sábado, 5 de diciembre de 2020

(Día 1284) Fue tan inesperada la derrota, que los oidores creyeron que el licenciado Santillán les había traicionado. Una dura carta de Aldana les hizo ver que la causa fueron los errores de Alonso de Alvarado.

 

     (874) Se extendió tanto el falso rumor de que Francisco Hernández Girón había muerto (cuando en realidad el muerto era su 'doble', Juan Alonso de Badajoz), que llegaron a creerlo en el campamento de sus contrarios, y algunos españoles que estaban en aquella comarca escribieron a los oidores de Lima asegundándoles que se había matado y vencido a Girón. Como era costumbre en aquellos tiempos, les pedían también las 'albricias', el premio habitual cuando se daban grandes y buenas noticias, lo cual invitaba a enviarlas con urgencia (para que nadie se adelantase), sin ser contrastadas: "Pero pronto, lo que se supo fue que el mariscal y todos los suyos habían sido derrotados, lo cual causó tal escándalo en el ejército de Su Majestad, que, sin causa ni motivo para ello, se plantearon los tres oidores si habría que matar al licenciado y oidor Santillán (recordemos que a él y al obispo Loaysa les habían quitado el mando supremo por el fracaso anterior), o prenderlo y enviarlo a España, pero no se llevó a cabo por oponerse el doctor Sarabia. No hay que extrañarse mucho de sus dudas, pues la victoria de Francisco Hernández Girón fue tan contraria a lo imaginado que todos sospecharon que se había vendido al mariscal. Eran tan firmes las sospechas como si se las hubiera revelado un ángel. Y así, hasta que vieron que muchos de los sospechosos, que huían de la batalla, llegaron al campamento de su Majestad, y la mayoría estaban heridos y maltratados. Con lo cual, todos vieron claro que no había sido traición, sino desventura de todos ellos".

     Despejadas las dudas, hubo que actuar para paliar otros posibles daños tras la derrota: "Los oidores mandaron a Antonio de Quiñones a Huamanga con sesenta arcabuceros, para proteger a los derrotados que huían en esa dirección, y también para proteger a esa ciudad, por si Girón enviaba gente allá  en busca de provisiones. En ese tiempo les llegaron a los oidores dos cartas. Una era del mariscal alonso de Alvarado, y en ella se quejaba de su mala fortuna y de sus hombres, pues no habían querido obedecerle, ni guardar el orden que les había indicado para la batalla". Ya vimos que, fallecido Alvarado, su mujer, Ana de Velasco, en una carta dirigida al Rey, dio la misma versión. Pero la otra carta que recibieron los oidores era del prestigioso Lorenzo de Aldana, testigo de los hechos, y se impuso como opinión general: "El lunes pasado escribí a vuestra señoría (el presidente de la Audiencia de Lima),  y  dije lo que temía. Acabada de enviar la carta, entró Lucifer en el Mariscal, y luego determinó dar la batalla a Francisco Hernández en el fuerte en el que estaba, contra la opinión de todos, y más de la mía. No obstante todo esto, actuó de manera que Francisco Hernández, desde su fuerte, nos desbarató, y mató a mucha gente, entre ellos a algunos muy principales. No sé decir la cantidad, porque, como era en su mismo fuerte, y se retiró el mariscal, no  se pudo comprobar. Él salió herido, pero no por pelear, ni por animar a su gente". Cada vez se comprende mejor por qué, tras esta derrota, el mariscal Alonso de Alvarado se fue hundiendo en una depresión tal, que hasta es posible que acortara sus días. Parece claro que equivocó tercamente su estrategia por la prisa en atacar. Por si fuera poco, Lorenzo de Aldana le está acusando de cobardía. El  gran mariscal, de enorme prestigio en el pasado, caía en desgracia, e incluso le había pasado lo mismo con Pedro de la Gasca. Participó en la siguiente batalla, la de la derrota definitiva de Girón, pero es de temer que lo hiciera relevado del mando supremo.

 

     (Imagen) Una persona tan peculiar como PEDRO HERNÁNDEZ EL LEAL merece que añadamos varios datos que he encontrado por casualidad, algunos necesitados de corrección. Nació hacia el año 1513. Y tropezamos con un primer error, provocado sin querer por Inca Garcilaso, quien nos acaba de decir que su hijo vivía en Oliva de Valencia. En realidad se refiere a Oliva de la Frontera (lugar donde nació Pedro Hernández el Leal), que colinda con Valencia de Mombuey, ambas en la provincia de Badajoz, y propiedad de los Duques de Feria, parientes del cronista, por lo que, para él,  era normal decir Oliva de Valencia. La mala interpretación se extendió, convirtiendo a un extremeño en un valenciano. Pedro partió el año 1538 hacia México, y pronto, quizá por su escogido linaje, formó parte de la guardia personal del gran virrey Antonio de Mendoza. Fue en México donde hubo otro con su mismo nombre que era sastre, y, para 'cabreo' de su amigo Inca Garcilaso, el cronista Palentino recogió el rumor de que era la profesión de  nuestro protagonista. Enseguida se apuntó a la campaña de Francisco Vázquez de Coronado (año 1540), la del descubrimiento del Cañón del Colorado, de donde volvió gravemente herido. Hacia 1543 se fue, con otros soldados, a Perú, para reforzar las tropas del virrey Blasco Núñez Vela, que luchaban contra los rebeldes a la Corona. Pronto se puso de relieve la seriedad de su espíritu responsable, y, para distinguirle de algún otro con nombre y apellido tan comunes, sus compañeros le llamaban Pedro Hernández el Leal. Se sintió tan  orgulloso, que lo convirtió en su apellido oficial, incluso para su hijo, Martín Leal. Y fue leal para siempre, con el virrey, con Pedro de la Gasca y, como lo vemos ahora, contra el rebelde Francisco Hernández Girón. El año 1561, Pedro marchó, bajo el mando de Tristán de Luna y Arellano (ya habían estado juntos en la aventura de Coronado), a conquistar en la zona de Florida, y resultó nuevamente herido. Más tarde, quizá buscando un merecido descanso, se trasladó definitivamente a vivir en Oliva de la Frontera, donde murió el año 1582. PEDRO HERNÁNDEZ EL LEAL, poniéndose como apellido propio su apodo, demostró tener un gran sentido de la fidelidad y el orgullo de un noble soldado. Fue un milagro que el rebelde Girón le perdonara la vida, pues mató a otros que eran mucho menos fieles que él a la Corona.




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