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Lo que contó Francisco de Maldonado fue otro mazazo para toda la tropa. En
concreto, subraya Santa Clara muy acertadamente el drama que estaba viviendo
Gonzalo: "Estas noticias les pesaron en gran manera a todos los capitanes
y soldados, y mucho más a Gonzalo Pizarro. Le puso en gran confusión y congoja
porque vio que no había esperanza de poder cumplir lo que había prometido a los
suyos, que era confederarse con Diego Centeno y dar la vuelta a Lima, por lo
que se encontraba atajado por todas partes. Durante el camino pasó grandes
trabajos, porque no le faltaron los que suelen suceder a los tiranos como él.
Sobre todo, tenía constantemente grandes sospechas de que los suyos le habían
de matar, y por esta causa iba siempre armado y traía consigo cincuenta hombres
de a caballo y arcabuceros de gran confianza. Además, su tropa padeció gran
necesidad por el hambre, el calor y otros intolerables trabajos que las guerras
suelen acarrear. Iba muy triste, aunque solo pensaba en señorear otra vez las
tierras del Perú por la fuerza. Fue tanta su ceguera y tan grande su soberbia,
que no quiso oír ningún consejo que bueno fuese, sino que se hizo peor de lo
que era. Según algunos, todo esto lo causaban el licenciado Cepeda y Francisco
de Carvajal, que lo gobernaban todo, para mandar mientras la guerra durase. Así
anduvo hasta que llegó a la ciudad de Arequipa con sus banderas tendidas, pero
nadie le salió a recibir, porque los vecinos estaban con Diego Centeno en el
pueblo de Paria".
Era muy distinto el panorama en el bando
contrario: "En cuando salió de Lima Gonzalo Pizarro, los capitanes,
soldados y vecinos que se habían escondido huyendo del tirano, volvieron todos
muy contentos a la ciudad, y de inmediato Don Antonio de Ribera y Martín
Pizarro, que eran alcaldes ordinarios aquel año (había dos alcaldes, y el
cargo solo duraba doce meses), alzaron el estandarte de la ciudad en nombre
de Su Majestad. Después enviaron un mensajero a Lorenzo de Aldana para darle el
parabién de su llegada, y decirle que tuviera a bien venirse a descansar. Les
contestó alabándoles su buena voluntad, pero se disculpó, porque estaba algo
indispuesto, y les decía que saltaría a tierra cuando pudiera, para servir a
todos los que estaban en la ciudad".
En realidad, se trataba de una simple
precaución de Aldana, y, quizá suponiéndolo los limeños, decidieron visitarle
en su navío. Fueron muy bien recibidos por todos los capitanes, a los que
pusieron al corriente de las numerosas cosas que habían ocurrido, de manera que
con la visita se produjo lo que querían unos y otros: "Ocho días después,
que fue el 9 de setiembre de 1547, bajó a tierra Lorenzo de Aldana con dos
capitanes, ciento cincuenta arcabuceros y el muy reverendo fray Tomás de San
Martín (como ya vimos, un personaje), dejando de guardia en los navíos
al capitán Hernán Díaz de Guzmán". Luego salieron de Lima en comitiva las
autoridades y los vecinos para recibirlos debidamente, haciéndole a Aldana una
entrega simbólica de la ciudad. Regresaron todos entusiasmados, para hacer una
entrada solemne con los recién venidos, "y se fueron derechos a la iglesia
mayor para hacer una oración y dar gracias a Dios porque ya comenzaban a
recuperar su pueblo, que había estado sujeto a bravos y crueles tiranos".
Es de suponer que, como siempre, habría otros vecinos con un nudo de angustia
en el cuello, temiendo que se convirtiera en una soga de verdad.
(Imagen) Acabamos de ver en acción al
mercedario FRAY PEDRO MUÑOZ, al que llamaban el Arcabucero porque participó en
las batallas al lado de Gonzalo Pizarro, y le entusiasmaba hacerlo con esa
arma. Gonzalo y él se apreciaban sin medida, y para sus soldados era el fraile
perfecto. Suavizando lo que decía Roosevelt del dictador nicaragüense Somoza,
para ellos fray Pedro "era un demonio, pero era su demonio". Se
parecía a Francisco de Carvajal en su sarcasmo y en el carácter implacable y
fanatizado. Hay algo que le facilitaba sus rebeldes andanzas. Siempre ha habido
en las órdenes religiosas interpretaciones distintas de la aplicación del
Evangelio, y hasta en sus planteamientos teológicos. Extrañamente, en las filas
de los mercedarios hubo muchos que simpatizaron con la rebeldía de Gonzalo
Pizarro, como en nuestros días se dan clérigos muy escorados hacia la
radicalidad comunista, ya que ellos consideraban que era una tremenda
injusticia lo que quería imponerles el Rey a los encomenderos. Muerto ya
Gonzalo Pizarro, le escribía Pedro de la Gasca al Rey: "Esta orden de los mercedarios es muy
suelta en España y peor acá, en las Indias, por lo que debía ser destituida por
franciscanos y dominicos". Y fray Pedro era un dinamitero nato, a pesar de
ser prior de la orden. Le decía a Gonzalo que no se fiara del clérigo La Gasca,
porque "cuando el diablo quiere engañar a alguien se viste de
fraile". Sus sermones eran arengas políticas, en las que criticaba
furiosamente al Rey. Actuaba como si fuera un capitán, para enardecer a las
tropas, y Gonzalo se lo permitía. La Gasca estaba convencido de que se ofreció
para matar al gran capitán pizarrista Lorenzo de Aldana. De hecho, apresado
Gonzalo Pizarro, anduvo sobornando con dinero en un intento inútil de que le
perdonaran la vida. Es de suponer que, por ser fraile, no ejecutaron a FRAY
PEDRO MUÑOZ, pero muchos mercedarios siguieron en plan 'antisistema', pues La
Gasca avisó de que se pretendía "nombrar superiores de los conventos de
Lima y Trujillo a dos frailes a los que se les había privado de sus oficios por
participar en la rebelión de Gonzalo Pizarro".
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