(751) Sigue hablando Santa Clara de los
desertores de Gonzalo Pizarro: "Estos hombres fueron a la ciudad (escapados
del campamento que estaba en la costa), en donde tomaron lo que fue
menester para el camino, y se dirigieron a Trujillo. Algunos que eran
partidarios de Gonzalo Pizarro se lo dijeron, y lo sintió mucho. Por lo cual,
envió de inmediato a toda furia tras ellos al capitán Juan de la Torre Villegas
(el miserable que provocó la muerte del hermano del virrey) con
cincuenta arcabuceros, y alcanzaron a Francisco de Ampuero, Vasco Pérez de
Guevara y Diego Tinoco, con otros nueve soldados, pero, como eran hombres de sangre en el ojo y
de honra, se defendieron muy bien, y no los pudieron prender, sino que
escaparon al amparo de la noche,
logrando llegar a Trujillo".
Gonzalo Pizarro seguía acampado con su
gente cerca del puerto del Callao, y Martín de Robles siguió con su doble
juego: "Fue a la tienda del gran tirano, y le pidió licencia para ir a
Lima para recoger a sus soldados, que habían ido allá para comer, y Gonzalo
Pizarro se la dio. Cuando Martín llegó a la ciudad, Pedro Martín de Cecilia,
que era allí alcalde y teniente general del gran tirano, acababa de matar a un
soldado a lanzadas, mientras pedía confesión. La causa fue que, andando por las
calles, vio al soldado y le mando muy airado que fuera a incorporarse al
ejército, y él le contestó que lo haría en cuanto encontrara a dos indios para
que le llevaran sus cosas. Pedro Martín le amenazó diciendo que, si tropezaba
otra vez con él, lo mataría. Como volvió a ocurrir, le quitó la vida con su
lanza".
Después de que Martín de Robles entrara en
Lima, se dedicó a su labor de zapa: "Llevó a su casa a muchos soldados,
les dio muy bien de almorzar y beber, y allí les declaró su intención de irse a
los navíos para servir a Su Majestad. Los soldados, como tenían el mismo deseo,
le dijeron que les parecía muy bien y que ellos le seguirían". Dio la
casualidad de que vieron pasar por la calle a Baltasar de Cepeda, hermano del
licenciado Cepeda (hombre clave para Gonzalo Pizarro, como Francisco de
Carvajal). Martín le pidió desde una ventana que entrase en su casa, pero se
excusó alegando que estaba ocupado, ya que Francisco de Carvajal había llegado
a la ciudad. Nunca se sabrá para qué llamó Martín de Robles a Baltasar de
Cepeda, pero muchos pensaron que, una de dos, para matarlo, por el odio que le
tenía a su hermano, el temible licenciado, o para apresarlo y llevarlo a los
navíos.
Al saber que Carvajal estaba ya en Lima, a
Martín de Robles le rondó la idea de matarlo. Pero los soldados que le
acompañaban le hicieron comprender que era un suicidio: "Le dijeron que
sería imposible conseguirlo, porque acudirían de inmediato muchos para
ayudarle, y, además, el alcalde Pedro Martín de Cecilia andaba por las calles
muy acompañado de gente bien armada, y con un moro que iba cargado de cabestros
para ahorcar a los que él mandase. Por lo cual, abandonando el propósito,
Martín de Robles y los que estaban con él salieron secretamente de la casa y se
fueron hacia Trujillo".
(Imagen) Tras salir con un grupo de
soldados, el indigno capitán Juan de la Torre Villegas (a quien ya conocemos)
solo pudo apresar a uno de los que abandonaron a Gonzalo Pizarro: HERNÁN BRAVO
DE LAGUNAS. Cuando llegaron a Lima, se enteró de que iban a matarlo Doña Inés
Bravo, prima de Hernán y esposa del muy respetable Nicolás de Ribera el Viejo
(uno de los Trece de la Fama). Fue rápidamente adonde Gonzalo Pizarro para
suplicarle que lo perdonara, y, aunque habitualmente no lo hacía en casos
similares, se lo concedió por el aprecio que sentía por ella y por su marido.
Tuvo doble mérito el perdón, porque Inés siempre fue muy leal al Rey, y
perteneciente al grupo de mujeres opuestas a la rebelión de Gonzalo, a cuya
dirigente, María Calderón, la colgó Francisco de Carvajal de una ventana.
Seguro que el 'Demonio de los Andes' le diría después que su indulto había sido
un grave error, sobre todo cuando ocurrió que el capitán Alonso de Cáceres,
tras abrazar a Gonzalo admirando su generosidad, al poco tiempo huyó también,
pero no solo, sino acompañado por Nicolás de Ribera el Viejo, el mismísimo
Hernán Bravo de Lagunas y un grupo de soldados. Se sabe poco de Hernán, pero no
así de su familia. Era descendiente directo de un señor feudal llamado como él,
y titular del Señorío de Almenar (Soria), creado en 1430. Fue una concesión del
rey Juan II de Castilla (padre de la futura Isabel la Católica), y el castillo
donde residía el premiado sigue siendo el mejor conservado de la provincia de
Soria, en su día residencia frecuente de Calos II y Felipe V. El año 1894 nació
en esta fortaleza (la placa de la imagen está en ella) alguien que no tenía
nada que ver con la familia, pero muy importante para un hombre ilustre. Se
llamaba LEONOR IZQUIERDO, hija de un sargento de la Guardia Civil, cuyo
destacamento estaba entonces instalado en el castillo de Almenar. Siendo una
adolescente, se casó muy enamorada (y correspondida) con el gran poeta ANTONIO
MACHADO. A pesar de los 19 años de diferencia, fue un romance perfecto, pero
truncado poco después por una enfermedad que se consideraba 'romántica', la
tuberculosis que acabó con la vida de Leonor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario