(745) La vida valía bien poco en aquellas
circunstancias. Capitán derrotado era capitán muerto si no se ponía a las
órdenes del vencedor, aunque muchos que pasaron por esa humillación resultaban
un peligro constante para quien los había sometido. De vez en cuando, se
decidían a matarlo, y casi siempre acababan degollados. Veamos un ejemplo
típico: "La idea de Antonio de Altamirano era matar a Gonzalo Pizarro, al
licenciado Cepeda y a Francisco de Carvajal, y después a todos los que seguían
su falsa opinión y tenían gran amistad con ellos, pero, en cuanto platicó esto
con algunos de sus amigos, fueron descubiertos. Gonzalo Pizarro mandó prender a
Antonio de Altamirano y a Pedro de Rávena, que era buen piloto y marinero, a
quien pensaban hacer capitán de los navíos. El licenciado Cepeda, que estaba
muy indignado con Altamirano, lo sometió a recios tormentos para que dijese
cuántos eran los de la conjuración, pero respondió que era falsedad todo lo que
contaban de él. No le admitieron ninguna disculpa, y le ahorcaron a media noche
en el rollo de la plaza. También le dieron tormento a Pedro de Rávena, y lo
negó todo. Dicen que fue Francisco de Carvajal el que lo hizo prender, porque
había sido partidario del virrey Blasco Núñez. También apresó a Lope Martín por
haberle facilitado un caballo a Jerónimo de Soria para que huyera, y, no siendo
cierto, le mandó que se confesase y mandó que le dieran garrote, pero, cuando
ya estaba medio ahogado, se lo quitaron porque Antonio Ribera consiguió de
Gonzalo Pizarro que no lo mataran".
Hubo al respecto otras versiones:
"Muchos dijeron que Antonio de Altamirano no era culpable, sino que el
licenciado Cepeda lo ejecutó para quedarse con las encomiendas de indios que
tenía, y porque muchas veces le había llevado la contraria en cosas que quería
hacer, de lo que le tenía mortal odio. Son embargo, algunos amigos de Cepeda
insistían en que Altamirano era culpable, y que todo se había concertado en
casa de Francisco de Maldonado, de lo cual era sabedor el padre Diego Martín,
mayordomo de Gonzalo Pizarro, porque se halló presente con los dos hermanos
Quiñones y otros más. El caso es que solo mataron a Altamirano; y a Pedro de
Rávena le perdonaron la vida por intercesión de Luisa Madina, mujer de un indio
llamado Martín, que era principal, e intérprete del marqués Pizarro, y por ser
ella hermosa, pues dicen que Gonzalo Pizarro tenía amistad secreta con la
dama". Es una lástima que Don Martín (en realidad Don Martín Pizarro o
Martín de Poechos), el increíble intérprete indio (al que ya dediqué dos
imágenes), asimilado completamente a la cultura española y próspero ciudadano
(aunque luego pasó apuros por haber ayudado a Gonzalo Pizarro), sea ahora
objeto de un comentario lamentable, doblemente triste si tenía visos de ser
cierto. Su vida daba perfectamente para rodar una película apasionante.
Estaba la situación tan complicada para
Gonzalo Pizarro y sus partidarios, viendo a Pedro de la Gasca día a día más
reforzado de gente, y ellos perdiéndola a chorros, que al licenciado Cepeda le pareció
oportuno reunir a todos con el fin de mostrarles razones que reforzaran su
fidelidad.
(Imagen) ANTONIO DE ALTAMIRANO era natural
de Fontiveros (Ávila), tierra chica de San Juan de la Cruz, otro gran
conquistador, pero de las alturas celestiales. Llegó a Perú con Pedro de
Alvarado en 1534. A pesar de militar con Diego de Almagro, no le pareció bien
que se enfrentara a Francisco Pizarro sin permiso del Rey. De hecho, muertos
los dos, Altamirano luchó contra Diego de Almagro el Mozo, y fue encargado de
apresarlo en su huida. Tenía adjudicada en el Cuzco (de donde fue alcalde) una
parte del palacio imperial inca, y allí le sonrió la suerte. Un caballo suyo
desenterró casualmente con sus patas un tesoro de vasijas de oro y plata que
valían más de 80.000 ducados, toda una fortuna. Para darle más rentabilidad a
su hallazgo, se convirtió en el primer hombre que crio vacas en el Cuzco. Es
posible que esa riqueza de la que disfrutaba tuviera que ver con su muerte.
Como hemos visto, se le acusó de conspirar para quitarles la vida a Gonzalo
Pizarro, Francisco de Carvajal y el licenciado Cepeda, lo que parece demasiada
insensatez para que fuera cierto. Se declaró inocente, pero lo mataron. Luego
corrieron muchas versiones de los hechos, porque los sentimientos de Altamirano
fueron oscilantes. En las anotaciones que conservaba Pedro de la Gasca,
aparecen datos que dan pie a distintas explicaciones. En 1544 firmó en el Cuzco
el nombramiento de Gonzalo como procurador, pero se arrepintió, y, después,
tuvo que firmarle a la fuerza otros poderes más amplios. Con el tiempo, la
relación mejoró, y Antonio fue nombrado alférez general. En 1545, Carvajal le
decía a Gonzalo: "Altamirano es tan buen servidor de vuestra señoría, que
no puede haber en el mundo hombre que se iguale con él". Según Juan de
Acosta, en 1547 (poco antes de que lo ejecutaran) Altamirano ya era sospechoso.
Le decía a Gonzalo Pizarro: "Altamirano trataba, con otros cinco soldados,
de irse adonde Diego de Mora. Lo hemos apresado, sabré por qué se iba, y haré
con él lo que convenga". Aun así, muchos pensaban que, quien maquinó su muerte,
fue el licenciado Cepeda, para robarle su fortuna y porque le tenía un odio
desenfrenado.
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