(752) Hay que reconocerle al peligrosísimo
Francisco de Carvajal que tenía grandes virtudes, y una de ellas era la de no
ser oportunista ni chaquetero. Y, sin embargo, Gonzalo Pizarro, en un momento
determinado pensó que le iba a abandonar: "Cuando vio Carvajal que el
ejército del tirano no cesaba de perder soldados, sabiendo que los que se iban
eran los hombres más principales, le pesaba en gran manera. Por estas cosas, se
acercaba de cuando en cuando a la tienda de Gonzalo Pizarro cantando con rabia
estos dos versitos: 'Estos mis cabellitos, madre / de dos en dos me los lleva
el aire'. Como también Gonzalo Pizarro, viendo que las cosas iban de mal en
peor, lo sentía mucho, y le mandó a Francisco de Carvajal que fuera a Lima y
recogiese a todos los soldados que allá estaban, y que no viniese sin ellos.
Llegó a la hora en que Baltasar de Cepeda se lo dijo a Martín de Robles. Avisó,
para que se reunieran con él, a todos los que habían salido del campamento,
pero recogió muy poquitos soldados. Todos lo que estaban en el campamento
creyeron que no volvería jamás, sino que se pondría al servicio de Su Majestad
embarcándose en uno de los cuatro navíos. Pero él fue y volvió cantando sus dos
versitos, y, cuando Gonzalo Pizarro lo vio, se alegró mucho, y luego le puso al
corriente de la huida de Martín de Robles con sus soldados".
Resumiré lo que sigue porque es bastante
prolijo. Gonzalo Pizarro no sabía qué hacer ante tanta deserción en su
ejército. El licenciado Cepeda le aconsejó salir de Lima e ir al Cuzco para
enfrentarse a Diego Centeno y, si conseguía derrotarlo, quedarse con su tropa,
unirla a las de sus capitanes Juan de Acosta, Alonso de Mendoza y Juan de
Silveira, y volver triunfantes y poderosos a Lima, para frenar las intenciones
de los hombres de Pedro de la Gasca. A Gonzalo Pizarro le pareció bien la idea,
y se preparó para salir de la ciudad. Lo primero que hizo antes de salir fue
repartir mucho oro entre sus soldados, para que mejorara su moral. Se pusieron
en marcha, sabiendo que muchos intentarían escapar, y tomaron precauciones:
"Francisco de Carvajal y Hernando Bachicao, con otros hombres crueles en
los que confiaban mucho, iban en la retaguardia vigilando a los soldados para
que no huyesen".
Hicieron alto a dos leguas de Lima, y
Gonzalo Pizarro les habló a sus soldados, con un discurso que sale de la boca
del cronista Santa Clara, pero fiel al contenido de lo que dijo. Subrayó que no
estaba huyendo por miedo a Lorenzo de Aldana y los hombres de Pedro de la
Gasca, sino que iban al Cuzco para vencer a Diego Centeno y luego volver a
Lima. Después se enfrentó al problema de las deserciones, y marcó un punto de
no retorno. Daba libertad a quienes deseasen abandonarle. Pero aquellos que
decidiesen seguirle, y después le traicionasen, serían castigados duramente.
Todos los presentes, menos uno, le prometieron seguirle hasta la muerte. La
oveja negra fue Pedro del Golfo, venido de México, y soldado del capitán
Bachicao. Según lo prometido, Gonzalo Pizarro le permitió marchar, pero le
salieron al paso Carvajal y Bachicao, quienes, aunque su mayor placer habría
sido matarlo, se limitaron a robarle el caballo y dejarle literalmente desnudo.
El encuerado se sintió feliz por estar vivo, se escondió hasta esperar la
noche, y luego "se metió en la ciudad con otros que le alcanzaron y
también habían huido".
(Imagen) Acabamos de ver que PEDRO MARTÍN
DE CECILIA, alcalde de Lima, mató a un soldado de Gonzalo Pizarro que parecía
querer abandonarlo. Pedro era de Don Benito (Badajoz), y los cronistas lo
consideraban valiente y vigoroso, aunque sumamente cruel. Cieza de León dice
que "era tan cruelísimo, que le daba lo mismo ir al cielo que al
infierno". Sin embargo, su fidelidad a los Pizarro fue total. Suele
figurar como 'de Cecilia' o 'de Sicilia', y no es de extrañar, debido a la
imprecisión de la caligrafía (así ocurre en el documento de la imagen, del año
1539). En 1537, el Rey le había concedido un escudo de armas familiar, por sus
méritos en campaña. Por una carta que le envió Antonio Núñez de San Pedro a
Gonzalo Pizarro, nos enteramos de que él y Pedro Martín de Cecilia habían
luchado en las guerras de Francia junto a Gonzalo Pizarro el Romano (padre de
los Pizarro), lo que da prueba de su veteranía y de que ya eran hombres muy
mayores. También participaron juntos en las batallas contra Diego de Almagro el
Viejo. En un informe, Pedro de la Gasca confirma lo que nos acaba de contar
Santa Clara: "Cuando Gonzalo Pizarro pensaba atacar a nuestra armada, atemorizó
a todos los de Lima para que se uniesen a él, y dicen que Pedro Martín de
Cecilia andaba con uno de sus verdugos, un negro cargado de sogas, buscando por
la ciudad a los que se escondían, para ahorcarlos". En el mismo informe,
añade La Gasca dos datos importantes. En ellos se aclara cuándo el licenciado
Diego Vázquez de Cepeda, en quien tanto se había apoyado Gonzalo Pizarro, lo
abandonó, y también de qué manera y en qué momento murió PEDRO MARTÍN DE
CECILIA. Ocurrió en la batalla de Jaquijaguana, momentos antes de la derrota de
Gonzalo Pizarro (ejecutado al día siguiente). Todo queda explicado en un simple
párrafo: "Y luego se les huyó (a los pizarristas) el licenciado
Cepeda, y se vino hacia nuestro bando. Salió tras él Pedro Martín de Cecilia, y
le lanceó el caballo, de manera que, si los nuestros no le socorrieran, también
lanceara al licenciado; además de socorrerle, también mataron allí a Pedro
Martín". Era el año 1548, y él contaba con más de setenta.
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