(739) Los hechos se iniciaron en Arequipa:
"Estaba en esa ciudad, como teniente de Gonzalo Pizarro, uno que le era
muy leal, llamado Lucas Martínez Vegaso, hombre muy rico (como ya vimos).
Habiendo servido al tirano Pizarro en la batalla de Iñaquito contra el virrey,
procuró y se le dio el cargo de teniente y justicia mayor en Arequipa. Lo
primero que hizo al llegar, fue enterarse de dónde estaba Diego Centeno, pero
no fue tras él por encontrarse muy lejos. Supo después que el tesorero Manuel
Espinal y otros grandes servidores de Su Majestad estaban escondidos en Atún
por el miedo que tenían a los crueles tiranos, por lo que envió a Alonso de
Ávila, que era el mejor amigo que Gonzalo tenía en Arequipa, para que los
buscase con varios arcabuceros. Pero no los encontraron. Sin embargo, cayeron
en manos de Pedro de Villacastín, y los llevaba presos al Cuzco. Enterado Lucas
Martínez Vegaso, partió con toda furia en busca de Villacastín con algunos
arcabuceros, y los alcanzó a treinta y cinco leguas del Cuzco, ahorcando de
inmediato al tesorero y a otros seis que iban con él porque todos ellos eran
grandes servidores de Su Majestad".
Más tarde, le dio orden Gonzalo Pizarro a
Lucas Martínez Vegaso de que fuese a Lima con toda la gente que pudiese juntar.
Le contestó en una carta que lo haría en cuanto embarcara para él (con su hermano
Pedro Martínez Vegaso) en una fragata suya (recordemos que 'el ricachón' se
dedicaba, entre otros negocios, a la construcción de barcos) más de trescientos
mil ducados de plata y oro. De este Pedro, apenas hay datos, pero ya hablamos
de otro hermano de apasionante biografía, Francisco Martínez Vegaso.
Cuando iba partir desde Arequipa hacia el
Cuzco, los vecinos de la ciudad le pidieron que no lo hiciera tan pronto, sino
que esperara nuevas órdenes de Gonzalo Pizarro. Como se negaba a hacerlo, le insistieron
en ello Juan de la Torre, Miguel Cornejo, Alonso Dávila, Miguel de Vergara,
Hernando de Silva y Jerónimo de Villegas, el llamado Astrólogo (quien, como
sabemos y nos lo va a repetir ahora Santa Clara, se unió después a La Gasca,
matando Carvajal a su mujer, María Calderón, y a un hijo pequeño). Le
decían que, si se iban los hombres, quedarían sus mujeres desamparadas y solas,
de lo que podían resultar grandes daños para ellas. Sin hacer ningún caso,
Lucas Martínez Vegaso mandó a todos, bajo pena de muerte y pérdida de sus
bienes, que se preparasen de inmediato para ir con él. Cuando, al día
siguiente, iban a partir, supo Vegaso que había huido un buen herrero que hacía
los arcabuces, por lo que mandó derribar la fragua, para que, si llegara Diego
Centeno, del que ya sabía que había salido de la cueva, no pudiese hacer
arcabuces". Pero tanta terquedad trajo consecuencias: "Vegaso,
después de partir, se detuvo a media legua de la ciudad, y, durante la noche,
le prendieron Jerónimo de Villegas y Hernando de Silva, junto con todos los
soldados y ciudadanos, alzando bandera en nombre de Su Majestad. Luego, todos
juntos le rogaron que tomase la voz del Rey y negase a Pizarro, pues ellos le
nombrarían capitán general. Pero, aunque le insistieron, no lo quiso
hacer".
(Imagen) Volvamos la vista atrás para ver
cómo, con mucha frecuencia, el futuro es dudoso, o se adivina errando en las
causas. Francisco de Carvajal, el impaciente y peligroso anciano, en una carta
del 22 de enero de 1547 dirigida a Gonzalo Pizarro, le habla de dos asuntos
importantes: "Muchos servidores de vuestra señoría me envían infinitas
noticias diciendo que el Rey, nuestro señor (chocante respeto de un gran
rebelde), le ha hecho a vuestra señoría la merced de confirmarlo como
gobernador de estas tierras, y que envía a un licenciado llamado La Gasca para
gobernar conjuntamente, pero siendo vuestra señoría quien mande en todo. Cuentan
que están tan regocijados por estas excelentes noticias, que casi revientan de
placer y alegría al escribirlas. Dios quiera que sus sueños se les hagan
realidad tal y como lo dicen". Fueron muchos los rebeldes que soñaron con
ese futuro próximo, pero pronto se estrellaron con la firmeza del aparentemente
blando Pedro de la Gasca. El primer gran golpe que dio fue apoderarse de la
flota de Pizarro. También a Carvajal le preocupaba ese riesgo, pero ocurrió de
forma muy diferente a la que el temía: "Suplico a vuestra señoría que vigile
a su armada. Conozco al virrey de México y a Hernán Cortés, pariente vuestro, y
me parece que estoy viendo vuestra armada en sus manos, si vuestra señoría no
lo remedia haciéndola más poderosa,
tratando asimismo de que, además de la potencia de la armada, se tenga
también la seguridad y amistad de la gente de la tierra (de la zona panameña),
para que, por sus particulares intereses, sepan que les es forzado servir a
vuestra señoría contra todo el mundo". Francisco de Carvajal veía claro el
peligro, pero lo que no imaginó fue que la gran amenaza eran las maneras del
aparentemente inofensivo clérigo Pedro de la Gasca. Le inundaban de noticias a
Carvajal, pero aún no se había enterado de lo que más temía. Poco antes de
escribir su carta, La Gasca, sin ejercer violencia alguna, consiguió que la impresionante
armada y su capitán general, Pedro Alonso de Hinojosa, más el resto de los
capitanes con sus tropas, quedaran voluntariamente bajo su autoridad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario