(887) Lo siguiente que cuenta Inca
Garcilaso se refiere a algo que vio siendo adolescente y a una anécdota
familiar: "Pablo de Meneses envió al Cuzco presos a muchos de los que
había detenido, y nueve cabezas de los que mandó matar. Yo las vi en las casas
que fueron de Pedro de Hinojosa, y donde residió el licenciado Diego de
Alvarado (el más importante de los decapitados). Mostraré ahora un
ejemplo de la desvergüenza de algunos de los soldados que fueron rebeldes. Después
de la huida de Francisco Hernández Girón, estando sentado a su mesa Garcilaso, mi señor padre, para
comer con unos veinte soldados, que siempre lo hacían con él, vio entre ellos
sentado a uno de los de Girón, que había estado con él desde el principio de su
tiranía. MI padre le dijo: 'Diego de Madrid (que así se llamaba), ya que estáis
sentado, comed con estos caballeros, pero no vengáis otro día, pues, quien
ayer, si pudiera cortarme la cabeza, habría ido con ella a pedir albricias, no
debería estar hoy con estos señores que desean que viva y el servicio a Su
Majestad'. El Madrid dijo que, si se lo mandaba, se marcharía. Mi padre le respondió
que lo hiciera si eso quería. Así de odiados quedaron los de Francisco
Hernández, porque fue grande aquella rebeldía contra Su Majestad y contra sus
partidarios, pues desearon matarlos a todos para heredar sus haciendas y sus
encomiendas de indios".
Los oidores se enteraron de que Girón iba
huyendo hacia Lima: "Enviaron hacia allá al maestre de campo Don Pedro de
Portocarrero con ochenta hombres, y
mandaron a otros dos capitanes, que habían llegado de Huánuco con sus compañías
para servir a Su Majestad, que volvieran a su ciudad para cerrarle ese camino a
Girón, de manera que no escapase por
ninguna vía, y les encargaron que hiciesen justicia de los que apresasen. Estos
capitanes, que eran Juan Tello y Miguel de la Serna, hicieron lo que se les
mandó, y llevaron ochenta hombres consigo". Corrían rumores de que muchos
de los derrotados se habían vuelto a unir con Girón. La cifra más verosímil
llegaba a unos doscientos, y, parte de ellos, de las tropas de Alonso de
Alvarado, porque les atraía su liderazgo: "Pero, como iban huyendo, el
temor a los contrarios y las necesidades que padecían les forzaron a quedarse
por los caminos y esconderse. Y así, cuando los del Rey llegaron cerca de
ellos, no iban más de cien. Por fin, se
tuvieron a la vista los perseguidores y los que huían, los cuales, viendo
que los de Su Majestad iban hacia ellos
con sus banderas tendidas, y temiendo a los de a caballo, que eran más de
cuarenta, subieron a un cerro, para protegerse en unos paredones que allí
había. Los del Rey confiaban en la fuerza de doscientos indios de guerra, con
sus armas preparadas, que se habían unido ellos voluntariamente, deseosos de acabar con los rebeldes (sin
duda porque las normas del Rey les beneficiaban)". Entonces ocurrió
que se apoderó de los hombres de Girón el deseo de entregarse. Hubo unos que se
adelantaron para decírselo a los
contrarios, los cuales tuvieron que frenar a los indios para que no los
apedrearan con sus hondas: "Se rindieron todos menos Girón y dos que se
quedaron con él, su cuñado, Almaraz, y un caballero extremeño llamado Gómez
Suárez de Figueroa". De este caballero, no he encontrado ninguna
información, pero debió de ser pariente muy cercano del cronista, cuyo nombre
verdadero no era Inca Garcilaso, sino, precisamente, el muy ilustre de Gómez
Suárez de Figueroa.
(Imagen) El capitán JUAN TELLO (DE LARA)
DE SOTOMAYOR, nacido en Sevilla el año 1519 fue, como otros muchos, ambivalente
en sus fidelidades, aunque no de forma caprichosa. Era un veterano con mucho
prestigio, al que le encargó Francisco Pizarro el año 1535 que buscara un
asentamiento para fundar una población cerca de la costa del Pacífico. Acertó
de lleno en el lugar escogido, y allí se estableció Lima, la gran capital de
Perú. A pesar de ello, y por alguna extraña razón, se decantó por el bando de
Diego de Almagro cuando este se enfrentó a Pizarro, siendo derrotados en la
batalla de las Salinas (con muerte de Almagro; año 1538). Pero, poco después,
Juan Tello estaba nuevamente al servicio de Pizarro en una expedición que fundó
el año 1539 la ciudad de León de Huánuco (cuyo emplazamiento se muestra en la
imagen), donde, más tarde, se asentó definitivamente como vecino, al igual que
lo haría Miguel de la Serna, quienes, como estamos viendo, y con una tropa
formada por vecinos de dicha ciudad, apresaron al rebelde Francisco Hernández
Girón el año 1554 en las proximidades de Jauja. A pesar de su antigua fidelidad
a Diego de Almagro, no parece que tuviera implicación directa en el asesinato
que, en 1541, acabó con la vida de Francisco Pizarro, pero, sin embargo, sí
luchó bajo las órdenes de Diego de Almagro el Mozo, quizá por las represalias
que los Pizarro habían tomado contra los vecinos de Huánuco. En los inicios de
la rebelión de Gonzalo Pizarro, se vio forzado a colaborar con él, pero, en
cuanto pudo, se pasó al bando de Pedro de la Gasca, quien le premió
generosamente, aunque a Juan Tello no le pareció suficiente. Como vimos hace
tiempo, Juan Tello debió de tener algún
problema con su primera mujer, Catalina de Riquelme (hija del famoso
tesorero Alonso de Riquelme), pues, al morir (hacia el año 1548), no le dejó a
él la herencia, sino a Francisco de Plasencia, un vecino de Sevilla que se
consideraba su legítimo heredero. En 1557, Juan Tello se casó con Constanza de
Contreras y Bobadilla, a la que, equivocadamente, se considera hija del temible
Pedrarias Dávila. En realidad era su nieta, y, lo que son las cosas, hermana de
dos rebeldes tristemente célebres, a los que ya conocemos: los hermanos
Hernando y Pedro de Contreras. JUAN TELLO DE SOTOMAYOR murió en LEÓN DE HUÁNUCO
el año 1587, habiendo cumplido sesenta y ocho.
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