(750) Las hábiles maniobras de Pedro de la
Gasca iban minando la moral de los rebeldes, y dejando fuera de combate, golpe
tras golpe, a su líder, aunque tendrá todavía un momento de gloria:
"Mientras estaban en estos tratos de una parte y de la otra, en el
ejército de Gonzalo Pizarro había tantas pláticas y rumores en diversos
corrillos, que no sabían qué hacer. Muchos de ellos se fueron a los cañaverales
por no verse envueltos en tan terribles congojas y sospechas. Así que el
campamento de Gonzalo Pizarro se despoblaba de caballeros y buenos soldados. En
esto colaboraba el capitán Martín de Robles, poniéndoles grandes temores y
recelos".
Acabamos de ver que Pedro Hernández de
Paniagua le decía en su informe a Pedro de la Gasca que, aunque Martín de
Robles no se lo confesó abiertamente, él tenía la certeza de que pensaba
abandonar a Gonzalo Pizarro. Y eso, a pesar de que, como vimos, Diego Centeno,
el capitán de La Gasca, había matado a su hermano Antonio de Robles, porque era
un inconmovible partidario de Gonzalo Pizarro. Por su parte, Santa Clara va a
ser ahora duro juzgando los motivos por los que Martín deseaba cambiar de
bando, y puede que acierte, ya que Martín, aunque muy valioso como militar, era
una persona poco recomendable: "Este Martín de Robles deseaba en gran
manera hacer algunos servicios a Su Majestad para limpiar los males y delitos
muy grandes que había hecho, como el de prender al virrey, y no hallaba otro
camino para hacerlo más que el de matar
al gran tirano Gonzalo Pizarro, y así ganar reputación con su muerte. Para
hacerlo, fue de noche con seis soldados de su confianza a la tienda de Pizarro,
pero no lograron entrar porque estaban de guardia los soldados de Carvajal, a
los que este llamaba los paladines de Pocona (lugar en el que habían
derrotado a Lope de Mendoza y Nicolás de Heredia), y así, no tuvo efecto su
intento. Aunque hubiesen entrado, no lo matarían, porque el tirano estaba bien
armado y era muy valiente, teniendo, además, durmiendo a su lado más de veinte
hombres armados".
Tras este fracaso anunciado, Martín de
Robles empezó a actuar como decidido promotor de deserciones entre los hombres
de Gonzalo Pizarro, para lo cual se inventaba peligros y amenazas.
Primeramente, lo hizo con Diego de Maldonado el Rico (cuya vida, como sabemos, resultó
muy accidentada). Martín fue a su casa cuando estaba durmiendo, y le metió el
miedo en el cuerpo diciéndole la mentira de que se había decidido darle
garrote. Bastó que le mencionara el nombre de Francisco de Carvajal como
inmediato visitante, para que Diego, huyera casi desnudo de su casa, buscando
refugio en los cuatro navíos de La Gasca. Así lo hicieron también (aunque a
lugares distintos), asustados por los temores que les provocaba Robles, otros
muchos capitanes y soldados de Pizarro, entre los que estaban Francisco
Retamoso, Vasco Pérez de Guevara, Heredia, Diego Tinoco, Nicolás de Ribera el
Mozo, Francisco de Ampuero, Nicolás de Vivero, Alonso Ramírez de Sosa, Diego
Ruiz, Bartolomé González de Almajano, Francisco de Barrionuevo, Alonso de
Barrionuevo, Martín de Meneses, Alonso Martín Granado y Diego de Escobar. Una
verdadera estampida de capitanes, que afectará sobremanera a Gonzalo Pizarro.
(Imagen) Mucho daño le hizo MARTÍN DE
ROBLES a Gonzalo Pizarro (y mucho valor necesitó para arriesgarse tanto) al
provocar, con inventados peligros, que una parte importante de sus hombres, ya
desde hacía tiempo dubitativos con la idea de abandonarlo, dejaran de dar vueltas
a su cabeza y emprendieran la huida, aprovechando que estaban en el puerto de
Lima los cuatro navíos de Pedro de la Gasca. Como era de esperar, más tarde, también
Martín de Robles hizo lo mismo, pues quedarse junto a Pizarro le supondría una
muerte segura. No hay duda de que Pedro de la Gasca, con su estrategia de
perdonar toda culpa pasada a quienes se pusieran bajo sus órdenes y al servicio
de Carlos V, provocó una riada de traiciones a Gonzalo Pizarro, a quien todavía
le va a quedar una importante victoria, pero será la última, pues su rebeldía y
su vida terminarán en la siguiente batalla. Lo que le dice en un informe La
Gasca a Francisco de los Cobos, secretario del Rey, deja bien claro su eficaz y
maquiavélico pragmatismo: "Cada día se iban pasando al servicio de Su
Majestad más hombres de Gonzalo Pizarro, y a ninguno se le rechazaba. Cuanto mayor
fama de culpables tenían, más fruto daban, porque animaban a otros a hacer lo
mismo". Cita luego dos nombres como ejemplo de arrepentidos que pasaron a
ser importantes colaboradores: "Y así, entre las personas que ayudaron
mucho para que otros dejaran a Pizarro, están el licenciado Illán Suárez de Carvajal
(nada menos que culpable de haber matado al virrey) y Martín de Robles (anteriormente,
había apresado al virrey), porque eran considerados personas relevantes
entre los hombres de Gonzalo Pizarro, y en especial Carvajal, a quien tenían
por letrado y sensato. Viendo que ellos venían a servir a Su Majestad y
confiaban en su perdón, también los demás tenían atrevimiento para hacer lo
mismo. Y para que así lo entendiesen, teniendo en cuenta la entereza de sus
personas para servir a Su Majestad, se les dio cargos en esta campaña, en la
cual fueron luego muy valiosos". Pasaron bastantes años, y, a MARTIN DE
ROBLES (como ya vimos), su lengua viperina le costará la vida a manos de un
virrey menos diplomático que Pedro de la Gasca.
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