a cabo por oponerse el doctor Sarabia. No
hay que extrañarse mucho de sus dudas, pues la victoria de Francisco Hernández
Girón fue tan contraria a lo imaginado que todos sospecharon que se había
vendido al mariscal. Eran tan firmes las sospechas como si se las hubiera
revelado un ángel. Y así, hasta que vieron que muchos de los sospechosos, que
huían de la batalla, llegaron al campamento de su Majestad, y la mayoría estaban
heridos y maltratados. Con lo cual, todos vieron claro que no había sido
traición, sino desventura de todos ellos".
Despejadas las dudas, hubo que actuar para
paliar otros posibles daños tras la derrota: "Los oidores mandaron a
Antonio de Quiñones a Huamanga con sesenta arcabuceros, para proteger a los derrotados
que huían en esa dirección, y también para proteger a esa ciudad, por si Girón
enviaba gente allá en busca de
provisiones. En ese tiempo les llegaron a los oidores dos cartas. Una era del
mariscal alonso de Alvarado, y en ella se quejaba de su mala fortuna y de sus hombres,
pues no habían querido obedecerle, ni guardar el orden que les había indicado
para la batalla". Ya vimos que, fallecido Alvarado, su mujer, Ana de
Velasco, en una carta dirigida al Rey, dio la misma versión. Pero la otra carta
que recibieron los oidores era del prestigioso Lorenzo de Aldana, testigo de
los hechos, y se impuso como opinión general: "El lunes pasado escribí a
vuestra señoría (el presidente de la Audiencia de Lima), y dije
lo que temía. Acabada de enviar la carta, entró Lucifer en el Mariscal, y luego
determinó dar la batalla a Francisco Hernández en el fuerte en el que estaba,
contra la opinión de todos, y más de la mía. No obstante todo esto, actuó de
manera que Francisco Hernández, desde su fuerte, nos desbarató, y mató a mucha
gente, entre ellos a algunos muy principales. No sé decir la cantidad, porque,
como era en su mismo fuerte, y se retiró el mariscal, no se pudo comprobar. Él salió herido, pero no
por pelear, ni por animar a su gente". Cada vez se comprende mejor por qué,
tras esta derrota, el mariscal Alonso de Alvarado se fue hundiendo en una
depresión tal, que hasta es posible que acortara sus días. Parece claro que
equivocó tercamente su estrategia por la prisa en atacar. Por si fuera poco,
Lorenzo de Aldana le está acusando de cobardía. El gran mariscal, de enorme prestigio en el
pasado, caía en desgracia, e incluso le había pasado lo mismo con Pedro de la
Gasca. Participó en la siguiente batalla, la de la derrota definitiva de Girón,
pero es de temer que lo hiciera relevado del mando supremo.
(Imagen) Una persona tan peculiar como PEDRO HERNÁNDEZ EL LEAL merece que añadamos
varios datos que he encontrado por casualidad, algunos necesitados de
corrección. Nació hacia el año 1513. Y tropezamos con un primer error,
provocado sin querer por Inca Garcilaso, quien nos acaba de decir que su hijo
vivía en Oliva de Valencia. En realidad se refiere a Oliva de la Frontera
(lugar donde nació Pedro Hernández el Leal), que colinda con Valencia de
Mombuey, ambas en la provincia de Badajoz, y propiedad de los Duques de Feria,
parientes del cronista, por lo que, para él,
era normal decir Oliva de Valencia. La mala interpretación se extendió,
convirtiendo a un extremeño en un valenciano. Pedro partió el año 1538 hacia
México, y pronto, quizá por su escogido linaje, formó parte de la guardia
personal del gran virrey Antonio de Mendoza. Fue en México donde hubo otro con
su mismo nombre que era sastre, y, para 'cabreo' de su amigo Inca Garcilaso, el
cronista Palentino recogió el rumor de que era la profesión de nuestro protagonista. Enseguida se apuntó a
la campaña de Francisco Vázquez de Coronado (año 1540), la del descubrimiento
del Cañón del Colorado, de donde volvió gravemente herido. Hacia 1543 se fue,
con otros soldados, a Perú, para reforzar las tropas del virrey Blasco Núñez
Vela, que luchaban contra los rebeldes a la Corona. Pronto se puso de relieve
la seriedad de su espíritu responsable, y, para distinguirle de algún otro con
nombre y apellido tan comunes, sus compañeros le llamaban Pedro Hernández el
Leal. Se sintió tan orgulloso, que lo
convirtió en su apellido oficial, incluso para su hijo, Martín Leal. Y fue leal
para siempre, con el virrey, con Pedro de la Gasca y, como lo vemos ahora,
contra el rebelde Francisco Hernández Girón. El año 1561, Pedro marchó, bajo el
mando de Tristán de Luna y Arellano (ya habían estado juntos en la aventura de
Coronado), a conquistar en la zona de Florida, y resultó nuevamente herido. Más
tarde, quizá buscando un merecido descanso, se trasladó definitivamente a vivir
en Oliva de la Frontera, donde murió el año 1582. PEDRO HERNÁNDEZ EL LEAL,
poniéndose como apellido propio su apodo, demostró tener un gran sentido de la
fidelidad y el orgullo de un noble soldado. Fue un milagro que el rebelde Girón
le perdonara la vida, pues mató a otros que eran mucho menos fieles que él a la
Corona.
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