(743) Juan de Acosta reconoció que, como
decían sus soldados, era una imprudencia presentarse en Cajamarca para apresar
a Diego de Mora, y decidió volverse a Lima. De camino iba a pasar por Trujillo,
y algunos se lo dijeron a Lorenzo de Aldana: "Se alegró mucho de la
noticia, y determinó prenderlos, si pudiese, cuando se acercaran de pasada
hacia Lima. Bajó a tierra en el puerto de Santa (a 120 km de Trujillo),
y puso una fila de cien arcabuces en un cañaveral, junto al río por donde
habían de pasar, donde creyeron que sería fácil prenderlos al atravesarlo.
Ocurrió que Juan de Acosta, prendió sobre la marcha a un español, al cual quiso
ahorcar, y, para que no lo matase, le descubrió la celada que le tenían
preparada en el río de Santa. Para escapar de esta emboscada, Juan de Acosta
tomó otro camino, más hacia el mar, donde pasaron el río con mucho trabajo, por
ser por allí muy hondo, y con peligro de ahogarse todos. Tras lograr
atravesarlo, prendieron a unos doce soldados y marineros que estaban lavando la
ropa descuidadamente, y los llevaron con ellos hacia Lima, con gran contento
porque habían burlado a los capitanes de su Majestad".
Llegados a Lima, Gonzalo Pizarro conoció
por medio de los apresados la gran admiración que todos le tenían a Pedro de la
Gasca por sus extraordinarias cualidades, y por su bondad. Tomó nota de lo que
oyó, y les mandó que no contaron esas cosas a sus hombres, porque, de lo contrario,
les castigaría severamente. Después le dio orden a Juan de Acosta de que
volviera a Trujillo, pero esta vez reforzado con una tropa de doscientos
cincuenta hombres. La misión sería implacable: "Luego deberían ir al
pueblo de Cajamarca, para prender o matar a todos los que allí estuviesen.
Pero, para entonces, Diego de Mora estaba ya muy pujante de gente que se le
había unido, con la cual podría dar batalla a cualquier capitán que llegase con
cuatrocientos hombres".
Aunque Santa Clara no lo acaba de decir,
Gonzalo Pizarro estaba muy preocupado por la proximidad de la flota de Lorenzo
de Aldana y por la llegada inminente de Pedro de la Gasca. Esa tuvo que ser la
razón de su salida de la ciudad. Pero antes le encargó a Acosta que fuera a
Trujillo con un grupo de soldados "Partió Juan de Acosta con su gente, y,
según caminaban, se le empezaron a malear sus soldados, los cuales iban
amotinados y con deseos de ponerse al servicio de Su Majestad. Estando ya a
veinte leguas de Lima, se le huyeron Jerónimo de Soria y Juanes de Randona con
otros seis soldados, y estos ocho mataron a dos compañeros porque no quisieron
ir con ellos. Siguió Juan de Acosta hacia Trujillo en busca de Diego de Mora,
por lo cual se pusieron los soldados a punto de alboroto. Al llegar al pueblo
de La Barranca, Lorenzo Mejía, yerno del conde de la Gomera, quiso matar a
Acosta, quien, al enterarse, mandó prenderlo, y luego confesó haberlo intentado
porque ayudaba mucho a los tiranos que estaban en contra de Su Majestad.
Después Acosta mandó que se le cortara la cabeza, y también a otros dos
soldados, perdonando a los demás por el ruego de hombres buenos. Se le huyeron
otros dos adonde Diego de Mora, y, porque el soldado Francisco Rodríguez
llevaba dos camisas puestas, tuvo sospecha de que se quería escapar, y, sin
querer oírle ninguna disculpa, también mandó ahorcarle".
Seguro que Lorenzo de Mejía (y Figueroa)
tuvo una biografía interesante, pero solo he encontrado estos datos: Era
bastante mayor, había llegado a Perú con su mujer y sus hijos en 1542, y fue
testigo de la injusta manera en que el virrey Blasco Núñez mató al licenciado
Illán Suárez de Carvajal.
(Imagen) Qué sorpresa verle al capitán MANUEL
DE ESPINAR en danza (en triste danza). Ya hablé de él en dos ocasiones, pero
vamos a descubrir ahora su última aventura. Era un misterio su destino, pero,
gracias al archivo de cartas de Pedro de la Gasca, veremos con precisión cómo y
cuándo murió. Años atrás, fue nombrado tesorero de su demarcación por Diego de
Almagro el Viejo, al que siempre le guardó fidelidad. A raíz del asesinato de
Almagro, fue muy crítico con los hermanos Pizarro (Francisco llegó a amenazarle
con un puñal), porque, además, le habían confiscado sus bienes. Es posible que
luchara al lado de Diego de Almagro el Mozo cuando este trágico personaje fue
derrotado y ejecutado en Chupas. Lo que no tiene duda es que, después, actuó
como un enconado enemigo de Gonzalo Pizarro al servicio del virrey, y, luego,
de Pedro de la Gasca. Así le hemos visto en la imagen anterior. Consiguió
escapar de los pizarristas de Arequipa, y nos queda por saber cómo lo atraparon
después. En mayo de 1547, Francisco de Villacastín (a quien, como sabemos, un
mono con mucha puntería le había saltado los dientes de una pedrada) perseguía
a Espinar y a los suyos, y le escribió a Gonzalo Pizarro lo siguiente:
"Topé con una cuadrilla de ellos, entre los cuales estaban el tesorero
Espinar y Fernando Montañés. Como tengo a vuestra señoría por buen cristiano,
los he perdonado". De paso, hace un elogio del Esteban Pretel (mencionado
recientemente en otra imagen), y le dice a Gonzalo: "Es muy honrado, y le
conviene a vuestra señoría servirse siempre de semejantes hombres".
También debía de serlo Villacastín, a juzgar por su generoso perdón. Pero fue
un gesto inútil, porque Gonzalo Pizarro le ordenó que entregara a aquellos
hombres en Arequipa a Lucas Martínez Vegaso, quien, de inmediato, los ahorcó.
Ese fue el triste final de MANUEL DE ESPINAR, hombre digno de mayor recuerdo.
En la imagen vemos que el Rey, el año 1556, le concedió una gratificación a su
hijo, Francisco de Espinar (había obtenido otras anteriormente).
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