(760) El prestigioso Lorenzo de Aldana siguió
actuando con acierto y prudencia: "Cuando entró en Lima, fue aposentado en
las casas de Diego de Agüero. Lo primero que hizo fue enviar al padre Pantaleón
de Aguiar con avisos para los capitanes Diego Centeno, Alonso de Mendoza y Juan
de Silveira, indicándoles que no diesen batalla a Gonzalo Pizarro si pasaba con
intención de salirse del Perú". Sin perder el tiempo, dispuso lo necesario
para que la ciudad estuviera bien protegida y continuó distribuyendo por numerosas
poblaciones publicidad dirigida a reclutar más gente, insistiendo en que todo
iba cada vez mejor para Pedro de la Gasca y la causa del Rey. Le encargó a
Hernán Mejía de Guzmán ir en un galeón al encuentro de La Gasca con el encargo
de que acelerara su viaje hacia Lima, "porque casi todas las ciudades y
villas estaban contra Gonzalo Pizarro y al servicio de su Majestad". Mandó
espías que averiguasen las intenciones de Pizarro, y también, lo que era muy
arriesgado, con el fin de que animaran a sus soldados a que lo abandonaran.
Incluso, encargó a unos indios que le llevaran escritos suyos a Juan de Acosta,
ofreciéndoles a él y a su gente amplios perdones, lo cual era pecar de
optimismo, porque, como debería saber, la fidelidad de Acosta a Gonzalo era
inquebrantable, y la mantuvo hasta morir juntos en Jaquijaguana.
Nos cuenta Santa Clara una anécdota que
dejó a muchos en ridículo, pero que refleja muy bien la facilidad con la que se
desataban los nervios en aquellos tiempos amenazantes, en los que todo estaba
condicionado permanentemente por la anarquía, la guerra y las brutalidades:
"Aconteció que, estando Pizarro en Lunaguana, se le volvió hacia Lima una
perra perdiguera muy conocida de todos los vecinos, llamada Bujía, la cual,
entrando por los palacios de su amo, como no lo veía, empezó a dar muy grandes
aullidos, y arremetía contra los soldados que en ellos estaban. Todos creyeron
que Gonzalo Pizarro volvía a la ciudad, por lo que se produjo gran confusión y
alboroto. Muchos que eran de poco ánimo huyeron a esconderse en los
cañaverales, y, otros, en los lugares más secretos de sus casas. Algunos de los
soldados que habían escapado de Gonzalo Pizarro temieron que, si Francisco de
Carvajal volvía, los había de ahorcar y hacer cuartos sin ninguna compasión.
Los mercaderes enterraron sus dineros para que los tiranos no se los quitasen
cuando saqueasen la ciudad. Las mujeres daban por hecho que los tiranos matarían
cruelmente a sus maridos, y a ellas las forzarían sin piedad ninguna, y las
llevarían consigo a diversas partes, lo que sería para ellas como estar muertas".
El caso es que este asunto le vino al pelo
a Lorenzo de Aldana para ganar puntos ante la gente por las rápidas y valientes
medidas que tomó de inmediato: "Estando en esto, Lorenzo de Aldana, como
buen capitán y experto guerrero, para asegurarse de si venía Gonzalo Pizarro,
envió cincuenta arcabuceros con Juan Alonso Palomino hacia Pachacama.
Encontraron más de veinte soldados que venían huyendo de Gonzalo Pizarro, y les
dijeron que él iba, ya muy alejado, de camino hacia Arequipa. Cuando lo supieron
en la ciudad de Lima todos se sosegaron. Luego Lorenzo de Aldana fue muy
alabado por el gran ánimo que mostró y porque había preparado la defensa de la
ciudad. Permaneció después con gran vigilancia y sin descuidarse, porque los
que se confían de las apariencias perecen a manos de los prudentes, sabios y
expertos guerreros".
(Imagen) Otra prueba del aprecio mutuo que
había entre Gonzalo Pizarro y FRAY PEDRO MUÑOZ (el Arcabucero) fueron las
numerosas cartas que el reverendo le escribió. En ellas se ve que era prior del
convento mercedario de Trujillo, y que sus frailes, como una piña, estaban a
favor de la rebeldía de Gonzalo Pizarro (donó mucho dinero para su convento),
de ahí que Pedro de la Gasca le pidiera al Rey que fueran sustituidos por
dominicos o franciscanos. Veamos algunas frases de varias cartas de fray Pedro
(año 1547): "Se abrió uno de los escritos de ese diablo de La Gasca, y vi
que sus palabras son caldo de zorra, que parece frío y quema. Pero el buen
Villalobos (otro próximo traidor a Gonzalo) hizo ver lo que
ocultaba". Luego ensalza a Diego de Mora y dice (sin sospechar que pronto
casi todo Trujillo abandonará a Pizarro): "Todos somos amigos de vuestra
señoría, y solo queremos un Dios, un rey (absurda apariencia de fidelidad)
y un Pizarro para descalabrar al diablo". Completamente ajeno a que Diego
de Mora iba a traicionar a Gonzalo, le dice: "Grandes amigos somos Diego
de Mora y yo, pues le veo tan entregado a esta causa, que le querría meter en
mis entrañas. Creo como cristiano que vuestra señoría ha de quebrar la cabeza a
todos los enemigos, y, cuanto más mozos, más ganancia tendrá. Esta es mi
predicación de casa en casa, y cantar victoria para vuestra señoría". Le
escribe a Pedro de Guillén, secretario de Gonzalo: "Estamos en el convento
haciendo penitencia y rogando a Dios por la paz y la vida de nuestro amo (Gonzalo),
pues, con ella, nada se puede temer". Luego, tras llamar a los leales al
Rey bellacos, traidores, y fementidos, añade: "Confío en Dios que, así
como el diablo los engañó, los ha de poner en las manos de vuestra
señoría". Y, de paso, solicita algo: "Le pido a vuestra señoría que
me envíe alguna gente y un arcabuz para mí". Sin embargo, no hay que
olvidar las heroicas actuaciones de los mercedarios en España. Un ejemplo: En
1573, el mercedario FRAY LUIS DE MATIENZO (hoy en proceso de canonización), no
llegándole el dinero para rescatar en Túnez a un grupo de cautivos (eran 273),
pudo hacerlo quedándose él como rehén. A su vez fue rescatado, pero cuatro años
después, durante los cuales permaneció cruelmente maltratado en un calabozo
hediondo.
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